"EL MITO DEL TIGRE"

"EL MITO DEL TIGRE" 

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EL MITO DEL TIGRE


        El Mito del Tigre es un libro que recopila una serie de pequeños cuentos en forma de cartas individuales que, al seguir una sequencia cronológica, presentan una imágen grande sobre una historia, la historia del actor principal: El Tigre, sus vivencias y sus experiencias, llenas todas de un realismo que pretende llevar al lector hacia una etapa propia y real que bien pudo haber sido la del mismo lector, esto se intenta, a través del relato de estas situaciones de la misma manera cómo la vivió el protagonista principal y, cómo también la vivió el que lo escribe. Esto quiere decir que, el autor narra en cartas que envía a un tercer participante - y amigo en común de los dos-, Chepe Toño, lo que él pudo recoger de las experiencias que El Tigre y el mismo autor vivieron en las décadas de los 60 y 70 allá en la "Tierra Linda". En estas cartas, se comenta sobre situaciones personales de ambos, El Tigre y el autor -debido, logicamente a qué, sobre ellos está basada la historia- pero, también se puede percibir, la intención del autor de revivir y mantener las tradiciones y costumbres de nuestro pueblo, hablando de cosas y hechos que identifican a muchos en los campos del deporte, de la música, de la moda, de los poblados, también de hacer recordar los parajes y paisajes bellos y hermosos de la floresta y campiña salvadoreña y de despertar el orgullo de saberse nacido en ésa linda tierra guanaca.
        Se nota además, el compromiso social del autor, y su deseo de dar a conocer la realidad política que el pueblo vivía en esos días, cuando nos relata lo que a manera de rumores o "chambres" se comentaba en los diferentes rincones de los poblados y en los diferentes gremios y agrupaciones, es decir, el autor nos dá a conocer lo que la "Vox Populi" tan verídica e infalible presagiaba y temía que ocurriera; presagio que con el correr de los años, ya en la década de los 80 (incluso a fines de los mismos 70) demostró ser tan real y válido, para desgracia de los más débiles e indefensos. Todo ésto se logra, intentando siempre, mantener al lector entretenido y disfrutando de la lecturas de estas cartas que, a manera de capítulos se van dando una detrás de la otra, en un estilo -según comentarios de algunos lectores - único y revolucionario en este campo de la narrativa popular y con un lenguaje sencillo, tal cómo el que habla el pueblo, con todo y sus dichos, frases y refranes, es decir, este libro no está lleno de presumpciones ni intenta ser "pan de la mesa" de lexicólogos ni estudioso del idioma, mucho menos de críticos de rancia alcurnia. 
      Si habría de establecerse un paralelo para identificar o clasificar mejor este libro (en su narrativa no en su forma), creo que se colocaría un poco cercano a la obra del gran maestro Salarrúe.
       En síntesis, si el lector busca diversió
n, entretención, revivir de la vivencia guanaca y un punto de referencia hacia un pasado común, rico en historia, costumbres y tradiciones, El Mito del Tigre llenará estas expectativas al llevarle a travéz de un viaje hacia ese tiempo ya ido, ¡allá en mi "Tierra Linda!"
 
El Monsiour.               
Fullerton, CA. 7/25/98

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Capítulo I


¿Que Hubo hermanito Chepe Toño?

Ya tenía mucho que no te escribía, ¿verdad?, mirá papá, lo que pasa es que he estado muy ocupado man, pero, fijate que ahora estaba ahí por la piscina, (refrescándome ‘internamente” por que bañarse no se pudo debido al frío que extrañamente hizo, a pesar de lo que habían dicho los babosos esos de la televisión) y sin motivo alguno, me puse a recordar a algunas gentes de allá de nuestro pueblo, así, recordé a nuestros amigos; la Momia y su primo el Tigre, a Pichel, al Gallo, al Chino y otros. De todos ellos (y por supuesto de vos) es que me estuve acordando esta tarde, recordé aquella vez que fuimos a “tapiscar” a la finca de los papás de Pichel, ¿te acordás?, uta papá, que ahuevada y encachimbada me di, ¿verdad?, mirá es que, de plano yo ya me hacía alla arriba de la ladera con el saco hijuelagranmanzanadenuevayorkalasdocedelanochedeuntreintayunodediciembre ganándoles a todos ustedes pero, no se me hizo. 

Ahora al recordarme y contar esa pasadita, (en veces sin contársela a nadie) me dan ganas de ca....ntar de la risa, pero mirá papá, no es de eso que te quiero hablar ahora, te quiero contar unos bolados sobre el Tigre, es que, vos no lo creés pero, como ya te lo he dicho varias veces, ese cab...allero de plano que siempre… ¡tuvo leche con las mujeres! Fíjate que algunas veces yo tuve la suerte de verle en acción y sin paja te digo, no sé de adonde le salían las palabras pero, casi siempre, hacía que las muchachas le pusieran atención, me acuerdo de varias cosas pero, como no te las puedo contar todas de una sola vez, te voy a contar desde el principio, así como es que yo me acuerdo, ¿oíste?

Fijate que estábamos en primer grado, ¡sí!.....¡primer grado! cuando la niña Tere, nuestra profesora, llevó a otra profesora al aula de nosotros a enseñarle al Tigre, estábamos leyendo el abecedario cuando ella dijo: -con voz un poco fuerte y sonora- “¡ahí está mire, ese es el niño!”, todos volteamos a verla, ella estaba en el umbral de la puerta señalando al Tigre (quien estaba sentado junto a mí, en la banquita que era nuestro pupitre), la otra profesora dijo algo como: ¡si niña, tiene razón!, ¡claro! -replicó la niña Tere-, además tiene los ojos bien lindos, ¿verdad?, ellas siguieron hablando y al alejarse de nuestro “grado”, no pudimos alcanzar a oír lo que se decían.

En una rara tarde lluviosa del mes de abril -que nos detenía en nuestro afán de ir a jugar al patio- nuestra profesora llamó al Tigre, para que se le acercara al escritorio, al tenderle una nota le dijo: No se te olvide dársela a tu mamá, ¿oíste?, mi amigo, un poco dubitativo, le respondió, ¡no señorita!; ¡Uta mano!, todos pensamos que la nota era por el mal comportamiento del Tigre y que le iban a dar una buena regañada (o tal vez hasta una buena verg...uenza le podía dar por tanta travesura que hacía). Como nadie en el grado podía leer bien todavía, le sugerí al Tigre que le enseñara la nota a uno del segundo o tercer grado, ¡esos ya saben leer!, le dije. El Tigre se puso muy afligido y me respondió que no le enseñaría la nota a ningún alumno de la escuela ni mucho menos a su mamá…y… ¡así fue!

Al día siguiente, la niña Tere le preguntó:
- ¿si le había entregado la nota a su mamá?, aquel le respondió:
- si;
-¿Y qué dijo?, le preguntó la profesora,...
- este...este... ¡que estaba bien! -le replicó El Tigre-,
- entonces, decile que venga el sábado como a las 9 de la mañana,   ¿oíste?,
- ¿ah?, ¿el sábado? (preguntó El Tigre),
- ¡sí! le dijo ella,
- pero, ¿para qué tiene que venir ella? (preguntó El Tigre),
- ¿cómo que para qué?, para hablar sobre como te vamos a “arreglar” a vos, le replicó la profesora y enseguida dijo: “Buenos dias niños ahora vamos a hablar de.....” (Para empezar la clase de ese día). Púchica mano, el pobre Tigre, se puso bien colorado. Nosotros hasta nos empezamos a portar bien (del miedo, que teníamos) y no queríamos ni preguntarle al Tigre como se sentía él, es que, nos parecían muy claras las palabras de la profesora: “¡PARA VER COMO TE VAMOS A ‘ARREGLAR’ A VOS!”.

El sábado se llegó y con ello, el desenlace de esa situación (que, con mucho miedo y un poquito de morbo, esperábamos los que no estábamos metidos en el problema del Tigre); la mamá del Tigre, ¡ni se asomó! La profesora, antes de despacharnos para la casa (como a eso de las 11 y 45), se le acercó al Tigre y le dijo: “Parece que tu mamá ya no va a venir, decile que en la tarde voy a ir yo a platicar con ella, ¿oíste?” ¡...uta mano!, el pobre Tigre ya no pudo más y súbitamente pegó un gran grito que se oyó en toda la escuelita; enseguida se soltó en llanto - ¡a moco tendido!, con ello, la maestra le preguntó ¿que le pasaba? y él, balbuceando le contó la verdad; la profesora lo agarró de un brazo y se lo llevó para su silla, ahí ella lo sentó en sus piernas de ella y muy tiernamente le sobaba la cabecita, limpiándole las lágrimas, rosaba sus mejillas con las de él, con tierna suavidad le contó lo que la nota decía y.....¡juro que lo ví!, ¡¡¡ella hasta lo besó!!!, al momento de decirle: “Lo que dice mi nota, es que queremos que vos con tu mamá, nos sirvan como cuadro vivo en un acto que vamos a hacer, para celebrar el día de las madres, bobito lindo…” (y seguía acariciándolo, llenando de envidia a todos- o por lo menos a mí-). El espectáculo era hasta cierto punto conmovedor pero, yo podía apreciar que El Tigre, se aprovechaba de su cómoda situación y, seguía llorando el muy ¡ca...ntante de ópera!

Al salir de la escuela, todos queriamos platicar (o por lo menos estar cerca del Tigre), es que, él era el héroe del grado, el tipo de la película, el campeón de la pelea y sin duda alguna...el primero de todos en mi camada en estar entre los tiernos brazos de una hembra, el primero de tener apretujado contra su pecho (hombro, en este caso) los sensuales pechos de una mujer, el primero en sentir el palpitar del corazón de una dama, el primero en ser besado y acariciado por un ser tan divino y celestial como era la guapísima niña Tere.

En realidad, El Tigre se convirtió a partir de ese momento, en un ídolo para nosotros, sus amigos y compañeros, es que, muchos le recordábamos como “al que besó la niña Tere”, así empezó el mito sobre El Tigre de mi pueblo...

Bueno Chepito, ahi despues te sigo contando otros bolados del Tigre, ¿oíste?

Cuídate y salúdame a la Dinorita y a tus hijos.

Salú,
El Monsiour.


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Capítulo II

Hola Chetoñito!



Ya en mi carta anterior te hablaba sobre cómo fue que empezó el mito del Tigre, ¿te acordás? Y ese mito, se acrecentó considerablemente cuando, ya en cuarto grado, El Tigre salió bailando en un acto cívico (llevado a cabo en el atrio de la iglesia del pueblo), junto a la Cristela Cienfuegos, ¡la cipota mas codiciada de la escuela de niñas!, uta papá, vieras que bien bailaron aquella canción que dice así: “These boots are made to walk on, walk on, you...” y es que, no solo bailaron, si no que también al final de la canción se dieron un corto beso en el cachetito ante el aplauso de los muchos espectadores que estábamos ahí.


El espectáculo fue sinceramente maravilloso, el escenario decorado muy hermosamente y de manera romántica -diría yo-, con palmeras, luces de colores tenues y con un fondo representando al mar de noche, con una luna llena pintada al lado izquierdo del centro que le daba al ambiente un cariz tiernamente sentimental. El acto (primero y único que recuerdo que se haya llevado a cabo en el atrio de la iglesia) fue con el motivo de despertar el amor patrio, durante la guerra contra un hermano país, pero ese acto, ¡de guerra no tenía nada!, al contrario, pareciera que el motivo de esa reunión pública era para desabrocharnos la ataduras que impedían que aflorara el amor, para permitirnos que el corazón pudiera libremente palpitar al ritmo de las emociones dulces y sentimentales de las almas jóvenes (y de los no tan jóvenes, pues, ahí estaba hasta don Chilo, el zapatero, con su señora, bien “atortoladitos” bajo las ramas de un maquilishuat frondoso que adornaba el atrio), era realmente impresionante lo que se podía apreciar que hacían las diferentes parejas ahí congregadas con sus brazos y sus cuerpos meneándose rítmicamente hacia adelante y hacia atrás, de un lado a otro, al compás de la música que los seres románticos llevan en sus pechos; las palabras suaves al oído se repetían por doquier; las caricias ya casi parecían un ritual primitivo a la diosa luna y es que, la luna colaboraba a esta impresión al estar ahí como fiel testigo e instigadora, invitando al amor, insinuando que el amarse era bueno, hermoso y necesario. ¿Quién podría osar desafiar los designios de la luna y de la atmósfera tan cargada de amor? nadie,... ciertamente,... no ¡El Tigre!, ¡por supuesto que no! Ya este estaba junto a la Cristelita, sentado en un sofá de piedra y cemento del parque de mi pueblo; no mediaban palabra entre ellos, sin embargo, las palabras no eran necesarias cuando se tenía el lenguaje del amor (pero…realmente, ¿era eso amor, si solo eran unos niños?).


El Tigre estaba muy sonriente, cuando me vio venir, “Hey Monsiour, sentate con nosotros”, me dijo; quise responderle que no (en parte creo a la envidia que en ese instante le sentía) pero, justo en ese momento corría hacia ellos la Yennifer Juárez, luciendo todavía el bello vestido azul marino que su mamá (la niña Conchita) le había cosido y que, lo había estrenado en la presentación de una obra típica guanaca en el acto que aun continuaba ahí en el atrio de la iglesia,
-  “si Monsiour, sentémonos” me dijo la Yenni; no me lo dijo dos veces y rápidamente me senté junto a ella.
La Cristelita me preguntó -acribillándome de frente- “Monsiour… ¿y a vos no te gusta la Yennifer?”,
-   este, ¿qué? alcancé a decir ante el “pavor” que sentía,
-   ¿qué si no te gusto yo? (me aclaró la Yennifer),
¡ah! si mucho, -le dije-, haciendo un profundo esfuerzo por ocultar la tremenda “canillera” que tenía en ese momento,
-  entonces, “dense un beso así, miren” continuó la Cristelita y agarró al mentado Tigre quien, ni lento ni perezoso, le echó ambos brazos sobre el cuello de ella, fundiéndose los dos en un “nudo ciego”…, yo me quedé petrificado, viéndoles.

La Yenni agarró mi mano y acercó un poquito su cara hacia la mía, yo seguía ahí inmóvil, incólume, sin moverme y… repentinamente, El Tigre empujó mi cabeza causando con el impulso que yo diera el primer beso de mi vida. Este, fue muy rápido y fugaz, realmente efímero así como corto pero, sorprendentemente tierno, dulce y bello. Mi primer beso, que a partir de ese momento, sería por siempre ¡¡¡inmortal!!!


La banda municipal empezó a tocar, anunciando con ello el final del acto ahí en el atrio de la iglesia, inmediatamente -casi automáticamente- separamos nuestros cuerpos (para no despertar sospechas –pensamos-), sabiendo que nuestros padres podrían ya andar buscándonos y no era una buena idea que nos agarraran “in-fraganti” en el primer día de nuestro secreto (¿y pecado?).


Al despedirse de nosotros, ambas nos invitaron a vernos la noche siguiente, cerca de la casa de la Anita Góchez, vamos a decir que tenemos que ir a estudiar y nos esperan por aquel palito de paraiso, ¿oyeron?, si está bien dijo El Tigre, ¿a qué horas?, a las 7 porque a esa hora se pone mi mamá a ver televisión, -respondió la Cristelita-, y se fueron corriendo las dos cipotas, haciendo como que andaban jugando “mica”.


Uta Monsiour, me gritó El Tigre, ¡ya tenemos novia papá!, ¿si?, le pregunté yo, ¡claro!, ¿que no sentiste como te agarró la Yennifer pues? ¿y viste que gran amontonada nos dimos con la Cristela?, es que de plano, ¡esta si sabe amontonar!, sin pajas Monsiour, ¡esta es la mejor para besar de todas las “bichas” que yo he tenido!, fijate, me dijo el muy des...pistado; Yo también, -le respondí- (solo por no quedarme atrás, si bien sabía que era mi primerita vez que me atrevía a “estar” así con una niña), él, si tenía razón es que, ya tenía fama hasta de “pastelero”, ese era el Tigre, ese fue El Tigre, ¿será aun así El Tigre?, veremos más adelante...


Mira brother, como te voy a estar contando varias cosas del Tigre, ponete abusado y léelas todas ¿oíste?, porque después no quiero que me vayas a salir con que, te lo cuente otra vez porque no lo leíste o porque se te olvidó, además, para que se te haga mas fácil, van a ir en secuencia y todos estos “bolados” te los voy a titular; “El Mito del Tigre”, ¿oíste?


Vaya pues, saludame a tu Dinorita y a tus hijos.


Salú,
El Monsiour. 


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Capítulo III

¡Quiuvo Chetoñito!

Mirá papá, fijate que después de esa vez que estuve con la Yenni, ya ni la volví a ver; es que, yo aún no quería “tener” novia, pues yo todavía andaba pensando en jugar con chibolas, pacunes, yo-yos, trompos, piscuchas, capiruchos, también en jugar con los amigos, ladrón librado y hasta esos jueguitos que nos enseñaban los mayores como: “¡Le compro esa olla!”, “Por el puente de Aragón”, “Naranja dulce limón partido”, "¿Vende Aceite?", "Arranca cebollas" y otros que ya ni me acuerdo. Por eso, cuando el Tigre me fue a buscar a mi casa, yo andaba jugando y pues no fui a la cita, ¡ah! pero el Tigre si siguió con la Cristelita…

Fijate que todos los días nos reuníamos los del grado, por la pila de la escuela con el Tigre a oírle sus relatos sobre lo que había hecho la noche anterior con ella. Según me recuerdo, ellos fueron novios casi hasta que llegaron las clausuras en las escuelas, es que, la Cristelita por ser muy bonita la conden...sada, era muy codiciada hasta por los que ya estaban en el tercer ciclo (que entonces se llamaba “La Sección”) y como ella había salido de cachiporrista en su escuela para las celebraciones de la independencia durante el desfile del 15 de septiembre, pues, muchos la habían visto en traje tamaño “miniatura” y con ello, se había desamarrado una manada de “salvajes conquistadores” y el pobre Tigre, se cansó de tanto pleito, lucha, pelea y empujón que los más grandes le daban cada vez que el estaba con la Cristelita y que alguno de estos babosos los veía. A tanto llegó el problema que -según me contó el mismo Tigre- una vez, mejor optó por dejarla sola con un maje que le decían “Cachi”, es que, decía él, este tal Cachi, una noche que estaban allá por adonde don Casildo Rodríguez (QEPD), se les acercó y sin dar aviso, agarró del cuello a mi amigo y le dijo que el era el nuevo novio de la Cristelita y que si no le gustaba entonces que se agarraran a trompones ahí nomás, ¡al momento de sacar una navaja!, uta dijo El Tigre, ¡esto no es conmigo y salió barajustado el pobre. Después de eso, ni la volteaba a ver (por miedo que se le fuera encima, el Cachi, otra vez).

Bueno, fijate Chepito que yo no noté triste al Tigre, al contrario, eso como que le dio más brillos es que -como el mismo decía:

-“¡no me aguanto para que se lleguen las vacaciones!”,

- ¿y eso por qué?, le preguntamos algunos,

- ¡ah!-respondía él- es que con las vacaciones llegan las fiestas novembrinas, después la navidad y el año nuevo, y con estos acontecimientos, regresan al pueblo todas aquellas mamacitas que están estudiando afuera y ahí, ¡hay mucha madera…!

Bueno, la clausura de nuestra escuelita se llegó; aparte de los rostros compungidos, tristes y llorosos de los de sexto grado, no hubo nada extraordinario en el acto, ¡ah! pero, eso si, el mentado Tigre, no perdió el tiempo, es que, ahí por la mesita adonde estaba la “tienda de la escuela”, cabal entre la pared del segundo grado y el refrigerador, estaba el muy des.....pistado “amasándose” con la hermana de Luis “Mico”, y eso que ella ya tenía 14 años la muy ¡conden...sada!, Luis llegó bien bravo y se la quiso llevar a la fuerza pero, como ella era más grande y fuerte, de un solo jalón se lo quitó de encima y se llevó al Tigre para afuera de la escuela, ¡a saber para adonde!

Ya no vi al Tigre esa noche; al día siguiente, fui a buscarle a su casa pero, aquel no estaba. Su mamá me dijo que había llegado don Rafael (tío del Tigre) para llevárselo a Juayúa para enseñarle el oficio de la sastrería, me regresé un poco triste a mi casa pero, como a eso de las 2 de la tarde, llegó Jaime “Charamusca” a preguntarme si quería ir con él a uno de los ríos del pueblo; mi abuelita accedió a dejarme ir y ahí, solo agarré mi calzoneta (la única) y salimos corriendo para la casa de Jaime, adonde estaban ya ensillando los caballos y una yegua que nos llevarían al rio. Bien galán, recuerdo que nos fuimos (éramos como 10, contando con don Juan, papá de Jaime ¡y quien montaba al mejor caballo de todos!), cantando aquella canción que dice así: “Estoy contento, yo no sé por que lo siento, voy cantando soy tan libre como el viento, que viva el amor que.....”, llegamos al río y ahí, los problemas o penurias de mi corta vida... ¡se desvanecieron como por magia!

Con el atardecer encima, regresamos al pueblo y ya en mi casa, me contó mi abuelita que el Tigre, ¡había llegado a buscarme!, casi ni comí e inmediatamente me fui para el parque del pueblo, cabal ahí por la casa de don Toño Portillo estaba el Tigre, platicando con “Caluco”. Me alegré mucho de verle (a pesar de haberle visto la noche anterior) igual él, quien, al verme, se fue hacia mi para contarme su “odisea” que había vivido ese día allá en Juayúa.

