"Todo tiene su tiempo"
Bien afanado estaba tirándole piedras a ese manguito, tratando de bajarlo de esa rama de la que pendía.
En eso, salió al corredor mi abuelito (QEPD) a quien de seguro había despertado yo, de su perezosa tarde octubrina, con el ruido que los tetuntazos causaban entre los hojas del árbol y al caer de regreso al suelo.
- ¿Qué estás haciendo, hijo?
- Quiero bajar ese mango que está allá arriba...
- Pero, ¿por qué no mejor agarras uno de esos que están al alcance de tus manos?
- Es que, ese mango se ve que está rico, está bien chapudito ya...
- También esos que están colgando de las ramas casi tocando tu cabeza se ven buenos ya, es mas, ¡se ven que están mas maduros que aquel!
- ¡Si, pero es que yo quiero ese!
- Está bueno pero, el problema es que en tu intento de bajar ese mango, con las pedradas le podés dar a otros.
- Pues no hay problema, me los como también...
- El problema es que, si los bajas y no están maduros, habrá que comerlos verdes pero si no los bajas y solamente los golpeas con las piedras, entonces se arruinarán y nadie los aprovechará.
- Es que, yo quiero ese mango...
- Mirá hijo: ¡todo tiene su tiempo!, ese mango cuando se le llegue su momento, el solo se va a caer, mientras tanto, agarra de esos que están a tu alcance y que ya están buenos, maduros, para comer y saborearlos.
- Lo que pasa es que, cuando aquel caiga, quizás yo, ¡ni cuenta me dé!
- No te preocupes hijo, yo voy a estar pendiente y cuando caiga, te lo voy a guardar.
- Está bueno pues -dije, muy a regañadientes, pero consciente que mi abuelito, ya no me dejaría tirarle piedras a ese "mentado mango".
Agarré unos tres de aquellos que estaban a mi alcance, y me fui a jugar pelota a la calle con Calín "Pataloca" y con René "Tequila", pero antes a saborear esa ricuras de ese árbol de mango/cereza que mi abuelito había sembrado en el patio de la casa, unos años antes.
En la tarde del día siguiente, cuando regresaba de la escuela (en realidad, regresaba de andar "capeando" allá en la "Poza de Tiguaya"), mi abuelito me esperaba con una sonrisa y... diciéndome esto:
- Hijo ¿te acordás del mango que querías ayer y que estabas apedreando?
- ¿Cuál? (es que, pensé que me iba a regañar porque alguien le había ido a contar que no asistí a clases, en esa tarde).
- El mango que estabas apedreando, ¡a lo cual te dije que mejor agarraras otro!
- Ahhhh, ¡ese!, si, ¡ya me acordé! (después de comprobar que no estaba enojado).
- Pues fijate hijo que hoy cayó, te lo guardé y aquí te lo tengo, esperame un momento, voy a traértelo (y se metió al dormitorio, adonde lo tenía).
Al salir, me lo tendió contento, lo agarré inmediatamente, le dí las gracias y cuando iba a salir zumbado para la calle, el me preguntó:
- ¿Qué aprendiste con esto, hijo?
-¡Que no tengo que apedrear los mangos!
- Si, eso es una parte, ¿qué mas?
- ¡¿Que debo ser mas calmado?!
- Muy bien, te estás acercando, ¡hay algo mas!
- ¡Que debo hacer caso a lo que ustedes, mis abuelos, me dicen!
- Si, hijo, eso ya lo sabías, pero... ¿qué mas?
- Este..., este, ¡no sé que mas, Papapaco!
- Debes aprender que, "todo tiene su tiempo", tenes que entender que, "todo pasa a su tiempo, nada pasa antes ni después, de cuando debe ocurrir". "¡Todo tiene su tiempo!".
- Es decir que, ¿debo tener paciencia?
- Si hijo, pero también debes tener disciplina, porque la paciencia sola, no es suficiente...
Agarré mi mango y me fui para el atrio de la iglesia, cabal en aquel lugar a la par de la entrada hacia la iglesia que el cura usaba, es decir, en la parte alta cerca del lado del altar, enfrente del convento y con vista hacia el norte, hacia los montes y montañas de la "Tierra Linda" que desde ese lugar se divisan y que, se revisten de bellos colores durante el transcurso del día, que el astro mayor ilumina con sus vibrantes rayos llenos de luz y energía de vida; a disfrutar de mi mango y a reflexionar sobre las sabias palabras que mi abuelito me había confiado en esa ocasión, una vez mas mi querido abuelito dándome muestras de sabiduría, "dictados" vivos sobre lecciones de vida.
Debo reconocer que paciencia y disciplina, son las virtudes de las que mas caso omiso hice durante mi infancia y juventud, es decir, fueron estas virtudes algo que realmente pasó prácticamente desapercibido en la mayor parte de mi vida pero que, cobraron mucha atención y presencia en mi existencia, con el llegar de la madurez y de la sabiduría que la experiencia otorga a causa de los golpes que da la vida al surcar esos rumbos oscuros, dolorosos, tristes...
Y han sido estas virtudes, la paciencia y la disciplina, las que en los momentos duros y estresantes por lo que las circunstancias me han obligado a sufrir en estos últimos meses, las que me han ayudado grandemente a salir avante, a estar bien, a estar erguido y dispuesto a seguir por estos rumbos, hasta que el Creador me diga que: "se me acabó la peseta".
En esos días en los que llegaban mensajes "negros", ofensivos, dañinos, dolorosos, acusándome de algo de lo que no soy culpable, fueron la paciencia y la disciplina, las que me mantuvieron firme en mi subsistencia, al dictarme que no leyera dichos mensajes negativos sin que pasara un tiempo prudente. Date tiempo (me decían) porque al final, la verdad saldrá a la luz, mientras tanto no leas esos mensajes, es mas, sabiendo su procedencia, ni los abras, déjalos así, sin abrir, date unos días y cuando sientas que estás fuerte emocionalmente, entonces ábrelos y si las vibraciones que percibes al comenzar a leer no son positivas, entonces para de leer y cierra esos mensajes, tu debes otorgarte un espacio para lograr tu salud emocional, tu debes pensar siempre en tu persona primero (me decía) y ahora, orgulloso cuento que en esos momentos, al hechar mano de la paciencia y de la disciplina, la figura y el recuerdo de mi querido "abuelito Papapaco", se acrecentaba y me ayudaba a seguir adelante, es que, esa tarde de octubre tratando de bajar ese mango a pedradas, se me venía a la mente y las palabras de mi querido abuelito, cobraban vigencia e importancia...¡todo tiene su tiempo!
Querida cipotada chula, gracias por acompañarme leyendo esta "Babosadita" hasta este punto final.
Un abrazo.