Pero… ¿y por que no te quedaste? (le pregunté), es que fijate que esta noche me va a responder la Norita Castillo, me contestó.

Y así fue, la Norita se convirtió a partir de esa noche en la novia “oficial” del Tigre, ya al día siguiente el Tigre mostraba una sonrisa de oreja a oreja, es que, había logrado otra conquista mas pero... esto no duraría mucho..... Ya después te contaré por qué.

Bueno ya estoy durmiéndome Chepito, ahí después seguimos, ¿oíste?

Salú,

El Monsiour.









Capítulo XXI


Hola vos, mentado JoseToño; 

Mirá brother, deseo dedicar con mucho honor, este capítulo a mi querido hermanito Mario Cantor quien, me ha dado suficientes muestras de verdadera y sincera amistad e interés de leer mis “Babosaditas” que cuento sobre El Tigre y su mito ya que, casi siempre es el primero en leer las cartas que le mando a Chepe Toño en este mi humilde “librito”, en esta ocasión me dice que así era en efecto como el esperaba que fuera el “sopón” que disfrutamos en el bellísimo Lago de Coatepeque de nuestra querida “Tierra Linda” aquella tarde en mi lejana juventud; también a Letty Gómez pues ella siempre está a la espera del siguiente capítulo, según me lo dijo por teléfono. A ellos muy especialmente y a cualquier/a otro/a hermanito/a de raza buchón dedico este capítulo de ahora, esperando que sea de su agrado.

Aquí está... El Tigrito:

Fijate papá que, el miércoles siguiente, la Chayo (quien había regresado al pueblo el martes en la tarde) fue -bien temprano- a la sastrería de don Víctor Escobar (QEPD) a buscar al Tigre; como ahí le dijeron que aquel no había llegado todavía, se fue bien contenta a darle la sorpresa -según ella- al cuartito adonde vivía mi amigo. Al llegar ahí, cabal en el portón del mesón, Carlos “Melcocha”, le salió al paso, cuantiándola y dándole piropos y silbándole “¡¡¡que cuero...!!!”, ella, aunque se puso muy cu..... riosa, ante tal aprobación de parte de este, no le hizo caso y siguió con rumbo al 9 (número de cuarto del Tigre), entró sin decir palabra y al mover a un lado el “cancel” de plástico que estaba colgado de una pita, fue para descubrir en paños menores a mi amiguito y a la Zoila, ¡enfrascados en plena actividad!, fue tanta la sorpresa que se llevó, que solo atinó a gritar: “¡¡¡¡¡HIJOS DE LA GRAN PU.....ERCA!!!!!” y desparramando torrenciales lágrimas, se alejó de aquel lugar corriendo en dirección a su casa.


En plena clase de Inglés estaba, cuando oía los silbidos del Tigre; sin el permiso de la profesora Duarte, me acerqué a una ventana y vi como aquel me hacia gestos desesperados de querer hablar conmigo inmediatamente. En el siguiente recreo, me salí de escondidas, saltándome el portoncito que estaba en el zaguán del viejo edificio de la “sección”; afuera, El Tigre me contó mas o menos lo que había pasado, pidiéndome que fuera con el a platicar con la Chayo, acepté ir y nos encaminamos hacia la casa de aquella, pero, al llegar, nos encontramos con que ella no estaba y según su tía Paula, la Chayo había llegado corriendo y llorando, diciéndole que se iría lejos de ahí, ¡y que ya nunca regresaría al pueblo!


Desconsolados y tristes, nos fuimos de regreso para el pueblo. En el camino, El Tigre me decía que iría a Sensuntepeque a buscarla y que si no la encontrara ahí, la buscaría por todo el país, es que...la quiero Monsiour,..... ¡la quiero, man!....., a nadie he querido, solo a ella... ¡te lo juro Monsiour!; soltando unos alaridos desgarrantes que, sinceramente Chepito, me hacían sentir muy mal a mi también. Acordamos ir ese próximo sábado a buscarla.


Mientras tanto, un grupo de personas habitantes de los caseríos aledaños al de la Chayo, habían decidido hacer actividades para llevar luz eléctrica a esos lugares; en realidad, eran solo unos cuantos postes y el alambre pero, como ya sabés Chepito, los gobernantes ponían todas las trabas y obstáculos del mundo. La Menchita, se la pasaba solo encerrada y cuando salía, lo hacía rodeada de “cuilios”; el comandante en cambio, salía muy seguido, principalmente de noche (a ver a quien jodía -pensaban muchos-); así, se le veía, allá por la “calle sin ley”, amenazando e intimidando a cuanto cristiano se le cruzaba en el camino, principalmente, interrogando a toda persona que le pareciera nueva en nuestro pueblo.


Una tarde, cuando estaban reunidos los miembros del comité pro luz eléctrica, se presentó -escoltado por unos 2 “cuilios”- el Comandante, a que le rindieran cuentas (según dijo él) sobre lo que estaban haciendo, recordándoles -además- que cualquier actividad de recolección de fondos, debería ser aprobada por la alcaldesa pues, solo ella estaba autorizada a manejar dineros para cualquier actividad en el pueblo y los alrededores. Como ahí en esa reunión, no se estaba manejando pisto, se alejó del lugar, diciéndoles: “Que les quede bien claro, YO los voy a estar vigilando, asiesque, mas les vale que le informen de todo a la alcaldesa, ¿oyeron hijos de la gran pu...ma? Don Casildo (el esposo de la niña Paula, la tía de la Chayo), decía que le daban muchas ganas de zamparle el corvo a ese ¡¡¡hijuelagrandepresiondelosañostreinta!!! para ver si de verdad era muy macho el muy cu....antas cosas mas dijeron los otros presentes.


Ese viernes en la tarde que fui a la tienda de don Lucio Serrano (QEPD), a comprar un pliego de cartulina y dos de papel “bond” para un deber; vi a la Marta (la hermana de la Chayito) y le conté que al día siguiente iríamos a Sensuntepeque a buscar a la Chayito.




-   ¡La Chayo no está ahí, Monsiour!, está con mi tía Lina, ayudándole en el puestecito que tiene en el mercado cuartel; pero, yo mejor diría que no fuera El Tigre porque, a mí me dijo ella que no lo quería ver… ¡ni muerto!, aquella está bien brava y si va aquel, es capaz hasta de echarle la policía, mejor anda vos solo, es mas, ni deberías ir Monsiour porque, va a ser por gusto pues, yo la conozco y sé como es aquella de caprichosa y cuando dice una cosa, no hay quien la saque de ahí, nadie, ni siquiera mí mamá; la Chayo me lo dijo bien claro que no quiere saber nada del Tigre, ¡fijate!


-  Bueno, mirá Marta, yo soy también amigo de ella y me duele lo que les está pasando, fijate que dice El Tigre que, se arrepiente mucho de lo que pasó pues, él solo quiere a la Chayo y que, está dispuesto a convencerla a como de lugar para que vuelva con él.



¡Eso lo hubiera pensado antes el muy "ca...liente", ahora ya es muy tarde!, la Chayo dice que por mas que lo quiere, ¡jamás va a volver con él!, mejor decile al Tigre que se olvide de ella.



Púchica Martita, yo no le puedo decir eso, si lo hago, de seguro que le rompo mas el corazón al pobre.


        -  Bueno, si querés decile que me venga a ver y yo se     
            lo voy a decir, ¿oíste? 



Así lo hice, le dije al Tigre que la Marta quería hablar con él, por lo que, esa misma noche, aquel pasó por mi casa contándome que iba para la casa de ella, a platicar y de una vez por todas, ¡aclarar que él estaba dispuesto a todo por recuperar a la Chayito, dispuesto incluso hasta a casarse inmediatamente para demostrarle su amor!... y se fue.



Al día siguiente, estuve esperándole y no llegó, fui a buscarle a la sastrería de don Víctor (QEPD) y no estaba, fui a su casa y me dijo la Nora que no había llegado a dormir, fui al parque y nadie sabía de él, asiesque, deduje que ya no iríamos a buscar a la Chayito. 






En la tarde de ese sábado, me puse la “mudada” del domingo y me fui al “cinquiado” que la gente de los caseríos hacía cada sábado y domingo, para recaudar fondos para poner la luz; ahí me encontré con Oscar “chupete” quien, muy contento me dijo que, estaba esperando a unas cipotas y que quería que yo le hiciera barra con una de ellas, si hombre, ¡claro que si!, -le dije-, al ratito, llegaron estas 2 bichas un poco bayuncas las jodidas pero, vieras que bonitas eran Chepito; una se llamaba Dinora y la otra Carmen, a mi me tocó la Dinora porque, Chupete ya había hecho el amarre con la Carmen y así, nos pusimos a danzar, ¡cumbia tras cumbia papá! 






Fijate que como ahí se podía pedir las canciones, un “maistro” por ahí que andaba mero “tecolotudo”, solicitaba solo las mismas que eran: “Cangrejito Playero”, “Corazón Loco” y “Solo un Cigarro”, de tal manera que nosotros pues, ni modo a repetir los pasos con las mismas canciones hasta que, a Chupete se le ocurrió que nos fuéramos a tomar aire bajo la sombra de unos palitos de “Capulines” que enclavados en la cima de una montecito, allá un poco alejados y escondidos de la vista de los cristianos en el baile, brindaban una vista muy linda de la carretera pavimentada que conducía hacia San Salvador, así como de la línea del tren proveniente de El Sitio del Niño, del riachuelo “Agua Caliente” que al pasar bajo el puente blanco del tren, se perdía para no verse mas, absorbido y obstruido por los inmensos cañales de las grandes haciendas de esa bella región de la “Tierra Linda”, con los pájaros mezclándose entre las tenues brisas y los melancólicos rayos de sol que, ante la inevitable presencia de la diosa luna ya en puertas, se rebelaban y atrevían a lanzarse en un vuelco de alegría inusitada, al compás de los rumores que desde el pueblo venían y que, al mezclarse con el repicar de las campanas de la iglesia y el trinar de los pajarillos, se convertían en suave y romántica melodía para los oídos de los enamorados, interrumpida únicamente, por las “letanías” de las bandadas de periquitos que al pasar por aquellos lares, hacían piruetas en el aire y revoloteaban como queriendo quedarse por siempre ahí, como una estampa viviente de la inigualable belleza de nuestra “Tierra Linda”, haciendo todo ello un espectáculo impresionante que complacía y estimulaba a las almas que le contemplaran.







Las caricias se tornaron en estímulos sensuales que despertaban pasión y deseo y, tan solo debido a la falta de decisión -creo- los hechos no continuaron hacia la realización de un acto mas intenso. La satisfacción plena, no se logró pero, ante la inusitada e inesperada ocasión, se comprobó que la energía acumulada en nuestros organismos era clara indicación que la niñez era en cada segundo que transcurría, un concepto del pasado, cediendo paso a la transformación que pronto nos daría la forma de seres adultos. 







Regresé al pueblo ya entrada la noche; en mi casa estaba El Tigrito con una mirada de culpabilidad que no le había visto desde la vez aquella que al llegar a su casa, me dijo su abuelita Chus que ella estaba por los lavaderos del mesón y al acercarse –me decía ella-, le sorprendí al Tigre en completo silencio y abstracción, espiando, por debajo de la puerta a la niña Julia (la mujer de Ramiro) quien se estaba bañando…




-   ¿Que onda Tigre?, -le pregunté-,

-    este... ¡ya no fui a Sensunte Monsiour!,

-    si hombre, ya sé, te anduve buscando y ¡neles!;

-   este... es que estaba ocupado en unos bolados pero    

     ahí después te cuento, ¿vas a ir al baile?,

-   ¡no papá!, no creo, ¡yo fui al cinquiado fijate!

-   ¿Y que tal estuvo?,

¡bien!, mirá Tigre (me atreví a decirle) a vos te pasa algo y ahorita me lo vas a contar, ¿oíste?,

-  este, si Monsiour, está bien te voy a contar, fijate que.....



 Bueno Chepisque, ahí seguimos al ratito, papá.

Cuidate mucho, dales un abrazo a los niños y a tu mujer.

Salú, 
El Monsiour.

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Capítulo XXII

Chepetoño;

Fijate brother que, increíblemente, la gente nuestra me sigue dando muestras de aprobación a las “babosaditas” que escribo y que te cuento. Este capítulo, lo dedico muy orgullosamente a mi hermano Marito Cantor, como muestra de agradecimiento a su constante presencia y amables palabras de apoyo que me brinda, a Letty Gómez quien en esta ocasión me dijo por teléfono cuanto gusta de mis “Babosaditas”, a la querida Nubia Martínez quien me dice que se emociona muchísimo al ver la dedicación, profesionalismo y calidad con los que les cuento estas mis “Babosaditas” a través del “Mito del Tigre” y a mi hermanito, Alex Burgos diciéndome: “Siempre leo tus "babosadas/itas" y me gusta!!!!! Esa ida al lago es un "revivir" de nuestras propias "idas", salvo que yo te gané en mi primera experiencia porque yo pesqué !10!, la sopa estuvo deliciosa, siempre estaba. Nosotros íbamos con Rogelio Gil ("Chojoles" con mucho cariño), y con otros ilustres personajes amigos y de la misma generación de Don Rogelio, realmente se la pasaba uno bien, los "tapis" con la sopa eran "obligatorios", A tiempos esos mi hermano, jamás los olvidaremos, porque sería querer borrar episodios felices en un pueblo lleno de amigos, amigos que con el tiempo seguimos y queremos seguir conservando. Espero el XXII en "EL MITO DEL TIGRE".”  
  
De tal manera que a ellos y a sus seres queridos, con todo mi corazón, les cuento lo siguiente:

Esa misma noche, El Tigre me invitó a comernos unos helados de leche, adonde la niña Yolanda Guerra, al llegar, aquel ordenó 2 de los de 10 centavos y nos sentamos en unas sillas que rodeaban una de las mesitas redondas con manteles de plástico que llenaban aquella sorbetería/cervecería. Muy impacientemente mi amigo se levantó de su silla y se fue directamente a la cinquera, al dejar ir una peseta, escogió 6 canciones; entre estas, sonó aquella que dice así: “Me piden, que me aparte de tu lado, que deje un momento de adorarte...”, la que dice: “Amor adiós, no se puede continuar, ya la magia terminó...”, otra, “Hay luto en mi alma...” y “Querida mía, te acordarás de mi”. Yo notaba que al sonar de las canciones, mi amigo se ponía muy triste o melancólico, o por lo menos muy pensativo y se inmiscuía más y más en sus adentros, asiesque, le tiré de nuevo la pedrada.
Pues sí, Tigrito, ¿qué me vás a contar man?
-  Este, ¡fijate Monsiour que me ahuevo contarte papá!
¿Cómo que te ahuevás?, ¡si vos siempre me has tenido confianza!
-  Es que, esta vez, ¡sí creo que la ca…nté!
Mirá Tigre, dejate de babosadas y contame de una vez., ¿oíste?
Está bueno pues..., fijate que anoche, después de pasar por tu casa, fui a platicar con la Marta porque, como vos me dijiste que ella quería platicar conmigo...
-  Si, ¡eso me dijo ella!
-  Pues, fijate que fui y ella, como que no me esperaba pues, la encontré en bata de dormir; al oír ladrar al “tizón”, salió con la lamparita de aceite y al decirle que era yo, me dijo que pasara y que me fuera a sentar a las bancas debajo de los palitos de tigüilote, mientras ella se vestía, a lo que yo le dije que no había necesidad pues, yo solo me iba a estar un momentito ya que, solo le iba a preguntar algo rapidito.

Ella accedió y se fue cerca de adonde estaba yo sentado, se quedó parada ante mí y, empecé a explicarle cuanto quería a la Chayito y cuan arrepentido estaba de lo que había hecho con la Zoila, ella me interrogó varias veces si de verdad quería a su hermana, ante lo que siempre le respondí que sí ¡y que mucho! y que estaba dispuesto a casarme en ese mismo momento si fuera necesario, para demostrarle mi amor.

Como se me salían las lágrimas poco a poco, hasta consumirme totalmente en un mar de llanto, la Marta se me acercó para consolarme, abrasándome con sus largos brazos y recostando mi cabeza contra su vientre. De verdad te digo Monsiour que, sin sentir, puse mis brazos alrededor de su cintura, al acariciarme la cabeza con sus manos y al entrelazar sus dedos en medio de mis cabellos, un extraño y fuerte impulso me hizo acariciar toda su espalda, desde el cuello hasta las rodillas, y, empujado por algo inexplicable, fui lentamente levantando su camisón hasta que mis manos fueron capaces de palmar partes más íntimas de su humanidad, fresca y lozana aun, sintiendo como su piel se le erizaba ante mis caricias; suavemente fui alzando mi cabeza y al rozar levemente sus pechos con mi cara, ella se estremeció profundamente dándome un abrazo que me apretujó totalmente a sus hermosísimas protuberancias las que, ella liberó de su cárcel, así, las hice presas de mis labios ante lo que ella, se aprestó muy dócilmente a dejar que fueran totalmente expuestas a mis caricias y mis deseos, ella procedió a apagar la lamparita y en la obscuridad de la noche, ni siquiera las ladridos del “tizón” y otros chuchos que se oían por allá quien sabe donde, nos distrajeron ni fueron capaces de evitar que nos entregáramos totalmente en un acto erótico y salvaje...

Levemente como una sábana de la seda más suave, sentimos como una suspicaz y tenue lluvia humedecía nuestros cuerpos pero, esta, no podría tampoco, detenernos en nuestro embrujado deseo carnal. Y quizás por prohibido Monsiour, no mediamos ni una palabra en todo el tiempo que transcurrió pero, conscientes de nuestro pecado, pretendimos tomar una actitud “casual” y como de que ahí...nada había pasado pero, al querer despedirnos, nos traicionaron nuestras ansias pues, en lugar de salir con rumbo a mi casa; con el pretexto de entrar a la chocita a secar nuestras humanidades, abrasados y sin pensarlo, saltamos a la cama y así, pasamos la noche, pecando y liberándonos de esos secretos e insospechados impulsos que nos hacían hacer más y más ese acto salvaje e irracional y a la vez, ¡tan exquisito!
-  A la gran puchica Tigre, ¡esto si esta fregado man! ¿y que pensás hacer ahora?
-  Pues no sé, el problema es que, al despertarme esta mañana, la Marta se había ido ya a trabajar y no la he visto, para platicar y ver que hacemos, lo peor Monsiour es que, ¡no he podido dejar de pensar en ella man!, creo que estoy enamorado de ella, ¡fijate!, ¿qué creés que debo hacer?
-  Pues, yo podría decirte que hablés bien claro con la Marta y con la Chayo, aunque, si lo hacés, desde ya te digo que, vas a salir perdiendo pues, ¡ni una de las dos te va a querer ver la cara después!, otra cosa, y si la Marta te acepta, ¿cómo vas a hacer si ella es mucho mayor que vos?
-  Eso no sería problema porque, ¡no es tan mayor que mí!
-  ¿Qué no?, si ella te lleva por unos 10 años papá, ¡despertá, man!
-  Tenés razón, mirá, lo que voy a hacer es que, no le voy a contar nada a nadie y si ella quiere, pues seguimos así, ¿verdad?
-  ¿Si?, ¿y que pasa con la Chayito?
Uta Monsiour... ¡no se papá!, y la verdad... ¡no me importa ya!, pues de todas maneras, ella es quien se fue y como dice que no quiere saber nada de mi...

Al llegarse la hora de cerrar aquel lugar, me despedí de mi amigo y aun con sus palabras resonando en mi cerebro, me encaminé a mi casa, diciéndome a mí mismo, que tan difícil es la vida adolescente y pensar que, inevitablemente esta etapa ya estaba a la vuelta de la esquina para mí, ¿estaba preparado?

En el parque del pueblo, ponían un cartelón que siempre anunciaba los partidos de futbol que los equipos locales jugarían en los días domingos; en esa ocasión, el cartelón anunciaba un partido que se jugaría el siguiente sábado, es que, el gremio de maestros del pueblo, organizados en “ANDES 21 DE JUNIO” había invitado al equipo de los Cronistas Deportivos, quienes eran comandados por el señor Aldana y en el que, jugaban algunas figuras conocidas en nuestro país, como el señor “Goyo” Bundio y otros personajes del futbol. Como el señor Aldana, trabajaba en un diario nacional, la publicidad para el partido estaba garantizada y así, toda la población esperaba con muchas ganas la hora de ver este tremendo “mascón”. El día se llegó y, a pesar de haber llovido toda la mañana, el gentío no se hizo esperar en el estadio del pueblo, la entrada solo valía 10 centavos para los cipotes, asiesque con El Tigre, habíamos hecho planes de ir al partido, desde el primer momento que supimos que iban a jugar.

Esa tarde, como a la una, llegó mi hermanito, ¿nos vamos Monsiour?, si hombre, ¡vamonos! Como sabíamos que era un poquito temprano, nos fuimos a la finca que está a la par del estadio, a comer pepetos; fijate Chepito que, aunque aún estaban resbalosos los palos, nosotros teníamos tanta experiencia que riendo nos encaramábamos a aquellos pepetales tan lindos que la tierra guanaca da a luz y al estar allá en las ramas de estos, degustábamos de esos riquísimos manjares blancos que el fruto de estos nobles árboles ofrecen, dejando que las brisas un poco húmedas debido a las lluvias previas, humedecieran nuestros pequeños rostros ¡juveniles ya!

La hora del partido se llegó, de tal manera que nos encaminamos al estadio, entramos y al pasar por la gradería principal -por adonde vendía yuca, la mamá de René “Conejo”-, en busca de un buen lugar para presenciar el partido, noté que en medio de unas señoras y varios niños bien vestidos, estaban unos señorones dentro de los cuales, destacaba por su gran presencia y porte, ¡El EMBAJADOR DE ESPAÑA!; El Tigrito me invitó a que nos acercáramos a saludarle y él, bien afectivo, abrazó al Tigrito, presentándolo a los demás en su grupo, incluyendo a su esposa y su hija Mayte.
-  ¿Y qué haces Tigrito? (le preguntó),
-  este... ¡soy sastre!, señor embajador,
-  eso está bueno! ¿y sigues estudiando?,
-  este...!no!,
-  ¿cómo que NO? ¿y por qué?,
-  es que...está duro, tengo que ayudarle a la Nora con sus gemelitas y si voy a la sección, no voy a trabajar lo suficiente para mantenernos,
-  Mira, yo te prometí que te ayudaría ¡y nunca fuiste a verme!,
-  ¡lo que pasa es que me da pena!,
-  bueno, después del partido vamos a hablar ¿oíste?,
-  si está bien,
siéntense (nos invitó) y ahí, nos quedamos disfrutando de las gambetas del famoso señor Aldana y los demás visitantes que nos honraban con su presencia en mi humilde pueblo.

¡Y esto es todo por el momento mi querido Chepestique!

Salú, 
El Monsiour.

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Capítulo XXIII


Hola Chepe Toño:



Fijate brother que, en este lapso de tiempo he tenido algunas cartas que me han “llenado” mi espíritu, por lo que deseo expresar mi agradecimiento a mis lindos hermanitos que se me apoyan en esta mi tarea de dar a conocer lo bello de nuestra cultura  "buchona".



Dedico este capítulo con todo corazón a Letty Gómez (quien me dice “¡que menos mal que El Tigre ya no está por esos lados porque de ser así, este mi querido amigo no dejara santo parado!”), a Marito Cantor por sus constantes palabras de apoyo y a mi bella Milene quien me dice: “Estimado Edgardo, cada capítulo es una esencia de inmortales acontecimientos que como usted menciona, vivió en su juventud y ahora nos deleita con tan exquisitas memorias y detalles propios de nuestro pueblo. Gracias por compartirnos tan bellas, intensas, interesantes, jocosas y emocionantes memorias de EL MITO DEL TIGRE”.



Aquí está, el extrañado...Tigrito y su mito...



Mirá hermano, fijate que después del partido, el señor Embajador le dijo al Tigrito que el lunes siguiente fuera a buscarle a San Salvador. ¡Te voy ayudar y si no vas, el martes vendré a buscarte yo!, enseguida le dio 2 billetes de 10 colones y una tarjetita con su dirección.



El lunes bien tempranito, nos fuimos a la capital, como yo no había pedido permiso a mis abuelitos, le dije al Tigre que me esperara en el desvío del pueblo y yo iba a hacer como si me levantaba para ir al tercer ciclo; allá por adonde don Agustín Franco (QEPD) iba, cuando vi que aquel iba delante de mí –allá por el palito de almendra enfrente de la tienda de la familia Flores, Guardado- junto a una secretaria que trabajaba en la INSINCA (allá por Apopa) y que viajaba todos los días en camioneta (casi siempre se iba en “La Balsameña”); como ya más o menos me imaginaba lo que estaba pasando, no traté de alcanzarlos, si no que me rezagué un poco más. Al llegar al desvío, no hubo más remedio que acercármeles; mi hermanito me dio la bienvenida contándome que habían decidido que ¡acompañaríamos a la niña Nuria a su trabajo! No quise entrar en polémicas y como sabía que El Tigre habría que pagar por los pasajes y todos los gastos, no me preocupé de nada. Lo sorprendente fue Chepito que, cabalito al pasar un carro, estos le hicieron señal de “raid” y al parar el carro, El Tigre me empujó hacia la puerta de adelante y él -junto a la Nuria- se metieron por las puertas de atrás. Por todo el camino, me fui platicando con el dueño del carro quien viajaba de Ahuachapán hacia San Vicente, porque esa mañana cerraría un negocio de unos cuantos sacos de maíz, -me contaba-, mientras aquellos, iban en lo mejor de su “negocio” en el asiento de atrás del carro. Ya en la capital, al pasar ahí por el edificio donde estaba anteriormente el correo en la propia Calle Rubén Darío, la Nuria le dijo al señor que parara el carro porque había visto una compañera de trabajo, al bajarnos, nos fuimos rápidamente para la parada del urbano y al presentarnos a su amiga, la Nuria le “sugirió” que se “enfermaran” y que mejor nos fuéramos a dar un vueltín los cuatro; la amiga de la Nuria hacía como que no quería pero, al final aceptó, preguntando:

-   ¿Y adónde vamos a ir, pues?,

-    vámonos para el lago de Ilopango -dijo El Tigre-,

-   ¡no! dijo la amiga de Nuria (de quien no sabíamos su nombre, todavía) ¡yo tengo ganas de ir a la playa, vamos al puerto (se refería a La Libertad)!,

¡ay...yo no! -dijo la Nuria- es que no me quiero llenar de arena salada, ¡mejor vámonos para la Puerta del Diablo!

- ¡SI! (dijimos los demás),

pero, hay que ir a comer algo antes, por que como yo siempre como al nomás llegar al trabajo, ¡ahorita me estoy muriendo del hambre! (dijo la amiga de la Nuria),

-  bueno y ¿adónde vamos? -preguntó El Tigre-,

-  vamos al Restaurante El Occidental -dije yo- y, como a todos les gustó la idea, agarramos para esos lados.



Al ir en camino – a puro “dodge”-, la amiga de la Nuria, me preguntó mi nombre, al esponderle que yo era ¡El Monsiour!, ella se mostró un poco sarcástica aunque (creo), le atrajo un poquito el dejo de misterio de mi pseudónimo, respondiéndome que ella era la “Madam Geña”, o sea ¡Eugenia pues vos! y como me dicen “Jeña” pues soy la "madageña", ¿me entendés? -continuó ella-  (¡uta Chepito, fijate que todos nos pusimos a ca... ntar de la risa!).






Después de “echarnos” unos frijolitos negros con crema, plátanos fritos, un pedazo de queso duro-blandito, un pan francés y cafecito (¡la ‘Madam”, se tomó una taza de leche!), dispusimos emprender el camino hacia la Puerta del Diablo. Como no conocíamos bien por esos lados, agarramos la camioneta equivocada, una que iba para los Planes de Renderos; al darnos cuenta, nos dio igual. Llegamos al parque y aquel dijo: “Bueno cipotones, ya estamos aquí, ahora a gozar del momento, la Nuria y yo, nos vamos a ir por este caminito, ¡ahí vean ustedes que hacen!”, eso sí, a las 12 nos vemos ahí por ese palo de Eucalipto -señalando hacia un frondoso árbol que majestuosamente posaba al lado derecho de adonde estábamos-. La Madam empezó a caminar hacia abajito de ese lugar, yo la seguí y al llegar a la par de ella, me dijo, fijate que por aquí esta una piedra bien grande ¡desde adonde se tiene una vista bien chiva!, bueno, ¿cómo está eso? ¿Que no dijiste que no conocías por aquí?, si hombre, lo que pasa es que no quería ir a la Puerta del Diablo porque a mí me gusta más por aquí. Y si tenía razón pues, al llegar a la piedra de la que me hablaba, sentí como un halo de oxígeno puro, me llegaba hasta lo más profundo de mis pulmones, revitalizando y acelerando mis ímpetus juveniles. Desde este lugar se podía apreciar gran parte de la floresta salvadoreña; de ahí, casi no se veían casas, mucho menos edificios y la sensación de paz y tranquilidad era impresionante (a pesar del murmuro en forma de zumbido que llegaba); San Salvador queda a la izquierda de aquí (me explicaba) pero, si querés ver la ciudad, lo mejor es subir al cerro de San Jacinto. De ahí, sí que plano se ve toda la capital, incluyendo Apopa, Nejapa, partes de Aguilares, El Paisnal, San Martín y muchos otros pueblos y ciudades, también, desde la punta del volcán, incluso desde el Boquerón, se puede ver gran parte de nuestro lindo país, ¿has subido ya al Boquerón? -me preguntó, sin darme tregua-, este no, ¡todavía no! (le respondí), uta,¡ a ver cuándo vamos!, vieras que belleza es también, fijate que hay una camioneta que sale desde el parque San Martín de Santa Tecla todos los días y al regreso te podés venir en ella o caminando a través de los cafetales yo ya fui como unas cuatro veces fíjate. Desde allá arriba, se divisa un gran pedazo de la “Tierra Linda” y si querés, podés bajar al fondo del cráter, adonde algunas gentes siembran maíz y tiene hasta chuchos y gallinas; yo estaba totalmente inmerso en la charla de geografía nacional que me estaba dando, cuando la Jeña me preguntó

-   ¿si tenía novia?,

este ¡sí! (le respondí, al sentir que me había agarrado en curva),

-   ¿y cómo se llama?,

este... se llama... ¡¡¡Chayo!!! (le dije sin pensar y sin saber ¿por qué?),

-   ¿y la querés Monsiour? -me volvió a preguntar-,

-   si ... ¡mucho! (respondí),

bueno mirá, aquí no está ella y nunca sabrá que te veniste conmigo, asiesque, olvidate de ella por un momento y abrazame, ¿oíste? -me ordenó-,

-  no dije nada, sin embargo, lentamente y con mucho miedo, tendí mi brazo izquierdo para abrazarla, ella se me acercó y poniendo su mejilla junto a la mía, hizo que mis temores se disiparan momentáneamente, aunque yo creo que ella sintió mis canilleras porque, de repente me dijo:

mirá Monsiour, soplame el ojo ¡es que siento como que me entró algo!, cabal me prestaba yo a soplarle el ojo cuando ella me sorprendió dándome un beso y agarrándome brutalmente haciendo que nuestros cuerpos se fueran dando vueltas sobre la grama y hojas humedecidas por el rocío de la mañana.



Así pasamos la mayor parte, yo no sé si ella hubiera gustado que emprendiéramos otra acción pero, yo ciertamente no sentía ¡que estaba preparado para llevarlo a cabo!, ganas me sobraban pero, no me sentía capaz de iniciar algo que nunca había hecho y, ante el temor de dar a descubrir mi novatez, optaba por emprender otras acciones para desviar la concentración. Y así, entre besuqueos y caricias y palabras y gestos y promesas y cosas por el estilo, se nos pasaron las horas, al buen rato oímos como con sus gritos, la Nuria y El Tigrito nos andaban buscando.



- Monsiour! nada de lento el niño ¿verdad? (dijo la Nuria), al momento de ponerse a reír todos ellos,
-  nooombre Nuria, respondió La Jeña, si fijate que dice que tiene novia pero... ¡para nada se acordaba de ella! (otra vez se pusieron todos ellos a reír),
-  ah, ¿sí? y ¿cómo se llama tu novia Monsiour? (preguntó la Nuria),
-  se llama Chayo (respondió rápidamente la Jeña),
-  ¿¡COMO SE LLAMA!? (inquirió El Tigre),
-  ¡Chayo! (reafirmó la “Jeña),
-   uta Chepito, fijate que El Tigre se me quedaba viendo con una cara de… ¿no sé si enojo, celos o incredulidad? Y como queriendo saber más pero, por pena por las muchachas que estaban ahí, mejor se quedó callado.


Nos regresamos a la capital y después de comer en un comedor de por ahí en Barrio Modelo (bien cerquita del zoológico), nos fuimos a meter al Cine Apolo porque ahí estaban dando la película “The Getaway” (La Huida) con Steve McQueen y Ali McGraw que, la Nuria quería ver desde hace muchos días; adentro del cine, la Jeña siguió en su asalto contra mi humanidad. Mirá Monsiour, te voy a enseñar como besar bien ¿oíste? -me decía- ¡y emprendía aquel ataque contra mi boca!

Como a eso de las 4 de la tarde, dispusimos regresarnos al pueblo; del Hula Hula agarramos un micro de la 101 y salimos para Tecla, nos bajamos en el parque Hernández de adonde tomaríamos una camioneta para el pueblo y la Jeña se iría para su casa en la Quezaltepec. Fijate Chepisque que, ahí estábamos cuando llegó un maje en un “pick up” Datsun color café; se paró enfrente de nosotros y agarró a la Jeña del brazo, ella se le acercó dándole un beso y presentándonos al Tigre y a mí, como los hermanos de la Nuria; aquel se tragó el cuento y bien contento se llevó a la Jeña rumbo al poniente, camino para la colonia...

En una de las “Ragua” nos encaramamos y nos fuimos para el pueblo, cabal enfrente del parque nos bajamos y la Nuria le dijo al Tigre que no le fuera a andar contando a nadie sobre ese día y, que si quería, que llegara allá por la pila pública, cerca de la casa de ella, como a las 11, que ella iba a salir por el cerco de alambre de la parte de atrás de su casa; El Tigre le respondió que tal vez iría y que si lo hacía, le iba a silbar, como señal. Se despidieron con un ¡salú pues!, ¡como si nada hubiera pasado entre ellos!

Al llegar a mi casa, nos preguntó mi abuelito (QEPD) que ¿adónde habíamos estado?, traté de mostrarme calmado, respondiéndole que, después de salir del tercer ciclo, había ido a traer al Tigre para ir a la finca de “Chipopo”, ¡no sean mentirosos! - dijo él-, los hemos buscado por todos lados porque un señor que dice ser el Embajador de España ha estado tratando de hablar por teléfono todo el día con El Tigre y el mensajero de ANTEL, ha venido por lo menos unas 5 veces en todo el día para dejar el recado. ¡Uta papá! -gritó El Tigre- ¡vámonos para el telégrafo ahorita Monsiour! y nos fuimos hechos una bala…

Bueno Chepisquín, ahí te sigo contando después ¿oíste?, por el momento saludame a tu señora, diciéndole que me alegro que ya esté mejor de salud y que se cuide mucho, ¡besos y abrazos para tus hijos!

Salú, 
El Monsiour.

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Capítulo XXIV



¡Hola Chepeto!



Te cuento que ahora no me han llegado cartas, en realidad solamente me llegó una de mi querida hermanita Letty Gómez quien me dice que estas aventuras que pasamos con El Tigre, a veces le causan tristeza, a veces lágrimas y a veces risas de solo imaginarnos en tantas cosas que hicimos juntos El Tigre y yo.

También me da las gracias por hacer vivir las emociones de esos tiempos junto a mi casi hermano.

Y finalmente, me pide que ponga una foto mía de esa época cuando sucedieron estas cosas (algo que con mucho gusto haré mas adelante); de tal manera pues que, con mucho cariño para ella especialmente, cuento este 24avo. Capítulo de mi humilde “librito’, esperando que sea del agrado del/la hermano/a que lo lea.

Pues fijate brother que, llegamos al telégrafo e inmediatamente le pedimos al telefonista que nos diera línea con San Salvador y aquel trató y trató pero, ¡neles! Como ya nos conocía, al despedirnos nos dijo: ¡La cantearon ustedes babosos, con ese señor pues según se oía estaba muy interesado y urgente en hablar con El Tigre!, si hombre Samuel -le respondimos- y nos encaminamos de regreso a la casa y yo que iba tan preocupado por no haber ido a ver al embajador, que de plano me sorprendió realmente, cuando El Tigre me sale con la pregunta si de verdad:

-   ¿La Chayo era mi novia?,

-   ¿qué decís Tigre?,

-  contestame (dijo él) de verdad ¿es tu novia la Chayo?,

- NOOOOOOMBRE Tigre ¿cómo te ponés a imaginar?, (repliqué),

bueno es que como vos dijiste eso allá en el parque...,

mirá papá, ¡lo que pasa es que yo me ahuevé decir que no tenía novia!,

si eso está bien pero, y ¿por qué dijiste el nombre de ella? (preguntó otra vez),

-  ¡A LA GRAN PU…MA, NO SE, MAN!,

bueno Monsiour yo te pregunto porque, a mí me daría gusto que vos tuvieras una novia tan calidá como ella y al mismo tiempo, ¡quisiera que ella tuviera un bato ver...daderamente astral como vos!,

-  ¡Ah!, ¿qué decís? (interrogué),

¡si hombre Monsiour de verdad que ustedes harían una buena pareja!,

uta Tigre y entonces eso quiere decir que vos no la querés ¿vea?,

fijate Monsiour que siento algo bien chévere por ella -si vos sabés que ella… ¡fué mi primer amor, man!- pero… ¡sé verdaderamente que no puedo serle fiel ni a ella ni a nadie! y ella -por ser tan belleza, como es- no merece un maje como yo, ella estaría bien para alguien ¡así como vos!

La sorpresiva confesión de mi amigo, me llevó a entenderle y aceptarle tal como era, es decir, el confesaba (sin decirlo) que llevaba una inseguridad en su alma y que esta, se manifestaba en el hecho de no saber si era amor o no, lo que sentía por la que fue la primer mujer en su vida. No le dije nada sobre lo que pensaba, mencionando únicamente esta frase, para salir del compromiso: “Si tal vez tengas razón, quizás la Chayo y yo hagamos una buena pareja pero, para eso, ella tiene que saberlo y estar de acuerdo!” y nos fuimos, caminando por la calle polvorienta que nos condujo al parque del pueblo y de ahí, hacia la casa de mis abuelos adonde, iríamos a cenar; por la casa de don Anselmo Villalobos íbamos cuando, nos pasaron unos cheros corriendo (entre estos iban Alex Burgos, Alex Larín y Herbert Valencia, entre otros), ¡¡¡apúrense corran que ahí viene la patrulla reclutando!!! (nos gritaron), nosotros salimos barajustados, y alcanzamos a llegar a la casa de la niña Tancho Peña de Regalado, es que, como ella le gustaba sacar unas sillas mecedoras al andén de su casa, para sentarse a saludar a los que pasaban por ahí y a disfrutar de las brisas vespertinas que aligeraban un poco el calor tropical de nuestra “Tierra Linda”, las puertas de su casa, estaban de par en par y ella, quien justo en esos momentos se disponía a encender su radiola para escuchar los vals y tangos que le gustaba disfrutar, dio un brinco del susto que le causamos al entrar como caballos a todo tropel a su mansión.

- Niña Tanchito disculpe la bulla y la molestia (le dije), ¡es que fíjese que venimos del telégrafo y nos siguieron los de la patrulla por que andan reclutando!,

- ¡ay! mis hijitos de mi alma, han de estar bien asustados ¿verdad?,

- ¡Si, doña Tanchito! (salió al encuentro El Tigre), fíjese que, venimos de tratar de hablar con el Embajador de España quien quiere que yo le haga unos pantalones y esos bandidos de la patrulla nos quisieron meter presos…

- Uuuy...eso sí que está mal, muy mal (dijo ella) y ¿cómo es que conocen al Embajador de España?,

- Ah, bueno, lo que pasa es que como la que fue nuestra profesora de quinto grado, la niña Lety es amiga de él, le contó que en la sastrería de don Víctor Escobar (QEPD) hacemos buenos pantalones y el pues, quiere que yo le haga unos.

- Bueno miren niños (dijo ella) mientras se van esos bárbaros que andan ahí molestando a la juventud, váyanse a la cocina y díganle a la Tere (una de las sirvientas de ella) que les dé algo de comer, después vamos a ver si podemos comunicarnos con el señor embajador, ¿está bien?,

¡si... está muy bien niña Tanchito! (respondió mi hermanito).

Ella continuó poniendo los discos “long play” de 33.½ RPM de Carlos Gardel con sus “Rondalla”, “Uno” y “Media Luz” y los Mozarts con sus “Cosi Fan Tutte”, “Marriage Of Figaro Overture” y el maravilloso “Piano Concerto No. 21 in C Major K467 - Elvira Madigan”, mientras nosotros... nos encaminamos al cuarto que servía de cocina y en el que aún estaban la Tere y la Nena; una, limpiando a mano los utensilios de plata y los trastes de china uno a uno, mientras la otra, lavaba afanosamente las toallas, mantas y manteles que habrían de ser guardados hasta que les tocara su ocasión de ser de utilidad. Nos vieron con una sonrisa de picardía evidente, de seguro, ya habían escuchado nuestra conversación con la niña Tancho y (creo que) ¡hasta ya nos esperaban!

- ¡Ay mirá Tere quienes están aquí!,

- Si niña, ya los vi, ¡son El Tigre y El Mesías!

- ¿¿¿Mesías???, ¡yo no me llamo así!, ¡¡¡yo soy El Monsiour!!! (reclamé) pero, pareció no importarle a nadie y enseguida, mi amiguito le pregunta a la Tere (¡con una tranquilidad bien pasmosa!):

- Bueno Teresita, y ¿qué nos vas a dar de comer, pues? o ¿querés que nos vayamos de aquí?, ¿que creés que no tenemos hambre, ha?; para mi sorpresa, ella respondió;

- ay papaíto ahorita te caliento unos espaguetis con todo y queso “palmeriano” ¿oíste?,

- está bien pero… ¡apurate vos! (replicó aquel).

- La Nena, nos preguntó ¿si queríamos irnos a comer al comedor o si nos quedabamos ahí, en la cocina?,
- El Tigrito le respondió...aquí mamacita, para estar más en confianza...,
- si es mejor aquí –asintió la Nena-
Enseguida, ella nos colocó unos platos bien limpiecitos, clarito me acuerdo fijate Chepito, que eran de un color cremita con unos dibujos de unas flores rosadas, resaltando con unas de un moradito tierno y hojas color café quemado, las tazas y pailas eran igualitas y los cubiertos, eran bien brillantes. Nos sirvieron la comida en una olla (¿o se dice “bolo”?) del mismo color que los platos y un tenedor de plata bien grande; la Tere dijo que regresaría en un momento. Yo le pregunté a la Nena adonde iba la Tere y ella me respondió que iría a llevarle el té de perla al doctor, quien estaba -como era su costumbre- ¡leyendo en su oficina!, aquella regresó y lo primero que le preguntó al Tigre fue…
- ¿Que si todavía andaba con la Chayo?;
- mi amigo le respondió bien tranquilo que ya no porque ella, ¡era ahora mi novia! y que él, se quedaba solito y triste, ¡otra vez!
- De seguro ella te mandó al carajo por pastelero, ¿verdad?
- ¡No, qué va!, lo que pasa es que ella y El Monsiour siempre estuvieron enamorados...
- ¡Má!, Tigre (le respondió la Nena) si yo les vi varias veces amontonándose y dicen que vos ¡hasta “viviste” con ella!
- ¡Saco! ¿Quién dice eso?, lo que pasa es que ella por tal de acercársele al Monsiour me agarró a mí, ¿vea Monsiour? (decía aquel),
- pues la verdad que yo no creo (saltó la Tere),
- ni yo tampoco (prosiguió la Nena);
- Bueno y como quieren que se los compruebe? (preguntó mi hermanito),
- ¡ay!...yo no sé, ¡ve! (dijo la Tere, quien parecía estar muy interesada en este tema);
- mirá mamacita, te lo voy a demostrar como querás, a la hora que querás, para empezar...ahorita te voy a dar tu regalo, ¡vení! (le dijo, al momento de agarrarla de la mano y halarla hacia sí), ella no se resistió y topándose contra un trastero de fina caoba bien grande y bonito que estaba contra una pared, las humanidades de ellos se fundieron ¡en un abrazo y beso violento!
- ¡uta… muchá!, estense quietos que puede venir la niña Tancho (trató de interrumpirles la Nena) pero, la Tere le respondió,
- ¡ve vos por lo que preocupás!, bien sabés que ella no viene a la cocina, mucho menos a esta hora, además...si me ve y no le gusta... ¿qué me puede hacer?, ¡si ella no es ni mi naná chís! y siguieron en su “amontoneo”, mientras yo comía y la Nena se quedaba hasta visca, ¡viendo a aquellos!
Unos minutos más tarde después de comer, salimos de la cocina y nos atravesamos el bello y bien iluminado patio, el que tenía, como pieza principal una fuente con la figura de un delfín tirando agua por la boca, en medio de unos arriates llenos de geranios, gladiolas, rosas, violetas, jazmines y otras bellas flores que la niña Tanchito sembraba y que, muchas veces yo había alcanzado a ver y apreciar través de las puertas y ventanas, cuando pasaba por esa casona. La Nena fue la primera en salir, la niña Tancho estaba platicando con la niña María y don Manuel Luna quienes, iban a un rezo adonde la niña Fide y se habían detenido un rato para saludarse; al irse ellos, la niña Tancho nos preguntó:
- ¿si nos había gustado la comida?,
- ¡si doña Tanchito! (salió mi hermanito, ¡otra vez!) ¡la comida estuvo muy buena!,
- ¿si verdad?, ¡es que la Tere cocina rico! (dijo ella),
- ah... ¡eso sí!, eso sí que es cierto, ¡ve! (dijo con sarcasmo, El Tigre).
Bueno ahora vamos a hablarle al señor embajador, ¿verdad? (dijo ella);
Sin esperar respuesta, agarró el teléfono y marcó el número de la oficina local de ANTEL. ¿Sí?... ¡aló!, habla Tránsito de Regalado, ¿me podría marcar un número de San Salvador, por favor?, (.....), ¡si, de San Salvador!, (.....), ¡ah! necesito el número del excelentísimo señor embajador de España, ¡por favor!, (.....), pasaron algunos minutos de silencio,..... ¿Aló?,.....Si buenas noches, soy la señora Tránsito de Regalado y me gustaría hablar con el excelentísimo señor embajador, (.....), (pasaron varios segundos...)..., ¡ah!, señor embajador, ¡tengo el placer de saludarle de nuevo!, ¿cómo ha estado?, (....., ....., ....., ....., ....., ....., ....., ....., .....), pues mire señor embajador fíjese que tengo en mi casa a los jóvenes Tigre y Monsiour quienes me cuentan que quisieron comunicarse con usted pero, les fue imposible, (....., ...., ....), ¡ah claro que sí!, (..., ...) no, no se preocupe, ¡será un placer! (..., ...,..., ..., ...), adiós y saludos a su familia… ¡Pues si!, dice el Embajador que mañana va a venir a hablar contigo Tigrito, como no pueden salir de aquí, si quieren se pueden quedarse a dormir, la Nena les puede arreglar un cuarto y yo voy a mandar a la Tere que les vaya a avisar a sus familiares para que no estén preocupados, ¿está bien?, El Tigrito no se tardó ni ½ segundo en responderle que le agradecía muchísimo su gentileza y buen corazón y que si no era demasiado abuso el preferiría hacerle caso y quedarse a dormir ahí, ¡para evitar el peligro de andar allá afuera!, bueno, ¡ni hablar! (dijo ella). Nena arréglales un cuarto y dile a la Tere que vaya a avisarles a sus familiares, mientras tanto muchachos, ¡vénganse a la sala para ver televisión!
Eran como las 10 y media de la noche cuando la niña Tancho se disculpó y nos sugirió que nos fuéramos también a acostar; así lo hicimos y unos minutos después, cuando el silencio reinaba en toda la noche de mi apacible pueblo, El Tigrito salió del cuarto rumbo a otra aventura...¡inevitablemente!, yo me quedé despierto por unos instantes más pero, me venció el sueño y el trinar de los pajaritos y la tenue y tibia luz del amanecer, me despertaron justo cuando mi amiguito entraba al cuarto para “simular” haber estado durmiendo ahí todo ese tiempo.
Bueno papá, ahí te seguiré contando sobre este importantísimo día en la vida de mi amiguito, ¿oíste?

Salú y portate bien… que de nada te sirve, 

El Monsiour.


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Capítulo XXV



Hermanito;



Fijate que la bella gente buchona me sigue escribiendo cartas y comentarios acerca de este mi humilde “librito”, así, tengo los siguientes:



Marito Cantor me dice: En cada capítulo hay una frase, un apodo, una canción o un suceso que despierta memorias extintas en la mente de los que vivimos la época pero tuvimos que salir a otras tierras y otras costumbres; gracias Edgardo por otro fantástico capítulo. Letty Gómez dice: Como nos transportamos a esos tiempos y este librito cada vez se pone más interesante. Milene Martínez dice: “Son tantos detalles, las acciones tan insospechadas, la hermandad del Tigre y el Monsiour, los pincelazos con los que describe” la Tierra Linda, que es como ver toda la historia a través de un video”. De tal manera que con mucho cariño para todos-as mis hermanitos-as buchones-as, adonde sea que se encuentren y en especial a Marito, Letty y Milene dedico este capítulo, espero sea de su agrado:  



¿Que hubo Chepitorio?



Mirá man, fijate que el embajador llegó, como a eso de las 10 de la mañana (según me contó El Tigre) y, básicamente lo que hizo fue decirle a mi hermanito, ¡¡¡que él estaba pensando muy seriamente en adoptarle como hijo propio y llevárselo a vivir con su familia a San Salvador!!! ¡Uta Tigre! ¿y vos que le contestaste? (le pregunté), este... púchica Monsiour... fijate ¡que no le dije nada papá!, es que... ¿cómo se debe responder a una cosa como esta?, a mí -de plano que- me agarró por sorpresa y por el miedo, ...no le pude decir sí o no, asiesque, te estaba esperando para que vayamos a platicar con tu abuelito y ¡pedirle consejos!, está bien Tigrito (dije), vamos a platicar con él...y así, llegamos a mi casa, mi abuelito estaba deshierbando unas matas de caña de azúcar que había plantado en el patio, cerca del cuarto que ocupaba como bodeguita. ¡A tiempo vienen cipotes! (nos saludó), ayúdenme a recoger toda esta cizaña y malas yerbas pero...tengan cuidado no se vayan a herir, es que tienen unas espinas bien puntudas y ponzoñosas, mejor agarren unos chiriviscos secos, levántenla y llévensela para el basurero (apuntando con su mano derecha, sudorosa y temblante), después de eso, nos ordenó que nos subiéramos al palo de naranjas que, se mostraba muy colorido y feliz, con casi todas sus ramas llenas de grandes naranjas amarillas; entusiastamente, nos encaramamos con gran facilidad; desde arriba, empezamos a lanzar los hermosos frutos cítricos tan olorosos y jugosos también (según lo comprobamos). Con una canasta llena, mi abuelo se sintió complacido y le pidió a mi hermano que se la llevará a la niña Tancho. Esa señora es muy buena gente y lo que hizo por ustedes anoche, debe de agradecérsele aunque sea de esta manera humilde -nos confió-, bueno...ahora díganme:



-    ¿Qué es lo que desean?,



-   este… ¿te acordás que te hemos contado sobre la vez aquella que nos visitó el embajador de España para la fiesta que hicimos?,



-   ¡Sí!, claro que me acuerdo, también me contaron que había venido a ver un partido de futbol ¿verdad?,



-   ¡Si es cierto!, pues fijate que esta mañana vino a platicar con El Tigre y lo que le di......



-   Este fijese (me interrumpió El Tigre) que me dijo que me quiere adoptar como hijo y llevarme para San Salvador y vivir con su esposa y su hija,



-   ¿Y? (preguntó mi abuelo),



-   este… ¡Que yo no sé qué hacer! -replicó mi hermanito-,



-   mirá Tigrito, esto realmente requiere de mucho razonamiento, no se puede tomar una decisión tan a la ligera y vos deberías tomarte tu tiempo, te sugiero que te hagas preguntas sobre lo bueno y lo malo, sobre las ventajas y desventajas, sobre lo que tu cabeza te dicte y sobre lo que tu corazón te indique (yo consumido totalmente en la plática, me mantuve al margen pues, mi atención estaba centrada sobre lo que me parecía ser un consejo muy acertado, con el tiempo -y ya con varios kilómetros recorridos- me pareció eso muy cercano o parecido a la famosa “Dialéctica” o al “Método Decartiano” o a las ponencias de Hegel, en su afanosa búsqueda sobre el yo interno de todo ser humano).



-  El Tigrito logró explicar que esa tal vez sería la única oportunidad en su vida de llegar a ser alguien, si no -continuaba- siempre voy a ser un humilde y pobre sastre, incapaz de ofrecerle a alguna mujer un futuro cierto y sólido y, si acaso llegara a tener hijos, estos -de seguro- jamás podrán tampoco aspirar a un futuro alentador, compréndanme...por favor...(dijo sollozando),



-   Tigrito tenés todo el derecho de aspirar a eso y más (dijo mi abuelito), yo no te estoy diciendo que lo hagas ni que no lo hagas, la decisión será tuya y, cualquiera que sea, tené por seguro que la comprenderé y te apoyaré, eso sí (continuó) no te olvidés que, al tomar una decisión estarás inevitablemente afectando a otras personas,



-  ¡es verdad! (acordó mi amiguito), ni me acordaba de la Nora y las gemelas, si yo me voy, ¡nadie les va a ayudar!,



- ¿ves cómo es importante que lo pensés muy bien?, mira Tigrito (seguía mi abuelito), hablá con el señor Embajador, preguntale todo lo que se te venga a la cabeza, exponele toda tu problemática, recordá que él te quiere ayudar y estoy seguro que hará todo lo posible para que tu decisión sea la más acertada,


-  ¿si verdad? (respondió aquel), fíjese que me dijo que el sábado iba a venir a la casa de la niña Tancho, dijo que traería a doña Mayte (su esposa) y a su hija Jackelyn, ¿si quiere vamos?, es que, hasta la niña Tancho me dijo que llevara a mi hermana, que van a asar unos patos a la mandarina porque también va a venir el hermano de ella y su familia, ¿qué dice?

Fijate Chepito que, una de esas noches hubo una gran balacera en el pueblo, eran como las 2 de la mañana cuando la tronazón de las balas, nos despertaron a todos, yo hasta quería salir a ver que era pero, mi abuelita no me dejó, se oía como que venía de adonde las Paniagua, es que, como ellas tenían un “centro de libertinaje”, era costumbre oír de relajos, bonches, peleas y trifulcas que se armaban especialmente los fines de semana. Al apaciguarse la cosa, nos volvimos a entregar a los brazos de Morfeo pero a la mañana siguiente, ya se sabía en todo el pueblo que el Comandante se había ido a meter a ese lugar, buscando al “Chele Mico”, es que según decían, el “Chele” se había levantado a la alcaldesa y se la había llevado para La Libertad adonde, se pusieron una buena “papalina” y se quedaron a dormir en unas champas y que, la Juana “Cabuya” los había visto y cuando el Comandante la quiso meter presa por no pagar los “impuestos”, esta, bien enojada, la había gritado en su cara que era un gran mari....do, maje y pen....saba que no tenía hue....sos quebrados pero que, los pantalones le quedaban muy grandes, ¡te están comiendo el mandado, maje!, (dicen que le gritaba cuando aquel la llevaba arrastrada del pelo y de las piernas, para las bartolinas del pueblo).



Pues dicen que, después de meter presa a la Juana, se fue hecho una chinchintora para la oficina de la Menchita, enfrente de don Agustín Pérez (el síndico municipal) quien le estaba dando cuentas, y sin decirle nada a alguno de los dos, le dio un solo verg...uenza siento de esto, en la mera cara, a la pobre Menchita quien, se fue trastrabillando hasta que su cabeza se estrelló contra una mesa de centro que tenía un vidrio en la parte de arriba, y salió -todavía- rechazada hacia el suelo, adonde cayó de una vez, dando un golpe pesado y sórdido al entrar en contacto su cuerpo con el suelo de fríos ladrillos de cemento rojos, y azules; atontada por unos segundos, su cuerpo pareció retomar la clásica forma de un feto o la de un embrión y, no contento aún, el comandante se volteó en dirección de don Agustín y amenazantemente, le gritó en su cara: “¿Y vos que me ves hijuep.....oeta?”, “¿Te vas a meter a defender a esta pu....ma”?, “¿A lo mejor vos también te la estás co…rtejando verdad?” y al abalanzarse contra el síndico, se deslizó sobre los vidrios rotos de la mesa de centro, ¡dándole tiempo a aquel a que se escapara del cuarto y salir barajustado!

El Comandante mandó a llamar a los policías y les ordenó que cerraran la alcaldía y que reunieran a todos los empleados en el salón de bailes, una vez ahí, les dijo que la alcaldesa se había desmayado pues, estaba bien enferma y que mientras ella se estuviera recuperando en su casa, el sería quién tomaría su lugar, asiesque, todas las entradas del “visto bueno” de los animales, de los impuestos, de los fondos por parte del gobierno, las donaciones y hasta de las multas, deberían dárselas a él personalmente, no quiero que le anden contando nada a la gente y si llego a saber de alguno de ustedes que ande hablando mie...les sobre mí, no solo lo voy a mandar a la mi....sa del domingo, sino que también los voy a zampar preso, ¿me oyeron?, ¿me entendió señor síndico? (dijo refiriéndose a don Agustín).

Mientras tanto, el sábado se llegó, mi hermanito se había quedado a dormir en mi casa y hasta andaba “estrenando” una mudada, formada por una camisa manga larga color celeste/azul y un pantalón gris de “Sincatex” que el mismo había hecho, se le veía muy ansioso y -lógicamente- nervioso.

- No te aflijás hombre (le dije), con una sonrisa, me respondió como para mostrarme que todo estaba bien,

- mirá Monsiour -dijo abruptamente- aunque yo me vaya, ¡jamás te voy a olvidar hermanito!

Y con los ojos humedecidos por las lágrimas que me emanaban de mi alma, le vi partir hacia la cita más importante de su vida; y yo, suplicándole al Todopoderoso que se acordara de él, dándole una oportunidad de poder realizar sus sueños y anhelos pues, sufrimientos y dolor...¡ya había tenido demasiados!

Y ya no puedo continuar Chepitorio, !ahí sigo otro día papá!

Salú 
El Monsiour.

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Capítulo XXVI

Chepitonio;

Aquí está El Tigrito y su mito:

No me lo vas a creer papá pero, ese día, yo no salí a ningún lugar por estar pendiente de lo que le pasaría a mi amiguito; en la Escuela Parroquial había una tarde bailable, en la urbanización de la Chayo había el “cinqueado” que cada sábado y domingo hacían para recaudar fondos, varios de mis amigos estarían en el estadio jugando futbol, algunos de ellos irían a Tutunilco o a caminar a los montes cercanos pero, yo no me sentía con deseos de andar vagando, yo solo quería saber que le pasaría a mi amiguito. Por la misma curiosidad, junto a Calín “Pataloca” pasé varias veces por la casa de la niña Tancho y, a parte del Mercedes Benz negro del Embajador y del Land Cruiser azul (que asumí era del hermano de ella), no vi nada más; es que ellos, (los que estaban adentro) teniendo todo lo que necesitaban en esa casa, no tenían necesidad de salir a la calle.

Desde la acera de enfrente, se oían las risas distinguidas entre los chasquidos que los cubiertos de plata causaban al tocar los platos de china y el del hielo al chocar con los vasos de cristal. Yo me moría por las ganas de estar adentro pero obviamente, no me era posible, teniendo que conformarme con la idea que pronto El Tigrito me contaría todo lo que en ese momento y adentro de esa casa se estaba hablando y discutiendo.

Ya como a eso de las 5 de la tarde, mientras yo estaba jugando una güimba de capirucho con Moncho Mayén, allí en la acera de la casa de la niña Amanda Suncín, llegó mi amigo a la casa, adonde estábamos bien ansiosos, incluso hasta la Nora y sus dos gemelitas habían llegado desde temprano para saber que es lo que pasaría con El Tigre, este, se presentó ante nosotros, bien radiante y feliz

-    ¿Que pasó Tigrito? (le lancé la primera pregunta),
-    pues...señores... ¡les cuento que me siento muy agradecido con Dios y con el señor Embajador por que, esta tarde descubrí que todavía hay almas especiales y bondadosas en el mundo y seres bellos sobre la faz de la tierra! El señor Embajador me aceptó como hijo temporal pues, le pedí que me dejara estudiar el tercer ciclo aquí en el pueblo para no dejar de ayudarle a la Nora y el me respondió que no solo me permitiría eso, si no que, ya no tendría que trabajar porque él vería que la Procuraduría General de la República se encargara del caso de la Nora y que además, le buscaría un trabajo, para que ella, ¡ya no tenga que depender de mí!
-     Púchica Tigre, ¡me alegro mucho papá! (dije yo),
-     ¡que bueno está eso! (agregó mi abuelito),
-     ¡Bendito sea Dios! (expresó mi abuelita).
-    También fíjense que me dijo el Embajador que quería que me buscara un lugar mejor para vivir pues el lo pagaría y que, me consiga un tutor para que me enseñe matemáticas pues yo le conté que en esa materia tenía dificultades, asiesque, mañana mismo voy a ir a platicar con la niña Laura, para que nos dé un apartamento de los que ella tiene de alquiler y voy a buscar un profesor para que me ayude con mis matemáticas.

La alegría reinó en nuestra casa esa tarde, mi abuelito hasta se aventuró ir a “la Mimosa” a comprarse una botella del “cognacquito” que le gustaba y se puso bien chévere el ambiente, El Tigre le dijo a mi abuelita que no cocinara esa ocasión pues, el nos invitaría a todos a comer pupusas,

-    Fíjense que me dijo el Embajador que en la casa de ellos, tendría un cuarto para mí y que, debería ir -por lo menos- una vez por semana, ¡para que me fuera acostumbrando a vivir junto a ellos!, también me dijo el Embajad.....
-   ¡TU PAPA! (le interrumpí), tenés que empezar a llamarle así Tigrito (continué), acordate que el hecho de adoptarte, ¡le hace a él tu padre!;
-    uta Monsiour!, tenés razón hermano... ¡deberé empezar a llamarle así! ¿Vamos a traer las pupusa Monsiour?, me indicó mi amigo - haciendo un movimiento de cabeza-, acepté y, nos fuimos de camino, mirá -dijo aquel- vamos por adonde la niña Tancho para que veas que linda está la hija del hermano de ella, ¡es decir su sobrina!;
-    ¿que, qué? (le pregunté);
-    si hombre, vamos a ver esa chulada de mamacita, vieras Monsiour que esa es -sin nada de paja-, ¡la mujer más linda que vos y yo hemos visto!, está preciosa, bella, ¡¡¡hermosa!!!
-     Púchica Tigre y ¿que no la viste ya pues?,
-    si papá pero, es que quiero que vos también la veás para que te encu... mbrés de admiración hacia ella también..., fijate que la muy cabroncita, ni siquiera me volteaba a ver, es que, le parece que yo soy muy poca cosa para ella pero...a mi eso no me molesta por que sé..... ¡que tiene razón!;
-   ¡NO! Tigre, eso no papá, ¡jamás digás eso hermano!, nunca pensés que sos menos que alguien, tal vez ella sea muy bella, rica y educada pero... ¡eso no te hace de menor valor que ella, ni de nadie papá!;
-     bueno, tal vez tengás razón, ¡vámonos!

Llegando a unos metros de la casa de la niña Tancho, notamos que ya se estaban despidiendo el Embajador y su familia, mi amiguito me urgió a que nos apuráramos, con un: “apurate papá para que podás ver ese ¡cul.....to a la belleza de mujer!”, casi corriendo, pudimos llegar a tiempo de despedirnos de ellos, el Embajador quien ya estaba adentro de su automóvil, salió para darle un abrazo paternal al Tigrito y echándome su brazo sobre mi hombro izquierdo, me dijo: “Espero que nos visites más a menudo, ¡Monsiour!”, ¡Oh si!, claro que si, señor Embajador, “No.....no, no me llaméis más así, de ahora en adelante llámame Tío, ¿si os place?”, está bien (respondí pero, no me convencía a mí mismo de ello); El Tigre aprovechó el momento cuando se me acercó el embajador, para mirar alrededor y localizar a la sobrina de la niña Tancho, al comprobar que aún estaba adentro de la casa, me indicó con un movimiento de cabeza que viera en dirección de la sala. Nos despedimos del Embajador quien segundos más tarde emprendía su retorno a la capital a través de la calle empedrada que le conduciría a la carretera pavimentada rumbo a San Salvador.

La niña Tancho se detuvo por unos minutos más a platicar con unas señoras vecinas que regresaban de comprar pan dulce de la tienda de la niña Mélida y mientras hablaban de lo enmontado que estaba el atrio de la iglesia, todo lleno de zacate, nosotros dirigíamos nuestras miradas hacia la sala principal de la casa, adonde, sentada en uno de los sofás de piel color azul marino, junto al imponente reloj de piso “Jergen’s” color caoba obscuro con un barniz bien brillante, contrastante con el bello cuadro colgado de una pared representando una escena de la vida citadina de una gran urbe europea (al mejor estilo de Van Gogh o Seurat o Degas o Renoir), estaba aquella dulce creatura de Dios quien, de seguro al presentir sentirse observada, volteó su cabeza a nuestra dirección y dirigiendo su mirada hacia mis ojos, hizo que mi cuerpo se “petrificara”, que el pulso se me dilatara y que mi corazón se detuviera momentáneamente; sin saber que hacer, me quedé a su merced y ella -sin perderme la vista- empezó a levantarse lentamente; al estar totalmente de pie, su porte de bella joven doncella era bien claro y definido, sus pantalones negros, ceñidos a su cuerpo, ayudaban a resaltar sus bien torneadas y largas piernas y su pequeña blusa, color amarillo oro con un artístico nudo al frente, dejaba ver su ombligo; encaminándose hacia mí, al pasar a través de una ráfaga de luz solar que inadvertidamente se colaba entre las cortinas que adornaban las ventanas, pude observar como sus ojos se enriquecieron con un chispazo de sol que los iluminó y convirtió los que hasta ese momento eran unos inexpresivos órganos, en unos bellos y melancólicos ojos color miel; yo, paralizado en ese lugar, sentía como una vorágine de instintos se paseaban en mi subconsciente; ya enfrente de mí -a unos escasos pasos-, al estar totalmente distraído (más bien, ¡atraído!) por esa inexplicable belleza emanante de sus ojos, no noté que ella me preguntaba algo; no fue hasta que El Tigre me sacudió con un codazo, que volví a la tierra y ella, al notar mi abstracción, dibujó la sonrisa más angelical que mis ojos habían visto, dándole una expresión más hermosa y real a su presencia la que, hasta ese momento, había sido etérea, sublime, ¡casi celestial!,

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-    ¡Ssssi! (fue todo lo que mi boca me permitió decirle),
-    ¿entonces vamos? (preguntó ella),
-    ¡vamos! (le respondió El Tigre).

Sin saber adonde nos dirigíamos, nos fuimos los 3, caminando por la acera de la casa de la niña Tila, pasando por la zapatería de don Sergio Criollo (QEPD) y, fue hasta cruzar la calle en la esquina, que me di cuenta que íbamos al Batilandia.

Al ir a la par de esta hermosa muchacha, sentía como sus bellos cabellos dorados, rozaban graciosamente mi cara, movidos por la brisa vespertina, y el aroma de su piel se me impregnaba totalmente llenando mis pulmones y envolviéndome en un ensoñante y embriagante estado. Su sonrisa era como una armoniosa tarde de verano -con el trinar de los pájaros y el tremor del viento al mover las hojas de los árboles-. Su bien delineada cara se acompañaba de unos simpáticos camanances que le hacían mucho más atractiva y a la vez...tan...lejana de alcanzar…

Regresamos a la casa de su tía (la niña Tancho) y absorto aún en el embeleso de su presencia, no reparé (ni recuerdo aún a estas fechas), que clase de sorbete pedí, quien pagó, cuanto tiempo nos tardamos en ir y regresar, es decir, solo sé que esa tarde de mi pueblo, estuve a la par de la mujer más bella que mis ojos habían visto en toda mi larga vida de unos 13-14 años y que “todos” mis sentidos habían observado; justo al llegar, su familia estaba afuera, buscándole y al verle, su mamá le increpó por haberse ido sin darles ningún aviso, bueno la tía Tanchi estaba presente cuando nos fuimos y ¡solo quería un sorbete! (replicó ella), si pero no dijiste adonde ibas, ¡nos tenías preocupados, hija! (salió al encuentro don Roberto, su papá), ay...papi, ¡si yo ya no soy ninguna niña! (dijo ella, al momento de abrir la puerta de atrás del Land Rover y saltarse hacia adentro). Don Roberto continuó con los abrazos y besos de despedida, agarró de la cabeza al Tigre y dirigiéndose a los dos, nos dijo: “¡Cuiden a mi hermanita muchachos!” (Refiriéndose claramente a la niña Tancho). Abordó el vehículo y al voltear con rumbo a la carretera pavimentada, desde la ventana trasera, aún abierta, aquel portento de mujer levantó su mano para despedirse de mí y giñándome un ojo, la vi alejarse ya en la entrada tarde.

-     Uta Monsiour, vamos a traer las pupusas papá (me recordó El Tigre),
-     ¡de verdad papá! vamos.
-     Mirá man, ¿verdad que está linda “MI” mamacita? (me preguntó aquel),
-    si man, está bien linda pero, sin ganas de joderte papá, te tengo que decir que ella, ni te volteó a ver Tigre, yo creo que no le gustás, ¡ni le caés bien! creo que no deberías hacerte ninguna ilusión;
-     Yo sé pero, eso no quiere decir que no tenga derecho a soñar, ¿verdad?


Ante una pregunta que no tiene respuesta correcta ni equivocada, ante un reclamo por un derecho tan de él, como mío o como de cualquier ser humano, ante un anhelo tan propio, tan simple y a la vez tan complejo, no me quedó más alternativa que...dejar que mi silencio se convirtiera en un buen cómplice y aliado de una esperanza que, secretamente….. yo también albergaba.....

Ah cosas de la vida, ¿verdad Chepito amigo?

Te seguiré contando al rato, brother, porque me tengo que ir a bañar.

Salú 
El Monsiour.

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Capítulo XXVII



Hola Chepe Toño:



¿Y como has estado brother?



Mirá yo te ruego me disculpés la falta de cortesía de mi parte, al no haberte preguntado últimamente, acerca de la Dinorita y tus hijos, la verdad brother es que, he estado bien ocupado trabajando en AURA, para tratar de “ayudar a la niñez-juventud mas necesitada de nuestra querida Armenia”.



Tambien, quiero agradecer a Gladys Ayala de Soriano quien me mandó un bello mensaje en el cual me dice lo siguiente:



Hola Edgar, acabo de terminar de leer el ultimo capitulo (XXVI), de tu libro, he leido todos los capitulos y como te he dicho antes,no quiero parecer repetitiva, pero la verdad esta estupendo, tiene de todo, es emocionante, alegre y triste a la vez, a veces me da nostalgia, pues siento que yo vuelvo a vivir esa epoca, y lo mejor de este capitulo, fue haber visto tu foto en esa edad tal como te recordamos todos los que te conocemos desde esa epoca o antes.

Espero el siguiente capitulo, al igual que todos los demas, y te animo a que nos sigas deleitando con tu libro.

Gracias por compartirlo con todos nosotros...



De tal manera que para todos/as mis hermanitos chulos/as, adonde sea que se encuentren y en particular a Gladys Soriano, dedico este capitulo de mi humilde “librito”.



Bueno, ahora sigo contando sobre nuestro amigo El Tigre.



Al día siguiente fuimos a platicar con la niña Laura quien, le dijo al Tigre que no tenía en ese momento ningún apartamento disponible pero que, dentro de poco tiempo habría uno pues, el profesor que lo ocupaba, había sido mandado hasta una escuela mixta del pueblo de Estanzuelas, como castigo por haber participado en la huelga de ANDES 21 de Junio, “esperame unos diítas ¿oíste?” (le pidió ella).



Después de algún tiempo, El Tigrito, ya no se hizo presente a la sastrería de don Víctor Escobar (QEPD), ni siquiera a mi casa, lógicamente, me extrañé un poco y fui a buscarle a su “cuartito”, la Nora me dijo que aquel, solo llegaba a dormir y que, no sabía nada más. Al ir de regreso, cabal enfrente de la casa de don Pedrito Cañas (QEPD), me encontré con “Tilinte”(QEPD) quien muy sonriente -como siempre- me preguntó si iba a ir a jugar al cinqueado esa tarde, a lo que yo le respondí que iría si encontraba al Tigre primero, ¡ah! (me dijo) ¿y por qué no vas al dormitorio público? ¿Adonde decís? ¡Al dormitorio público Monsiour!, ¿qué no sabés que aquel está enseñándole a leer a los cipotes huérfanos? Con mucha sorpresa, satisfacción e incredulidad, escuché aquellas palabras de “Tilinte” (QEPD) y me encaminé al dormitorio público, adonde, sentado en una cama de pitas sin cobijas ni almohada, mi amigo (haciendo caso omiso de las picadas de las miles de pulgas, apretujadas en los rincones entre la madera y las pitas) deletreaba la palabra sagrada: M-A-M-A (que leía de aquel muy recordado y lindo silabario que muchos/as utilizamos para aprender a leer, ¿te acordás?), enfrente de unos 6 cipotíos chorreados y hambrientos quienes haciendo a un lado su hambre y frío, se prestaban bien afanosamente a repetir. El Tigre no me había visto llegar, fue hasta que uno de los cipotíos se me quedó mirando con una sonrisita tímida que delató mi presencia, después de unos minutos a las espaldas de aquel,

silabario

-    ¿Qué hacés aquí Monsiour? (me preguntó),

-    pues te ando buscando man (respondí), como ya tenés varios días de no llegar a mi casa, ni de ir a trabajar, ¡pensé que algo te había pasado!,
-    no papá (me respondió), ¡lo que pasa es que, como ya no tengo necesidad de ir a trabajar, he decidido hacer algo de provecho para los que tienen menos que yo, voy a enseñarles a leer a estos cipotes, para que puedan superarse y mejorar sus oportunidades de llegar a ser alguien!,
-    ¡uta papá, eso está muy bueno, me gusta mucho lo que has decidido!



Me alejé de ese lugar con una alegría y gozo en mi corazón, llevando algo en mi alma que me hacía sentir orgulloso de ser amigo del Tigrito.



Una mañana, hubo un rumor que se regó rápidamente en el pueblo, en el casino de don Esteban (QEPD), en la Batilandia, en la peluquería de Mingo, en el mercado, en el tercer ciclo, en el estadio, en fin, por todos lados se hablaba y comentaba el chambre de lo que había pasado la noche anterior; resulta que, El Tigre, con La Momia y Alfonso “El Peche”, se habían acercado al velorio del abuelito de Neto “Balín”, en la casa de la niña Abelina Contreras, con el propósito de ir a “vigiar” a las “Popotito” quienes junto con sus papás (que eran bien amigos del difunto), estaban ahí desde la tarde, ayudando a barrer la casa, a amarrar los tamales, a poner las sillas, a acarrear leña para preparar el café y hasta a encender las velas. Como no había mucha actividad nocturna en el pueblo, muchos “tunantes”, varios “chiviadores”, algunos jugadores, los siempre borrachitos y vagos, se hicieron presente y en medio de los familiares y amigos del difunto o de su familia, ese rincón de ese barrio de mi pueblo, apareció como “cobrando vida” (¡aunque fuera solo por una noche y en esas circunstancias!), varias casas vecinas mostraban focos y luces eléctricas en sus aceras y andenes, muchas personas del vecindario habían sacado sillas para compartir con los transeúntes y para brindar descanso a los que desde los caseríos y cantones habían llegado a la vela, la niña Chila había llevado su canasto con su venta de dulces, chicles, fósforos, gallitos, mentas, garrapiñadas, quiebradientes y por supuesto cigarros, ¡si hasta parecía fiesta, fijate Chepito!

Pues, como te decía, el chambre era conocido por todos lados y no había esquina, calle o parte del pueblo adonde no se oyera de eso. El chambre era sobre lo que había pasado durante la vela en la casa de las “Popotito”; Yo lo supe por fuente fidedigna (me lo contó El Tigre) y es que, aquellos se habían puesto de acuerdo ya con las 2 hermanas y la prima de ellas, es decir, las 3 “Popotito” para verse ahí en el velorio. Según me contó mi amigo, ellos llegaron como a eso de las 8 de la noche y aquellas, al nomás verlos, se fueron para afuera de la casa con el pretexto de que adentro hacía mucho calor, le dijeron a su mamá que estarían ahí afuera y que si acaso, irían adonde la Miriam “Payulo” a ver la novela un ratito, resulta -me dijo aquel- que, debido a que por ahí había mucha gente, nos fuimos para abajo buscando la casa de la niña Estela Rojas, por que en ese lado no había mucha luz y el andén tenía unas gradas escondidas que estaban hechas “cabalito” para amontonar, ahí nos estuvimos un buen rato las 3 parejas pero, fijate que la niña Estela salió a orinar al andén y como de seguro estaba adormitada, no se fijó que cabal le estaba echando los orines al “Peche” quien, para no ser descubierto, no dijo nada y dejó que se le mojara toda la espalda, la Delmy fue quien sugirió que nos fuéramos para la casa de ellas a lavar la camisa de aquel y, todos aceptamos; nos fuimos, una vez allá (me seguía contando El Tigre), al saber que estábamos solos en aquella casona, empezamos a amontonarnos y a besarnos y a acariciarnos, tanto que, cada pareja fue buscando su “escondite”, “El Momia” se encerró con su “bicha” en el cuarto de ellas, “El Peche” y su pareja, se quedaron cerca del portón de entrada de la casa (arrecostados contra un palito de mangos y yo (me decía) me quedé con mi cipota en el corredor de afuera, fijate que bien tranquilos estábamos en el “amase” cuando, como a eso de las 2 de la mañana, se oyeron unos golpes bien fuertes en una puerta y seguido de unos gritos acalorados de don Doroteo (el papá de las “Popotito”), con eso, salió bien zumbado “El Momia” con el pantalón y la camisa en la mano, yo me quedé “tieso” sin saber que hacer, un momento después, pasó por ahí “El Peche” corriendo en calzoncillo y mi cipota se fue a encerrar al cuarto de su abuelita; aquellos agarraron para abajo atravesándose las fincas de ese lugar, rumbo al río, allá cerca del cementerio; como aquellos me dejaron bien atrás, no quise irme por ese lado pues, no se veía nada y sentí miedo, asiesque, por unos instantes no supe que hacer y al no encontrar mi pantalón, ni tener tiempo de ponerme los zapatos, decidí meterme en una pila de agua, la que estaba bien pero bien fria, en realidad super heladísima la hijuelagrancordilleraandinaquepartedesdealaskahastalatierradefuegoallaenelconosur, ahí me estuve Monsiour por varios minutos, “socando” que no se le ocurriera al señor este arrimarse por la pila, por que ahí mismo me hubiera “agarrado!!!”, fijate que estaba “ca...nsando” del frío y el miedo pero, no había nada más que hacer. Yo solo sacaba la nariz y la boca un poquito, para respirar, rapidito me zambullía de regreso y en uno de esas veces, oí bien cerquita de mí, como el señor gritó al ver mi pantalón tirado por unas tablas arrinconadas contra la pared y maldiciendo dijo: “No corran hijos de la gran Pu.....ma, déjenme agarrarlos del pi...e y zamparles una vara en el cu...erpo, ¡para que aprendan a respetar la casa y las hijas ajenas!”; por suerte, estaba bien obscuro y ni siquiera sospechó que ahí bien cerquita, quizás a un metro, estaba yo adentro de la pila.

Después la “agarró” contra las cipotas y les dio una buena “tunda” que yo creí ¡que las iba a matar!, al paso de las horas, se tranquilizó el ambiente y decidí salirme de la pila, eran quizás las 5 de la mañana y el frío me hacía temblar bastante fuerte, mis piernas se habían entumecido y me sentí desorientado, como pude, conseguí llegar a una cuadra de tu casa, cuando me encontré a “Talapito” quien andaba ya vendiendo el diario y al verme, me preguntó asombrado: “Hey Tigre, ¿por qué andás chulón, man?”, fué así como me acordé ¡que solo cargaba puesto mis calcetines! y después de contarle lo que me pasó, le pedí aquel que me prestara su chumpa aunque fuera para cubrirme un poco. Llegué a mi cuarto y me tiré de un solo a la cama, cubriéndome el cuerpo con 3 colchas, me puse a dormir y cuando desperté (como a eso de las 2 de la tarde), me llegó a contar el “Negro” Luis que don Doroteo, andaba echando chispas por que no pudo ver quien pú...chicas eran los babosos que habían “jodido” a sus cipotas.

Así es que a esta altura (según parece) el señor no supo quienes éramos, ¡mirá que suerte Monsiour! (si, pensé yo) pero mirá Tigre, si seguís en lo mismo, ¡un día de estos te pueden “fregar!”).

Bueno Chepisque, la voy a cortar aquí ¿oíste?, cuidate mucho y saludame a toda tu linda familia.

Salú 
El Monsiour.

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Capítulo XXVIII


Hola Chepito!

¿Y como has estado brother?


Yo, ¡estoy gracias a Dios muy bien! y sinceramente complacido, satisfecho y enaltecido al saber que, algunos hermanitos/as chulos/as aun me escriben y me comentan sobre este pobrecito “intento” de libro, tal es el caso de Letty Gómez y otra querida hermanita de raza de quien tenía mucho tiempo de no saber (quizás unos 35-37 años) y quien recientemente se ha contactado conmigo para pedirme mas fotografías “viejitas” así como par
a agradecerme (dice ella) por todo el amor que le tengo a nuestra querida Armenia y que ella ha visto manifestado en mi humilde paginita (infortunadamente, no le he pedido permiso para publicar su nombre pero, de hacerlo y de proporcionármelo ella, con mucho gusto daré a conocer de quien estoy hablando); de tal manera que con mucho gusto dedico este capítulo a Letty y a mi querida amiga/hermana quien reside en New York, aquí está:


El Tigre se mudó a un bonito y cómodo apartamento de la niña Laura, con puerta hacia la calle y con una pequeña terracita en la ventana de la sala con espacio para poner dos sillas y una mesita lo que, en los fines de semana, permitía a los presentes, apreciar casi toda la actividad que en el parque del pueblo se llevaba a cabo, así, varias veces, me fui a visitar a mi amigo, con el propósito de ir a “ver” a las bichas que caminaban alrededor de las bancas de cemento y piedra, bajo los palos de bálsamo, cedro, laurel y maquilishuat que eran los que predominaban en el parque de mi pueblo.


Desde ahí, escuchábamos también aquellas hermosas melodías en ritmos de valses, tangos, marchas y hasta cumbias que la banda municipal se “echaba” en el bello y acústico quiosco en la parte central del lugar, bien claro tengo al director de la banda, don Miguel Sosa (QEPD), a don Arnoldo Orellana (QEPD) y sus hijos (don Rutilio y don Arnoldo), a don Vilo Morán, al señor Lima (QEPD) y a otros músicos que nos deleitaban –repito- en el kiosco del bello parque el cual era rodeado de jardines llenos de rosas, veraneras y otras flores.


Para un cipote de mi pueblo, en esos días ir al parque era todo un acontecimiento, principalmente los jueves y más aun los domingos y, precisamente la ida al Cine Rey a la función de las 6 de la tarde, con un: “ahí nos vemos que anteriormente nos hubiera dicho alguna bicha que nos gustara”, era lo máximo para un cipote de esa edad; por eso, era bien común ver a toda la cipotada estudiantil. Unos ya grandecitos se apostaban en el “casino” que era el billar de don Esteban Escobar (QEPD) el cual tenía, una localización perfecta pues, su alto portal no solamente cubría y protegía, sino que le daba “un toque” estético como fondo a los cipotones aquellos que portando sus mejores mudadas, posaban con sus mejores “poses” y “posiciones” varoniles para atraer y llamar la atención de las bichas que “paseaban” por los pasillos del parque. Además este lugar estaba elevado con lo que ofrecía una mejor perspectiva de todo el panorama, es decir, el lugar era muy adecuado para “ver y ser visto”. Fijate Chepiño que ahí recuerdo haber visto a muchos, tal es el caso de Pablo Arévalo, a Cesar Narvaez, a Chamba Pasparico (QEPD), a Moris Rivas (QEPD), a “Ticuco”, a Eliu Martínez, a Ricardo “Cohete” López, a César “Cacho” Burgos y a varios otros de los cuales, algunos ya supe nada más porque se nos adelantaron o porque se fueron del pueblo; una o dos generaciones después, otros “posamos” también en ese “mostrador” que era el “Casino de don Tebita”, así, recuerdo a Joaquín “Tenguereche” Esperanza (QEPD), a Angel “Jirafa” Baños, a Juan “Chavita Narvaez, a los hermanos Burgos (Alex, Jorge y Max, conocidos cariñosamente como “los Charamiza”), a Gidel Belloso, a Edgar Clavel (QEPD), a Amilcar Orellana (conocido con cariño como Amilcar “Cuche”), a los hermanos Orellana (Eloy, José Luis, Ernesto, cariñosamente llamados: “los Cara de Guante’), a los hermanos Sandoval (Jorge, Mauricio y René, -los famosos “Chumpe”-), al querido Jorge “Negro’ Cienfuegos, a “Filo de Hacha” y a otros mas, muchos mas.   


Y mientras tanto, las bichas seguían con su recorrido por el parque, platicando con sus cheras y “haciendo” como que no veian a su “príncipe azul” allá en el famoso “casino”.


Ya en las noches románticas de los meses veraniegos, veíamos -con cierta picardía- a las parejas buscando satisfacción en sus candentes caricias y acurrucarse en los pequeños escondrijos que las matas y arbustos armaban en complicidad con la obscuridad que se creaba bajo las ramas de los árboles que no permitían que se filtrara la luz emanante de los faroles ni mucho menos, de la que provenía de la luna -¡tan “celestina” como siempre!- Y fue así -precisamente- que varias veces pudimos observar a la profesora de la escuela parroquial y su novio, ¡darse unas buenas amontonadas marca “Gala!” y, cada vez que esto pasaba, El Tigre me comentaba -fijate Chepito-,


-    “Que era una lástima que ella fuera mayor que él por que, de no ser así, el haría la lucha pues, desde los días aquellos que juntos nos encaminábamos a la clase de la niña Lety, a eso de la 1 y 20 de la tarde, que nos sentábamos en la acera y al verle llegar, nos tirábamos al suelo para verle las piernas, al momento que ella de manera maliciosa y cadenciosa subía las escaleras de la escuela, él estaba loco por ella y sabía que a ella, él no le era indiferente, es más -me dijo una vez- creo que ella piensa también igual que yo y sé que ..... ¡¡¡le gusto y me desea!!!”



-    Uta no jodás vos Tigre -le dije-, ¿cómo se te ocurre eso? ¿que no ves que ella es mucho mayor que vos?, ¡que se va a andar fijando en un “bicho chorreado” -como vos-!, además, ¡parece que se va hasta a casar con ese su novio quien es de su misma edad!,



-  lo sé Monsiour (me respondió) pero..... (no termino su frase pero, su semblante y mirada tan segura y suspicaz me indicaban que algo estaba tramando este mi querido hermanito).


Una tarde de un sábado, estábamos ahí comiendo pan dulce y tomando café, cuando pasó la Elisa (hija de don Mario, dueño de una sastrería) con su sirvienta, la Irma “Jirafa”; quien sabe de adonde venían pero, la Irma que se iba comiendo un mango “twist” con algüaiste, sal, limón y salsa picante, al ver al Tigre, se lamió los dedos rápidamente y con una risa bien jayana, le preguntó: “¿Vas a ir al baile en la noche, Tigre?”, aquel, no le respondió pero, de un solo salto cayó a la acera y de pronto, se puso a la par de ellas y, cuando habían dado unos pasos, estaba ya hablando con la Elisa, haciendo con esto que la Irma caminara un poco más atrás; alcancé a ver que cruzaban la esquina de don Quique Sigüenza y me quedé ahí por unos minutos. Al ratito venía aquel rebosante de alegría, de un nuevo salto, se subió a la terracita y me empezó a contar que iría a pedirle trabajo a don Mario.


-   ¿Que decís Tigre? (le pregunté).



-   Si hombre Monsiour, lo que pasa es que, como la Elisa está interna en el Bethania, solo viene al pueblo los fines de semana y su papá, no la deja salir casi, asiesque, voy a trabajar en su casa, para verla las veces que pueda, ¿que te parece?



-   Uta Tigre le repliqué- ¡vos si que estás loco papá!, solo a una persona como vos se le ocurre una babosada así, ¿que no ves que te podés meter en problemas?, don Mario es bien bravo y además, ¡amigo de la guardia!



-  No te aflijás Monsiour -me contestó- yo solo quiero llegarle a esa mamacita de la Elisa quién está pidiendo....., ¡y yo le voy a dar!



Si hombre, pero, ¿y que vas a hacer con los cipotes que les estás enseñando a leer?



-  No hay problema mi querido amigo -dijo aquel- yo solo quiero trabajar para don Mario para ver a la Elisa y como ella solo viene los fines de semana, voy a traerme el trabajo a la casa y cuando ella esté aquí en el pueblo...llegaré a la casa de ellos, a entregar lo cosido, ¿que te parece?, así, no voy a dejar de ir al dormitorio público a enseñar a leer, durante la semana. Al comprobar que aquel estaba bien decidido a hacerlo así, ya no dije nada más al respecto.


En esos días, andaba la bulla en la radio, televisión, diarios y en boca de la gente, que se acercaba un peligroso huracán a la zona centroamericana, los anuncios y noticias eran de alerta pues -decían- que este huracán sería el peor en toda la historia de nuestro país y se temía que duraría varios días llenos de lluvia, inundaciones, devastaciones y total destrucción. Había una emisora (no recuerdo si era la “chambrosa” KL) que predecía miles de damnificados y millones de colones en pérdidas materiales, a causa de este huracán que le habían nombrado: “FIFI”. En el pueblo se empezaron a reunir algunas personas con el propósito de formar cuadrillas de rescate y hasta grupos filiales de la Cruz Roja y de la Cruz Verde, la Menchita (quién había retomado el puesto de alcaldesa ya recuperada de la “sopapiada” que la había dado su marinovio, el Comandante), también se metió de organizadora y con la ayuda de Javier “Cuchinchín”, Gerardo “Cuche”, Marcial “Yegua Panda”, José “Tacuazín”, la Gloria “Zacatona” y la Rosa “Culuehierro”, formaron el comité de emergencia del pueblo. Y empezaron a anunciar a través de bandos y carteles que la población estaba segura y protegida, ante el terrible huracán “FIFI”, gracias a las gestiones de la señora alcaldesa, el Comandante y todo el comité de emergencia. Ante esto, toda la gente... ¡sintió más miedo! (miedo que todo fuera una farsa de parte del gobierno para seguir reprimiendo al pueblo).


Uta Chepito, recuerdo como en esos días, las señoras beatas, no salían de la iglesia, rezando y pidiéndole a los santos, que nada malo pasara, también a las señoras de pañales blancos en la cabeza (¡nunca supe de que religión eran!) y las vendedoras del mercado, que corrían como hormigas locas de un lado para otro con cara de preocupación, las mamás no permitían salir a sus hijos y al hacerlo aquellos, rápidamente se aprestaban ellas a meterlos de regreso hacia adentro de sus casas, las calles del pueblo estaban muy desoladas esos días (¡y limpias por cierto!) y el ambiente en general era de suspenso y tensa calma. Los negocios cerraban temprano y los dueños de almacenes o tiendas algo fuertes, mandaron a poner portones de hierro en sus vitrinas (decían que para evitar que el viento rompiera los vidrios y que hirieran a alguna persona inocente, aunque todos sabíamos que era para no permitir que al romperse, las personas pudieran agarrar alguna taza de china, o corte de tela, o camisa, o cuaderno, o radio “Phillips”, o pliego de papel “Manila” o, bolsa de “Meneítos” o, cualquier otra cosa que estuviera al alcance), las escuelas cerraron en esos días (permitiéndole a los profesores “Hebreos” que se dieran la grande en las “refresquerías” del pueblo), si con decirte que hasta los salones de la “Calle Sin Ley” se veían bien tristes y ni se oían las canciones rancheras con esos gritos bayuncos que solían sonar en esos antros del vicio. En definitiva, mi pueblo de esos días anteriores al huracán “Fifí” era un pueblo totalmente diferente....., ¡apesumbrado, preocupado y triste!


Solo en la alcaldía se veía “movimiento” en todas las noches, aunque, no permitían la entrada de otras personas que no fueran del “partido”.


Bueno Chepito, ahí te seguiré contando al rato, ¿oíste? Por el momento, permitime agradecerte y felicitarte hermano, por todo lo noble y desinteresado que has hecho para ayudar a las víctimas de este hermano de Fifí, el Mitch, que Dios te lo pague con felicidad, paz y bonanza.


Salú, abrazos para la Dinorita y besitos para los cipotes, 


El Monsiour.


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Capítulo XXIX


Hola Chepito:

Mirá papá, ahora no me escribieron fíjate. La verdad es que no me extraña porque, hasta mucho han hecho mis hermanitos/as chulos/as con leer las “Babosaditas” que te cuento, siendo estas tan bayuncas, tan pobres y sin valor literario. Pero, yo te las escribo con el corazón y con la intención que te acordés de esas cosas bonitas que le pasan a uno/a de cipote/a allá en la ciudad mas linda del mundo en la mera “Tierra Linda”, también para mantener a través del recuerdo, vivas nuestras costumbres, tradiciones y leyendas, para que te sintás orgulloso de haber nacido en esa hermosa, mágica y única patria guanaca y que al recordarte de ella, te acordés también de la gente nuestra, tan bella, tan amable, tan gentil, tan humilde, tan…¡de uno, pues!

Pues como te iba contando, El Tigre le pidió trabajo al papá de la Elisa y como el señor no sospechaba nada, lo aceptó. El Tigre se llevaba los cortes de telas para su casa y entregaba los pantalones ya hechos en los fines de semana (normalmente los viernes, pues sabía que la Elisa, estaba ya en el pueblo). Así se pasaron algunas semanas y aquél, me contaba de poco progreso en sus “relaciones” con la Elisa, es que, ella le tiene mucho miedo al papá (me decía mi hermanito). La oportunidad que mi amigo estaba esperando, se le presentó cuando la Norma Rivera (amiga inseparable de la Elisa) cumpliría años, resulta que esta muchacha le había pedido a sus padres que, para celebrarlo, deseaba ir a pasar una noche y amanecer en la playa, con todos sus amigos. Los padres de la Normita aceptaron (¡a puro regañadientes!) y decidieron alquilar un microbús de los que van de Santa Tecla a San Salvador, para viajar todos los amigos de la Normita y ellos se irían en su carro.

Se escogió salir a las 4 de la tarde de un viernes, y se partiría de la casa de la Normita (obviamente); debido a que, El Tigre no era muy amigo de la Norma y a pesar, de haber sido invitado por la Elisa, este no viajaría en el microbús, de tal manera que este, me pidió que le acompañara en su viaje hacia la playa de Jicalapa, acepté ir con él y como aquel quería que nos fuéramos a pie desde el pueblo, atravesándonos la alta y extensa cordillera que nos separaba del litoral del pacífico, tendríamos que salir temprano en la mañana del viernes para llegar al lugar a la hora que más o menos, ellos estarían llegando esa tarde/noche. El lugar de reunión de llegada sería la casona de don Alcides Cortez en el pueblito de Teotepeque, distante solo unos pocos kilómetros de Jicalapa, y lugar adonde -religiosamente- llegaban caravanas de cientos de personas de mi pueblo, para participar en la famosa “Romería de Jicalapa”, este señor (don Alcides) había entablado una gran amistad con algunos señores del pueblo de los que recuerdo a don Fermín Arana (QEPD) quien era un gran organizador de estos viajes a la romería y según contaban algunas personas de edad en el pueblo, era este señor el que a principios de los años cincuenta, había empezado la tradición de ir a “acampar” a ese lugar, desde mi pueblo, ¡con el propósito de agradecerle un favor concedido de parte de la virgen de Fátima!

Pues, resulta que debido a esa amistad entre estos dos amables ancianos, cualquier persona originaria de mi pueblo que fuera a Teotepeque, tenía abiertas las puertas de la casa de don Alcides, en pago, don Fermín ayudó en las actividades de recolección de dinero para pagar los gastos de la reconstrucción de la iglesita de ese lugar. Bueno Chepito, fijate que salimos ese día viernes como a las 4 y media de la mañana, bien me acuerdo como El Tigre llegó a tirar piedritas a la ventana de mi cuarto, desde la calle y sobre el tapial en la parte de atrás de nuestra casa; yo estaba bien “sorneado” que no oía el ruido de las piedras, hasta que mi hermano se despertó y con un poco de miedo, se acercó a mi cama para decirme que parecía que en el patio andaban unos ladrones pues, se oían ruidos. Me levanté como impulsado por una catapulta y me vestí lo más rápido que pude, le dije a mi hermano que iría a visitar a la tía Amelia en Quezaltepeque y que, no les dijera nada a mis abuelitos, hasta que ellos le preguntaran por mí.

Agarré mi mochila (en la que había metido mi calzoneta, una toalla, unos casetes de los Creedence Clearwater Revival, de Santana, y de Three Dog Nights, y unos panes con huevo y otros con frijoles que la Toña me había preparado a escondidas de mis abuelitos, unos calzoncillos y otras babosadas), me salté el tapial y emprendimos el camino hacia la concordia, al atravesarnos el parque del pueblo, notamos que ya había una pequeña agrupación hecha alrededor del palito de bálsamo (enfrente de la alcaldía), lugar adonde la niña Carmen tenía su puestecito de shuco, le sugerí al Tigre que compráramos un guacalito cada uno para calentarnos el estómago y aquel, ni lento ni perezoso, aceptó. Al acercarnos al lugar, nos recibió el mentado Roberto “Guarolo” –quien ya estaba dándole el concebido “meneadito” a su guacalito de shuco-, junto a don Rogelio “Pueshi” (QEPD), con un: ¡Puma!... ¿ y ustedes adonde van tan temprano?; este, vamos a joder a Jicalapa, ¿vamos? -le invité-; pero aquel me respondió que no podía porque tenía que ir a traer unas reses con el “tío Julio” (QEPD) allá por Chilata.

Nos echamos el guacalito con frijolitos, chile y algüiste y nos fuimos comiendo el pan francés por toda la calle de la cancha de basketball, hasta llegar a la línea del tren. El ambiente estaba todavía calmado, el clima un poco helado y la sensación era de suspenso. Desde este lugar, se apreciaba la calle amplia hasta el mercado del pueblo (por un lado) y hasta la mole negra e imponente de la Peña de Nanahuatza y montes en el otro, las luces de los postes del pueblo empezaban a opacarse ante la obscuridad del panorama que teníamos y a medida que nos encaminábamos hacia la montaña, la niebla que cubría los suelos, se abría a nuestro paso, brindándonos una mejor vista de nuestro recorrido. Al llegar al punto de la Finca de San Eugenio, teníamos que decidir cual camino tomar: el de la “Pasada del Viento” o “La Concordia” (que era más corto pero peligroso) o el del “Caracol”, decidimos irnos por el de “La Pasada del Viento”, o sea ¡que agarramos hacia la derecha!

Al salir el sol, nos encontrábamos ya a unos 7 kilómetros del pueblo (cuesta arriba), aún no podíamos apreciar libremente nuestro recorrido pero, el relajo de los pájaros madrugadores con toda la gala de sonidos y con el ruido de su alegre aleteo al emprender su despegada desde los árboles cercanos a nuestro andar, hacían muy placentero el momento. Al vencer la primera elevación, a eso de las 9 de la mañana (¡según mi “Omega” -de 20 colones-!), decidimos tomarnos un pequeño descanso, El Tigre sugirió que oyéramos un poco de música pero, yo le respondí que no hacía falta pues, la dulce melodía que las hermosas creaturas de Dios nos brindaban, ¡era mucho mejor!, tenés razón papá (me dijo aquel) y así, dejamos que nuestros sentidos se embelesaran de los suaves trinares de los pájaros entre: chiltotas, dichosofuí, talapos y hasta de unas lechuzas trasnochadas que se observaban en las ramas de los arboles del lugar.

Continuamos con nuestro recorrido y al llegar a la cima de la montañota que domina todo el panorama de mi pueblo y sus alrededores, nos detuvimos a comer nuestro almuerzo (el shuco había sido nuestro desayuno), saqué de mi mochila los panes que me había hecho la Toña y me aprestaba a tomar de una botella de “Mechazo” llena de café helado, cuando El Tigre me dice que oía un ruido como de una corriente de agua, en realidad, al quedarse “quedito” y poner atención, se podía escuchar como una caída de agua. Dispusimos ir a investigar y para sorpresa y agrado nuestro, descubrimos un pequeño manantial de agua cristalina y pura el que, al emprender su recorrido, se encontraba con una represa natural que le formaban unas piedras y que le obligaban a crear una posita, con todo y catarata. La poza no era muy grande o profunda, ni la cascada era alta, sin embargo, si era el paraje más bello que habíamos visto, así nos despojamos de nuestras sudadas y sucias ropas y nos zambullimos en aquel exquisito lugar, robándole la placidez y tranquilidad que quien sabe por cuanto tiempo, ¡había disfrutado! Después de la bañada, regresamos al camino y sabiendo que a partir de ese momento perderíamos de vista a nuestro pueblo, volteamos a verlo y casi pretendiendo hacerlo imperecedero en nuestra memoria y mente, no pudimos evitar pensar sobre el gran barullo y escándalo que sobre la Menchita, se había despertado, a raíz de la “movida” que ella, junto al comandante, habían hecho con las donaciones ¡durante el huracán Fifi! (de esto, te contaré más adelante, ¿oíste Chepito?).

Finalmente, después de casi 8 horas de camino (eran aproximadamente la 1 de la tarde), nos encontramos con unos señores que estaban cultivando marañones japoneses y otros que sembraban repollos en la meseta que se forma entre la pequeña cordillera costera y la majestuosa que domina mi pueblo, nos detuvimos a preguntarles cuanto (más o menos) nos faltaba para llegar a Teotepeque, ellos muy amigables y sinceros (¡como toda nuestra bella gente campesina!), prestos nos respondieron que solo teníamos que llegar a una línea de palitos de morro, subir las lomas, bajar hasta los cercos de chichicaste de la finca de los Ruíz, cruzar el riíto, atravesarnos el platanal, pasar por los corrales de chivas, subir el Cerro de la Cruz, vadear el sembradío de henequén de los Samayoa y que desde ahí, ¡ya se podía ver el pueblo! Salimos barajustados y sin detenernos más, al estar a una cuadra de ellos, yo alcancé a oír sus carcajadas pero, no le hice caso y seguimos caminando. Eran quizás las 3 y media, cuando llegamos a una pequeña loma rocosa, desde la cual se divisaba el blanco campanario de la iglesita de Teotepeque.

Finalmente, llegamos al pueblecito polvoso y triste de Teotepeque, en la primera calle del pueblo estaban unos cipotíos jugando trompo de a 25 “canechadas”, mientras los adultos, estaban adentro de un predio jugando “taba” en medio de unos bueyes amarrados; vimos una tiendecita que con un letrero mal escrito decía “Tienda y Carnecería Lolita”, entramos a buscar unas gaseosas heladas y, nos recibió un señor gordito y sin camisa, fumándose un cigarro (de seguro era un “Nacionales”) quien al reírse con nosotros, nos delató la falta de un diente delantero, ¿que desean? (nos preguntó), ¡una gaseosa bien helada! (respondimos), solo tengo uvas y coca cola y no están muy heladas por que las acabo de meter a la hielera, denos unas cocas (respondimos) y las agarramos nosotros mismos del congelador de piso, todo corroído, viejo y sucio, que no trabajaba (por que la casa no tenía electricidad, pero tenía unos pedazos de hielo, para helar las gaseosas) que estaba a la par de la caja del pan, llena de moscas y polvo que las carretas y caballos le hacían llegar al pasar.

Nos “zampamos” las cocas bien rapidito y nos fuimos para la casa de don Alcides.

Bueno Chepianthony, hasta aquí voy a llegar ahora ¿oíste?, ¡te seguiré contando más bolados en unos días!

Salú, 
El Monsiour.

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Capítulo XXX


¿Que hubo Chepito?


¡Felicidades en el día del padre!

Mirá brother, en esta ocasión me escribieron dos hermanitos/as chulos/as fíjate, son precisamente Marito Cantor quien me dice que con mis “Babosaditas” le he refrescado las memorias de varios personajes nuestros y que incluso, ya se le había olvidado los viajes a Jicalapa, por lo que me agradece; también mi querida Milene Martínez me dice que se siente bien el leer cada capítulo y darse cuenta de la riqueza de parajes y de las personas que menciono en mis “Babosaditas” en las cuales –dice- se desborda el amor hacia la… “Tierra Linda”. De tal manera que con mucho gusto, dedico este capítulo a todos/as mis hermanitos/as chulos/as que se toman el tiempo de leer mis “babosaditas” y en particular a Marito y Milene, por sus finas y amables palabras. Y aquí está el Tigre y su mito:

Pues, llegamos a la casa de don Alcides y aquellos, ni se habían asomado todavía; al subirnos al andén que esa casa tenía, y al escuchar nuestras voces, apareció por la puerta medio abierta una hija de don Alcides quién al decirle que íbamos de nuestro pueblo, la abrió totalmente y nos invitó a pasar adelante.

-         Mi papá no está (nos dijo), se fue a Comasagua a visitar a su “novia”, es que, desde que mi mamá se murió, él ya no es el mismo y, como la niña Tulita también ya enviudó, pues, ellos se entienden, ¿me entienden?, si fíjense que si hubieran venido ayer, bien lo hubieran visto y quizás se hubiera quedado aquí, es que lo que pasa es que él se aburre mucho pero, cuando hay gente con quien hablar.... ¡uyyyyy, ahí sí que no se cansa!
-         Que pena (le dije) que no esté, pero fíjese niña... (?????), .....
-     ¡Chula! (respondió ella), me llamo Ursula pero, todos me dicen ¡Chula!, ji, ji, ji, ji, ji…..
-         bueno niña Chula, fíjese que la hija de don Ricardo Rivera cumple años y para celebrarlo, dispusieron venirse para acá,
-         Ah, que bueno (comentó ella), siéntense (indicando a unas bancas de reglitas de madera), y los demás, ¿adonde están? (preguntó),
-         pues... fíjese que no sabemos, es que, nosotros nos venimos antes, salimos esta madrugada y ellos saldrían a eso de las (iba a decir 4 de la tarde, cuando comprendí que esa era precisamente la hora, en ese momento)... ¡bueno en la tarde!
-         Ah, ¿y ustedes se vinieron por Sonsonate o por Santa Tecla?,
-   este... No...fíjese que nos venimos directamente a través de las montañas;
-         ¿Qué?, les ha de haber costado mucho y han de estar bien cansados ¿verdad?, ¡son como 10 horas de camino muchachos!, yo una vez fui con mi papá a la Finca San Antonio y a medio camino íbamos cuando yo, ya ni caminar podía por culpa de unas ampollas que se me reventaron (es que, yo iba “matando cucas”); fíjense que me ardían tanto los pies que, me puse a llorar inconsolablemente; de pura suerte, cuando estaba sentada en una piedra, pasaron unos señores a caballo y mi papá les suplicó que me llevaran en ancas. Al regreso, nos tuvimos que ir para Jayaque, en un pick up de la finca que iba a comprar abono, de ahí, agarramos una camioneta que iba para Santa Tecla y de ahí, agarramos otra hasta aquí, desde esa vez...ya no me quedaron ganas de ir a pie a ningún lado (ni mi papá se anima a querer llevarme, ji, ji, ji, ji, ji).

Ella nos contaba su “pasadita”, mientras empezaba a poner el fuego en la cocinota de la casa; si quieren, se pueden bañar -nos dijo-, ¡mientras vienen los demás! Nos arrimamos a la pila de agua que estaba “tapada” de la vista pública, por unas matas grandes de girasoles y nos echamos unos guacalazos de una heladísima agua que nos hizo reanimarnos de “voladita”. 

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Todavía alumbraba un poco el sol y aquellos aún no llegaban; la niña Chula nos preguntó cuantas personas llegarían y le respondimos que más o menos unos 15, aparte de nosotros 2. Es que, quiero pedirles que por favor me vean el fuego por que voy a ir a comprar las tortillas; ¡No!, mire niña Chula, mejor vamos nosotros a traer las tortillas, ¿no cree? Nos dio direcciones para llegar a la casa de la señora tortillera y nos fuimos por una callecita que terminaba en una huerta de plátanos y unos palos de jocotes “tronadores”, al irnos por una veredita, pasamos por donde estaban unos señores rajando leña y llegamos a la choza, adonde vivía la señora que hacía tortillas. Nos estuvimos por ahí esperando hasta que la sudorosa señora le dijo a una de sus hijas que antes de despacharnos, nos arreglara bien los dos grandes rimeros de chengas tipo hacienda: ¡no vaya a ser que se les “deslicen”! –agregó-, con un tono bastante sarcástico. 

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Al regresar a la casa de don Alcides, nos encontramos con la Normita, sus familiares y amigos; la Elisa estaba vestida con una blusa floreada de varios y vivos colores, apretada y sin tirantes y con unos pantalones acampanados blancos que dejaban entrever su prenda íntima, la Normita vestía una blusa cuadriculada rojo y blanco y pantalones de lona azules, su papá se veía bien “bravo” pero, su mamá, se mostraba bien contenta, amena y ¡platicona! Los otros “babosos” que iban en el grupo, eran bien creídos, es decir, no eran muy amigos de nosotros (¡que digamos!); estos, rápidamente emprendieron a encender la pequeña televisión de la casa, para ponerse a ver el canal “6” que, a esa hora, pasaba -todos los días- un programa sobre la música que estaba “pegando golpe”, así fue que pudimos escuchar, ver y disfrutar a la “An Average White Band” tocando: “ Pick Up The Pieces”, que era la canción del momento en esos días (¿te acordás, Chepito?).
El papá de la Normita andaba bien bravo por que, esa mañana había ido la policía de la SIC a “chequear” su casa pues, le acusaban de haberse robado (junto a la Menchita), las donaciones que de parte de “CARITAS” habían llegado al pueblo, para ayudar a los damnificados del huracán FIFI (?). “Esa hijalagranpu...erca, p..... eperecha, borracha, viviana, mentirosa y corriente, solo problemas nos ha traído al partido, ¿no sé por qué diablos, la metió el gobernador?” ¡Ya estuvo!, ¡ya pasó!, ¡no te aflijás por eso, cariño! (le decía su mujer). “¡Si!, lo que pasa es que, ahora hay que empezar, otra vez, a pensar en cómo vamos a tener en la alcaldía a otro que nos ayude” (replicó él).
El Tigre me llamó afuera de la casa y me dijo: “¡este viejo pe...ludo es otro ladrón igual que la Menchita, lo que pasa es que, se ahueva que la gente sepa que es mañoso el maje!”, ¡mejor, vámonos de aquí, Monsiour!
Nos salimos, sin esperar la hora de comer (la niña Chula estaba preparando sopa de gallina india) y, nos fuimos a una tiendita que estaba enfrente del predio que servía como parque del pueblecito (la Tienda Fátima), ese lugar, parecía ser el centro de reunión de la juventud de Teotepeque pues, cuando nosotros llegamos, bajo el pequeño rótulo luminoso de la tiendecita, varios de esos jóvenes nos saludaron amablemente, preguntándonos de ¿que lugar habíamos llegado? y ¿que si sabíamos bailar el “BUMP”? El Tigre les respondió que en el pueblo, éramos los 2 mejores y que si querían, les podíamos enseñar unos “pasos”; una muchacha pelo canche nos respondió que en su casa tenían un tocadiscos y ya que, sus papás no estaban pues, andaban en Usulután vendiendo el maicillo que habían cosechado, ella le podía pedir a su abuelita que nos dejara “ensayar”, ¿que dicen? (nos preguntó), ¡vamos! (respondió, El Tigre), solo, dejen que comamos algo y nos vamos. Compramos unos pedazos de semita mieluda “tres pisos” y unas “kolashampán”, los devoramos y, -como aquellos, nos estaban esperando impacientemente, ni siquiera tiempo de eructar nos quedó al salir hechos un pe…ro rápido nos fuimos.

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Llegamos a una casa alta, de paredes de madera y techo de tejas de barro, con suelo de tierra y sin cielo interior, mostrando unas hamacas en el corredor y una mesa grande y negra (del uso) con un bote de vidrio lleno de cebollas curtidas. ¡Mamá Coyo...!, -gritó la cipota que nos invitó-; a pasos lentos, salió -de entre unos plásticos a rayas rojas y blancas (que servían como canceles), una señora bien encorvada, con pelo cano y de mirada dulce, ¿qué fue hija? (preguntó); mire mamá Coyo, vamos a “ensayar” unos pasos para el acto de la escuela ¿oyó? (le respondió la cipota aquella a quien, ni el nombre le sabíamos). Ay... si... hija... ¡está bien!
Después de bailar por un rato, como a eso de las 11, decidimos sentarnos en el andén de la casa; ahí estábamos platicando -sintiéndonos los “reyes” del momento - (debido a toda la atención que nos brindaban los/as muchachos/as lugareños/as), contándoles de nuestras experiencias, de nuestras “pasadas”, de nuestros sueños y de nuestro propósito de estar ahí en ese lugar, en ese instante, cuando Jaime (el hijo mayor del telegrafista del pueblo) ¡sugirió que todos nos fuéramos para la playa! Los de aquí, ya sabemos adonde irnos para no pasar frío, si ustedes quieren, les podemos conseguir unas cobijas (nos preguntó). No había terminado de hablar aquel, cuando unos salieron “zumbados” para sus casas y otros, se quedaban ahí mismo, preguntándose entre ellos quien sería el que le mentiría a sus papás en esa ocasión.
Eran quizás las 11 y media, cuando emprendimos camino hacia al sur, buscando la playa de “Jicalapa” o quizás era “La Perla”, en el grupo iban unas 6 cipotas y unos 9 varones (incluyéndonos nosotros dos), Joaquín “Tacuazín” llevaba una candela como la que les pone a las carretas, por eso, se fue adelante con su “cipota” (la Esther “Pajilla”), más atrasito, iba Germán “Filo de Hacha” con su bicha (la Alma, nieta de la mamá Coyo), Carlos “Pijuyo” con su hermano David “Vaso de Leche”, Ricardo “Pijaechucho”, La Noemí y su hermana Doris (las “Moscas”) y todos los demás.
Llegamos a un lugar -sinceramente te cuento Chepito-, tétrico, se veía muy lúgubre, misterioso y aterrador; este, estaba en medio de una oscurana profunda (causada por las grandes ramas de los árboles que colgaban y caían en forma de parra y por la sombra que los cerros proporcionaban, y lleno de miles y miles de murciélagos. Como ya estábamos ahí (¡y conscientes que solo sería una noche!), no dijimos nada y pretendimos acostarnos rápido, solo que, la Noemí, andaba encima del Tigre y no le daba agua. Yo me hice el “maje” y le pedí a Amilcar (Gallo de Lata) que me prestara unas cobijas. Me fui a acostar adentro de unas pequeñas cuevas que el agua había formado (quien sabe hace cuantos años atrás) en los cerros del lugar... ¡y me dormí!
Al día siguiente (y aún sin la luz del sol), me desperté con los gritos que proveían de la pequeña bocana que un riíto formaba en el mar, eran, los muchachos de mi grupo que, no habían dormido durante la noche y que regresaban con los “trofeos” conseguidos del océano. Instintivamente me fui caminando hacia la playa, al llegar ahí, decidí salir rumbo al este, no había caminado -ni siquiera- un kilómetro, cuando me encontré con el “campamento” que la gente de mi pueblo había formado, en la playa de “La Perla”, ahí estaban los papás de la Normita “calentándose” (con unas botellas de “Carta Vieja”), enfrente de una fogata de palos de guarumo y mangle, junto a los “bultos” de los cuerpos de los otros “muchachitos” dormidos en sus “sleeping bags”; seguí caminando hasta encontrarme con las muchachas del grupo, ¡¡¡bañándose!!! Ellas estaban, detrás de unas peñas un poco altas y escondidas adentro de la bocana de otro río, al creerse solas, acariciaban y tocaban sensualmente y -en algunos casos, hasta de manera candente y casi prohibida, (principalmente en sus partes más intimas), sus bellos y genuinos cuerpos, los que, denotaban una exquisita y pura belleza que, a mis novatos y principiantes ojos, representaban un tremendo logro que, justo en ese momento - y a muchos años después- representarían, una exquisita experiencia; en ese lugar estuve “escondido” por varios minutos, hasta que -quizás por esa, tan famosa intuición femenina, ellas voltearon a ver en mi dirección y me... ¡¡¡descubrieron!!!-, habían pasado varios minutos y el sol, anunciaba ya, sus intenciones de alumbrar la faz de la tierra; sin saber que hacer, opté por zambullirme en el agua; ellas, salieron corriendo -en busca de sus toallas - y ¡se terminó la diversión! 

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Cuando salí del agua, me estaban esperando para, pedirme que no le fuera a contar a nadie sobre lo que había visto y para preguntarme por El Tigre. Les conté adonde estábamos y me dijeron que nos fuéramos junto a ellos. Al regresar al riíto cerca de adonde había dormido, resultó que ya no había nadie y no me quedó más remedio que irme yo solo para el pueblito de Teotepeque. Llegué a ese lugar y no me fue difícil encontrar al Tigre pues, este estaba rodeado de muchos jóvenes del lugar quienes -muy atentos- escuchaban las historias que aquel les contaba.
Bueno Chepito, deseándote muchas felicidades en este día que tradicionalmente celebramos al Papá, me despido -temporalmente- de vos, saludame por favor con un tremendo abrazote a los tuyos y gozá de estas festividades.

Salú, 
El Monsiour.

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Capítulo XXXI

¡Hola Chepisque!

Como te iba contando, fui a traer al Tigre y nos encaminamos hacia la playa de La Perla, al llegar, nos dimos cuenta que, junto a los papás de la Normita, estaban unos batos que nunca habíamos visto, eran conocidos de la Normita y, habían llegado desde Santa Ana. Al vernos llegar, la Elisa se apresuró a recibir al Tigre con un... “¿nos vamos a bañar, Tigrito?” y, se fueron, dejándome en la ramada que desde la noche anterior habían alquilado.

El papá de la Normita (quien ya estaba bastante “Hebreo”), me ofreció un tapis, a lo que le respondí que le agradecía pero que yo no tomaba. Vieras Chepito que bravo se puso este señor ante esto, empezó a decirme que yo era un gran cul...tísimo joven y, les sirvió a los batos que habían llegado de Santa Ana. Estos se zamparon el talaguaishtazo y ¡hasta se pusieron a reír de la gracia! Como me sentí no aceptado, mejor me fui para una champita que estaba cerca, adonde vendían comida y bebidas y, ahí me estuve platicando con la niña Rosa (dueña del negocio).

Pues resulta que, como a eso de las 10 de la mañana, aquellos majes, sacaron sus motos y empezaron a darnos espectáculo, daban vueltas y hacían sus piruetas en ellas, demostrando sus pericias, habían puesto una tabla sobre un montón de arena y salían en carrera con bastante impulso y se encaramaban en la tabla, usándola como rampa y cayendo unos metros adelante, otras veces, se paraban en los asientos y hasta ¡se soltaban del manubrio!, en una de esas, El Chino (no sé como se llamaba), se desvió un poquito de la rampa y se fue a dar contra un tronco que estaba ahí, dándose un solo sopapo en la cabeza que se le rajó y sangró bastante y así, aquel quedó “tranquilo” el resto del día.

Ya cuando cayó la tarde, el motorista del microbús, le preguntó al papá de la Normita
-         ¿Si se regresarían o si le pagaría por otro día más?
-   El señor le respondió que se alistarían en unos minutos y que se regresarían, ante lo que su esposa le dijo:
-         “Mira Netío, vos ya andás bien tomado, no podés manejar así, además la calle para Santa Tecla es bien curva y peligrosa, también, acordate que allá en el pueblo anda todavía el bonche ese de la Menchita y sus movidas…, mejor quedémonos a dormir aquí”…
-     Bueno pues, ¡está bien! (replicó él), pero, ya se acabó el guaro, ¡hay que ir a traer más!
-      ¿Si quiere voy yo con ellos? (dijo la Normita, refiriéndose a los de las motos) pero, antes que el señor dijera algo,
-     uno de ellos dijo que no podían por que ya se iban a ir de regreso para sus casas.
-     No hay problema -dijo El Tigre- yo conozco un atajo para ir y regresar bien rápido, solo que, las niñas (amigas de la Normita) quizás tengan que hablar por teléfono a sus papás, para pedir permiso, ¿verdad?, ¿por qué no vamos todos?
-         ¡Ah! ¡Eso está bien ve! -dijo el señor pero, ¡apúrense!

Y así, salimos rumbo a Teotepeque, mientras que los “niños” salían para Santa Ana en sus “Yamahas”. Por unos palos de morro íbamos cuando El Tigre hizo su “movimiento” hacia la Elisa, esta no se hizo a un lado si no que, se dejó agarrar por aquel y, a partir de ahí, no había duda que mi hermanito, ¡estaba a punto de meter otro gol! La Normita veía de recelo a aquellos besarse y acariciarse en todo el viaje; las otras cipotas lo tomaban como una cosa natural pero, al ir ya de regreso, la Normita se fue quedando a la par mía y al querer pasar un cerco de púas, me pidió que le agarrara el alambre de arriba y al de abajo que le pusiera un pie, para que ella pudiera pasar sin problemas, así lo hice y al estar del otro lado de la finca, ella me jaló de un brazo y, diciéndome gracias...me apretó contra su cuerpo y me empezó a besar, ante lo que yo reaccioné con un “ataque” bestial y, el “amontonamiento” tomó lugar ante la presencia y asombro de los demás, quienes, debido a la penumbra que se notaba en el ambiente, hasta encendieron unos fósforos para alumbrarnos en aquel beso loco, emotivo, impulsivo ¡y sin final! ¡¡¡Uta, ca…mión!!! (me dijo El Tigre, ¡sos “buczo”, man!) y los otros , nos acompañaron en aquel momento vibrante, emotivo e inolvidable -para mí- con sonrisas, abrazos y palabras de aprobación. Resulta Chepito que, a partir de ese momento, tenía novia, una novia que, no la había considerado, pero que sin embargo, me parecía un logro extraordinario, debido a lo “acechado” que era ella, de parte de un gran número de babosos de mi pueblo.


Regresamos al “campamento’ y la comida ya estaba lista, mi suegro (¿que te parece?) había asado suficiente carne para todos y, nos dimos una tremenda hartada que hasta el estómago me duele todavía ¡fijate!


Oyendo a las Sonoras Matancera y Santanera (la música que le gustaba a “mi suegro”), con aquellas como “Cabaretera”, “Luces de Nueva York”, “La Boa” y otras, fue que los señores se fueron a dormir (atarantados de tanto “Carta Vieja” y “Espíritu de Caña”), como a eso de las 11 y media de la noche; ante el brillar exquisito de las estrellas luminosas y el resplandor maravilloso de la hermosa y coqueta luna que nos miraba, los jóvenes nos quedamos aún despiertos; fue por ahí, como a las 12 que El Tigre dio la pauta y ejemplo, llevándose a la Elisa un poco alejados de la cabaña, a hacer, ¿quién sabe que? La Normita me miró y con una sonrisa invitante, me dijo que nos fuéramos a un lugar más “propicio”; nos fuimos a sentar en unas piedrotas, que dominaban el panorama y gran parte del majestuoso e imponente océano; ahí, en medio de besos, susurros y palabras dulces, bajo la mirada coqueta de la luna que se hacía acompañar de miles de estrellas... nos dejamos embriagar por el momento y permitimos que nuestros cuerpos fueran acariciados por la suave brisa del mar; nos quedamos así por mucho tiempo, horas quizás y, -fijate Chepito que- bien presente tengo cuando hasta el mar repetía con sus olajes:... ¡Aaaaaaaa……..moooooooorrrrrrrrr!


Al día siguiente, llegamos al pueblo y, nos sorprendimos todos cuando, la gente nos decía que por ahí andaba la bulla que creían que nos habíamos muertos todos al caerse el microbús en uno de los acantilados de la calle que de La Libertad va hacia Santa Tecla. Decían además que el papá de la Normita, al ver el microbús caerse, el había -a propósito- virado su carro hacia abajo, al ver perder a su hija (supuestamente en el microbús) y por la ahuevada del chambre sobre lo que la Menchita y sus secuaces habían hecho. De tal manera que, varias gentes, hasta nos abrazaban de la alegría de vernos sanos y salvos y nosotros, no parábamos de agradecerle al Todopoderoso, por hacer que eso, fuera solo un rumor. Lo que no sabíamos Chepito, es que, los que se habían accidentado, eran los batos de Santa Ana y, uno de ellos, estaba bien grave en el hospital San Rafael de Santa Tecla, resulta -decían- que a un de las motos se le habían mojado las bujías y al ir a gran velocidad, se había detenido de repente, lo que sorprendió al que manejaba haciendo que se confundiera y maniobrara peligrosamente, causando que los otros (por querer esquivarlo) se pegaran entre sí. Todavía recuerdo la cara de sorpresa y agradecimiento del pobre babosito, al vernos llegar hacia su cama y decirle cuan alegres nos sentíamos de saber que ya estaba alejado del peligro, vos sabés quién es él pues, desde ese momento, nos hicimos muy amigos y nos visitábamos frecuentemente.

Bueno Chepinque, hasta aquí voy allegar “brother” pues, tengo muchas cartas que responder, cosas que poner en mi humilde paginita, ver que hacemos en AURA y pensar en otras “babosaditas” por ahí, por favor, saludame a la Dinorita y decile que, pronto nos veremos, de acuerdo a lo planeado.

¡Cuidate brother y ama siempre a nuestra querida “Tierra Linda”!

Salú, 
El Monsiour.

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Capítulo XXXII

Chepe Toño:

Fijate papá que al llegar al apartamento del Tigre, nos encontramos al Embajador quién, estaba bien “impaciente” por la ausencia de mi amigo. Entramos al apartamento y él, inmediatamente empezó a hacerle preguntas al Tigre, sobre: ¿de adonde venía?, ¿adonde había estado?, ¿si todo estaba bien?, y, principalmente, ¿si había encontrado ya al tutor que le enseñaría matemáticas e Inglés?, con la mayor tranquilidad del mundo, mi chero, le respondió ¡que ya tenía su tutor y que -hasta- ya habían empezado las lecciones!, el embajador se tranquilizó y después de oír la “versión” que mi amigo le echó, sobre la fiesta de la Normita y el “gran interés de los papás de ella, de llevarnos a la playa”, el Embajador, como que se relajó un poco y nos invitó a ir a comernos unas pupusas, al puesto de las Molina.

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Íbamos en camino de regreso al apartamento del Tigre cuando nos encontramos con don Beto Anaya (QEPD) quien al saludar al Embajador, le invitó a presenciar el próximo partido de uno de los equipos del pueblo, el Club Deportivo Salvadoreño contra un fuerte equipo de la zona; usted sabe que siempre es bienvenido, señor Embajador –dijo don Beto- , ¡si, lo sé y les agradezco mucho! (respondió el Embajador, mientras saludaba a don Beto con un ademán de cabeza, que sirvió para despedirse); nos encaminamos un poco mas a prisa y, llegando al apartamento, el Embajador le entregó un sobre (con pisto) al Tigre: “para que le pagues a tu tutor, hijo”; y se metió a su carro.  

Al irse el Embajador, nos fuimos al atrio de la iglesia pues, me dijo El Tigre que, tenía un bolado para nosotros. Se trataba de la Marina y su prima la Leticia, es que, fijate que dice la Leticia que vos le gustás mucho a la Marina y, para ir al cine conmigo, ella tiene que llevar a su prima, asiesque, ¡apúrate man! Uta Tigre, -le dije-, ¿y que tal si nos ven con ellas?, ¡le pueden ir con el cuento a la Normita y a la Elisa!, aquel me respondió con un... ¿y qué?

Al día siguiente, en el Tercer Ciclo (y en todo el pueblo), andaba la gran regazón sobre la Menchita, decían que, al llegar la policía a su casa y encontrar “evidencias” del robo, cosas como cajas llenas y vacías de harina, trigo y queso de “Cáritas”, también de botes de manteca “Nieves” llenos de aceite, la policía -al ver- que en el patio de la casa, habían señales de tierra removida, dispusieron meter palas, azadones y picos para sacar tierra y más tierra, dicen que de repente (después de tanto sacar tierra), encontraron docenas de botes de aceite de “Cáritas” llenos de billetes, también, encontraron papeletas de votación (todas a favor de un partido contrario al de la Menchita), papeles y recibos de toda clase, si hasta dicen que ahí estaba el recibo por doscientos ochenticinco colones que un tal doctor Monterrosa había extendido, como pago por el “trabajito” hecho a la hermana de la Menchita, hace algunos meses atrás, justo cuando estaba con muestras de embarazo. Entre las evidencias encontradas, habían también cartas amorosas que la tal Menchita había recibido de varios “políticos” y entes del bajo mundo y que, por miedo al Comandante, decidió mantenerlas escondidas para leerlas después de haberse “librado” de aquel.

Aquello Chepito, fué un chambre grandísimo en el pueblo, si hasta en el “Diablo de Hoy” salió, lo que pasa es que, como ella era del partido del gobierno, no le hicieron nada, ¡nada!; Si dicen que, ella, le mandó una carta a la esposa del presidente del país, pidiéndole que le ayudara y decían también que, se fue varias veces a “consultar” a una casona que estaba allá por el Barrio San Jacinto (arribita del zoológico y cerca del cuartel El Zapote). Es más, hasta una reunión hicieron en la casa de ese partido, para denunciar ante los correligionarios y la población en general, sobre un intento de parte de elementos “terroristas” y “subversivos” por desprestigiar a la “honorable alcaldesa” quién estaba libre de toda culpabilidad y, tanto el partido, como el gobierno no solo la apoyaban, si no que también denunciaban ante la opinión pública, ¡el ataque inmisericordioso del que ella era víctima! ¡Hasta prometieron buscar y castigar a los causantes de ese acto en contra de la constitucionalidad!

Mirá Chepito, fijate que una noche, veníamos con El Tigre allá por la sanidad, cuando, por una de las puertas de una casa de este lugar, venía saliendo la profesora de la escuela parroquial, con su caminado de muñequita coqueta, llevando en sus brazos unos libros y, aquel, bien presto y servicial, se ofreció para llevarle los libros, ella aceptó y los tres, nos fuimos caminando sobre el andén hasta llegar al parque ahí por la esquina de la refresquería de la niña Lina Arévalo, adonde, El Tigre -bien tranquilamente- le contó que él necesitaba un tutor que le enseñara Matemáticas é Inglés urgentemente y que, estaba dispuesto a pagar muy bien, preguntándole enseguida,
    -     ¿Por cuanto le enseñaría ella?
    -    Bueno, no sé ahorita pero, ¡podemos platicar! - respondió ella -
   -  está bien le dijo mi amigo, ¿que le parece si mañana voy a su casa?,
-     ¡me parece bien! (replicó ella), nos vemos mañana, llegue como a las 8 de la noche y ya le tendré una respuesta.

Al encaminarnos rumbo al desvío del pueblo (adonde nos veríamos con la Marina y su prima Leticia), cabal pasando por la casa de mi tía Clarita Alfaro (la mamá de Roberto y Mauricio "cuchara"), mi amiguito me dijo -muy serenamente- que pensaba que, la profesora de la escuela parroquial, ¡tenía interés en él! y que... ¡la atendería! No le creí pero, respetuoso del pensar de los demás (¿o sería dudoso, ante tantas veces que lo que creía imposible, había sido llevado a cabo por mi hermanito?), opté por no agregar ningún otro comentario y, así, hablando sobre el partidazo que “mi Aliancita” se había quebrado ese domingo, ante el Atlético Marte, seguimos caminando.

Llegamos cerca de la casa de “El Chele Nicho”, adonde nos esperarían las cipotas. El Tigre silbó desde la calle y entre los ladridos de unos chuchos, se encendió un foquito que colgaba de un poste de madera, salió la Nora (vecina del Chele) a través de una ventana y al ver que éramos nosotros, metió los chuchos y bajó a abrirnos el portoncito de entrada a su casa que, estaba un poco elevada entre la tierra dura de talpetate; subimos la escalera de tierra y piedras hasta la entrada de la casita y nos sentamos sobre las lajas apiladas unas sobre las otras, que formaban una cerca al palito de jocotes que sombreaba la casa por las mañanas y que, entre él y la pared frontal de aquella casa, ofrecía un ambiente de “privacidad” a los que buscaran eso -¡precisamente!-.

Ya voy a venir, ¡voy a ir a traer a aquellas! -nos dijo la Nora- y se alejó por entre el callejón obscuro, perdiéndose en cuestión de minutos. La noche era placentera y fresca, desde nuestro sitio, se podía apreciar los vehículos que entraban y salían del pueblo, por la carretera pavimentada, así como también la caravana de campesinos (en su mayoría hombres) que, con sus matatas llenas (o casi llenas) de los comprados que en el mercado del pueblo, habían realizado, se encaminaban a través de aquel callejón (que le llamamos “pasaje”), de regreso a los cantones adonde vivían; de repente, notábamos una que otra pelea o conato de bronca que, los borrachos empezaban entre sí, al pretender demostrar cuan machos eran (ya, por supuesto muy entraditos en el calor que les brindaba el “3-Puentes”). Ahí estábamos cuando, llegaron aquellas..., fíjate Chepisque que a pesar de la pobrísima luz que nos brindaba el foquito aquel, pudimos apreciar que, la Marina llevaba puesto un vestido de tirantes que, le permitían mostrar sus frondosos pechos y -por lo corto- ¡sus bien hechas piernas!, la Leticia no se quedaba atrás, ella -al ser mayor que la Marina- se daba la libertad de vestirse más liberalmente y en esa ocasión, vestía una falda bien floja que al menearse, parecía una rueda voladora (enseñando sus calzones blancos), la Nora entró a su casa a arreglarse y, después de unos minutos, salió bien despampanante ante la interrogante nuestra de ¿por qué?, la respuesta, lo obtuvimos, un rato después, al oír el ruido de una carro acercarse al “pasaje”, se trataba del “Choco” Douglas (un “foráneo” que había caído al pueblo -según algunos-, un “deportado” de los “Estamos Sumidos”!) quién a fuerza de regalos y atenciones con los papás de la Nora, había conseguido permiso de llegar a esa casa, ¡como si fuera la de él!

Ellos entraron a la salita y la Nora nos dijo que no nos preocupáramos de nada y que, nos acomodáramos. Así lo hicimos, las dos parejitas nos quedamos en aquel lugar, platicando y conociéndonos, hasta que, salió la Nora con el “El Choco” con un radio transistor “Phillips” y, al encender unos “cigarrillos” (cuyo humo olía bien raro), se sentaron en el lugar más alejado de la puerta, dándonos la espalda y comenzando su “tarea”. Nosotros -también- empezamos a hacer lo propio, bien recuerdo Chepito que, ante la preciosa vista que nos brindaba aquel humilde lugar, con los cientos de luces en la lejanía que muy tristemente nos anunciaban la presencia humana en aquellos parajes pobres y llenos de vicisitudes y esperanzas de los moradores de las rancherías y cantones que a la distancia se vislumbraban, nos acariciábamos y satisfacíamos nuestro impulsos juveniles, justo cuando en el radio de la Nora, se escuchaba aquella canción de: “The Tower of Power” llamada: “It’s Very Hard To Go” y que dice: “Nothing I can say,  nothing I can do…I feel so bad, yeah, I feel soo blue…!”  Nuestros deseos encontraban respuestas en los recipientes corazones de las cipotas aquellas que, a partir de ese momento, eran ya, parte importante e inolvidable de nuestras existencias...

A la noche siguiente, El Tigre había obtenido la respuesta afirmativa de la profesora de la escuela parroquial quién, empezaría en la noche del próximo lunes, a enseñarle las Matemáticas é Inglés requerido por mi hermanito, para emprender el año que venía, sus estudios en el Tercer Ciclo del pueblo.

Ahí te seguiré contando al rato, porque hoy quiero ir a comprarme una minuta ¿oíste Chepito?

Salú, 
El Monsiour.

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Capítulo XXXIII

Hola Chepetusque,

Mirá papá, fíjate que ha habido algunos/as hermanitos/as que me han expresado sus puntos de vista de lo que piensan acerca de mis “Babosaditas” de las que hablo en mi pobre “librito” sobre mi cherada El Tigre y su Mito de las que, dos de ellas, infortunadamente no te puedo dar mas detalles pero, si con gusto te puedo contar que la querida Lety Gómez me dijo por teléfono que, aunque ha tenido problemas con su computadora, ella sigue atenta y pendiente del mentado “Tigrito” y también mi hermano Alex Burgos me dice esto:

“Hola mi hermano, siempre atento, leyendo despacito cada uno de tus capítulos, recordándome de la playa de “La Perla”, ah… que cantidad de días han pasado y los recuerdos siguen vivos en nuestra mentes. Esas romerías en las que nuestros padres nos iniciaron, mas tarde las motivaciones de los cheros, la persecución de mas de alguna cipota o la terminación de alguna “beba”, cualquiera que haya sido la motivación, por allá íbamos a parar. Si te acordás o fuiste, al otro lado del puente había otra pequeña playa “La Tortolita” (creo que se llama), bueno en fin, gracias por tomarte la tarea de revivir esos recuerdos. No se te olvide Metalío ni “Tecolote”, por favor. Un abrazo, Alex Burgos”.

Y yo, de manera sincera y humilde, al agradecer a estos/as lindos/as hermanitos/as chulos/as que entienden cual es el propósito de uno, pregunto: ¿Cómo podría no agradecer estos bellos gestos? Y también: ¿Cómo podría no corresponderles? Como lo único que se me ocurre es corresponderles en la menor oportunidad que tenga, por el momento les digo: ¡gracias queridos/as hermanitos/as chulos/as! y con todo mi agradecimiento y cariño, les dedico este capítulo de hoy, aquí está:   

De seguro, tu esposa te habrá contado ya como está el “bolado” por estos lares. De verdad te digo que, sería una cosa muy linda el poder tenerte de vecino, ¡pensalo hermano y ojalá que te agrade la idea! Hablando de “guineyos majonchos”, te cuento que El Tigre emprendió sus clases privadas con la profesora aquella; mi amigo dejó de trabajar para don Mario (el papá de la Elisa, -quien seguía siendo la novia “oficial” del Tigre-) y se dedicó de lleno a aprender Inglés. A mí, hasta me da nostalgia al recordar ahora, algunas de las lecciones que mi amigo repetía enfrente de mí, y que me causaban mucha risa (al oírle su acento bien “machacado”) como: jeloj!, mai neim is Taiger!, Juat is yur neim?, Di deis of di guik arr... Mondei, Tiusdei, Guednesdai.....!, Ecciusimi, Juat taim is it?, Iris jaf pas seben!, Tank iu, etc., etc. y es que, aquel había agarrado la cosa bien en serio porque sabía que tendría que mostrarle progresos a su papá, el Embajador.

En uno de esos días, llegó al pueblo la Chayo “La Catracha”, bien maliciosa y creída con sus pantalones acampanados y blusas bien apretaditas, solo andaba de baile en baile y en la sorbetería del pueblo, se le podía encontrar a cualquier hora, hablando de “tu” y babosadas así, es que, ella venía de la capital -decía-, y allá, solo así se trataban entre sus amigos. Una vez, llegué por ahí y hasta me saludó con besito en el cachete, un poco ahuevado (al darme cuenta como la demás “mara” se reía de nosotros), no tuve otra alternativa que invitarla a ir a dar vueltas al parque del pueblo; en esto andábamos, caminando y hablando; ella contándome de sus experiencias de Sanzívar y yo, pues, alegre de verla y de saber que estaba bien y respuesta ya de su mala experiencia con mi hermanito. Al encontrarnos con René “Tornillo”, este nos contó que El Tigre se estaba peleando con “Chilate” (novio de la profesora) allá por la pensión Corado, “¡ya vengo Chayo!” (le dije) y me fui zumbado para allá. Llegué cuando ya se habían acabado los puñetazos y manadas pero, los moretones y cortes en la cara de mi hermanito eran limpiados y saneados por la profesora quien -según me contó el mismo Tigre, después- le había dicho a “Chilate” que ya no quería andar con el pues, ¡ella era novia del Tigre! y que, les dejara en paz. “Chilate” continuaba ahí, llorando y suplicándole que lo perdonara y que volviera con él, diciéndole que iba a cambiar y que se acordara que tenían ya tres años de ser novios y que el sabía que se querían mucho, hasta estaba dispuesto a casarse cuando ella quisiera. Ella le respondió (esto, yo lo oí, no me lo contaron) que lo de ellos ya estaba muerto, en verdad (continúo ella) desde hace tiempo, ¡no siento nada por vos! ¡mejor andate!

Hubieras visto Chepotorio como aquel puño de gente se carcajeaba y burlaba de “Chilate”, arremedándole y haciendo burla y mofa de su llanto, tanto que, a mi me dio una gran lástima el pobre y le dije al Tigre que mejor me iba para mi casa. En medio de todo el gentío que se había reunido, se oyó una voz que dijo: “¡Venite conmigo Monsiour!”, era la Chayo quien me había seguido y había escuchado lo que dijo la profesora.

Nos fuimos rumbo al caserío adonde la familia de la Chayo tenía su casita. En el camino, ella mencionó que se alegraba que El Tigre hubiera encontrado alguien como la profesora, es que solo así -con una mujer seria y mayor- aquel va a cambiar y ¡dejar de andar de “pastelero” de un lado para otro, con una y con otra...!,
-         ¿De verdad lo creés Chayo? (interrogué),
-         ¡Si Monsiour, te lo juro!
-         ¿O sea pues, Chayo que vos ya no sentís nada por él?,
-         este..., si,... siento un poquito de... ¿no sé como decírtelo?, es que, yo era muy cipota y me ilusioné mucho, pensaba que él era lo máximo y cuando una es así, se entrega totalmente sin pensar en nada más que en satisfacer esas ansias que se llevan en el alma y que se sienten en el estómago (¡tocando con su mano derecha esa parte de su cuerpo, para indicarme!)...,
-         si pero, no me respondiste Chayo (insistí yo);
-         este…, mirá Monsiour (contestó ella), no te puedo negar que El Tigre significó mucho para mí, pero, ahora te puedo asegurar que lo veo como un amigo a quien le deseo mucha suerte pues, si el me hizo sufrir, ¡sé que no lo hizo con intención!, es que él -creo yo- que por haber sufrido mucho desde pequeño, busca refugio y amor en cada persona que se le acerca y todavía no es capaz de ver la diferencia y por eso, ¡no se da cuenta de lo que hace ni de lo que causa!, mirá Monsiour, ¿por qué no cambiamos de plática?, mejor contame como has estado, decime si tenés cipota, es que, vos siempre me has caído bien fijate y ¿no sé por qué pu…mas, no me fijé en vos antes?...

Al llegar allá por la casa de don Pedro Cuéllar (QEPD) que estaba a una cuadra de la refresquería “de las Guerra”, pudimos escuchar que la cinquera de ese lugar, nos ofrecía aquella hermosa canción que tocaban Los Vikings de Usulután, llamada: “Melodía para Ti” que más o menos va así: “Para ti, voy cantando, por los campos va mi susurro de amor, con el tiempo, caminando y pensando en ti cantaré la canción que me hace ....” , la Chayo se puso a cantarla y me invitó a hacer lo mismo, así lo hice y nos fuimos caminando hasta llegar enfrente de la puerta de aquel lugar, adonde nos quedamos sentados en la acera de la casa de don Chamba Sigüenza (QEPD) para terminar de cantar la canción y para esperar la que venía. Fue “Sentado a la Vera” de los mismos Vikings, la que dice: “No me puedo más quedar así, a esperar, que un día de repente tu regreses hacia mí, mientras sueño así las horas sin dormir...”, la Chayo se puso bien emocionada y me pidió que entráramos a tomarnos unas horchatas y a oír música. Entramos y nos sentamos alrededor de una mesita que estaba cerca de la pared pues, en las otras habían varios cristianos que desde hace rato casi llenaban el lugar, fijate Chepisque que, ahí, estaba la Rosa “Gallinita” con su novio Balta “Chaleco”, a la par de la Estela “Varilla” con “El Pando” Calín, en otra mesa estaban la Lupe “Chocobanano” con Carlos “Jute” que estaban tomando fresco y comiendo helados de leche; a la par estaban Neto “Cuche”, Juan “Charra”, Manuel “Ratón”, Rubén “Gallina” y Carlos “Tinano”, todos “chupando” los jodidos; cuando entramos, ni nos voltearon a ver pero, unos minutos después, hicieron la gran bulla invitándonos a su mesa; no queríamos pero para no hacer un relajo, aceptamos y nos sentamos rodeados por todos ellos. Esto, no te lo contaría Chepitorio, si no fuera por la gran impresión y dolor que sentí esa noche, en ese momento, al ver a la Ana “Canastos” sumergida en ese vicio maldito; es que, fijate Chepito que, al sentirse mal, ella se había metido al baño del lugar y unos minutos después apareció ante nuestros ojos, ¡en una facha que causaba rabia y lástima al mismo tiempo!, salió del excusado casi desnuda y se sentó en las piernas de Neto “Cuche” quién “muy orgulloso” metió su mano derecha entre las piernas de ella y me confió que esa noche se la llevarían para la casa de “Gallina”, preguntándome ¿si quería ir yo?, no tenés ni idea Chepito que mal me sentí en ese momento y cuanto me enojé que quise agarrar a la Ana de su brazo y llevarla a su casa. Todo pasó tan rápido que, aquellos de seguro pensaron que me la quería llevar yo solo para mi provecho y, de repente, ni sentí de adonde me zamparon una manada en la sien que me dejó ciego por unos segundos y viendo lucitas después; traté de hacerle entender a ella que lo único que quería era evitar que hiciera una estupidez de la que se arrepentiría toda su vida y que me siguiera pues la llevaría para su casa, ella se negaba y gritaba, de repente, me dieron un botellazo en la frente y no me acuerdo de nada más, hasta que, a puro frotes de alcohol, desperté y sentí un tremendo dolor de “tetunte” que me hacía caer al suelo sin control ni balance; la dueña del lugar, había sacado a los revoltosos y cerrado el lugar y me preguntó si quería quedarme a dormir en ese lugar; antes de yo decir palabra, la Chayo le respondió que no pues, me iría a la casa de ella y que sería ella quien me curaría. Así, con una hemorragia que no se me cortaba (y la que me dejaría una cicatriz por el resto de mis días), apretándome con un pañuelo sobre mi frente y con una sensación de “endrogamiento”, la Chayito me guió -con sumo cuidado- hacia la casa de ella, a través de la obscura y peligrosa calle que -a fuerza- deberíamos pasar.

El día siguiente llegó, con él, ¡la alegría de una nueva oportunidad y la satisfacción de haber logrado un nuevo episodio en la existencia joven nuestra! La Chayo, me preparó un desayuno muy delicioso, compuesto de frijoles negros con crema y queso, unos huevos revueltos y un exquisito café de maíz; ¡disculpá que no te dé tortillas Monsiour! (me dijo), es que, ¡no he ido al molino!, en seguida, me dijo que sentía una gran admiración por mí, es que, lo que hiciste anoche Monsiour, es de hombres..., sinceramente, no conozco a otro que hubiera hecho (o tratado) algo como vos, en verdad te digo, estoy muy orgullosa de ser tu...amiga y, te prometo que, jamás te voy a olvidar, te juro Monsiour que siempre, SIEMPRE voy a estar a tu disposición..... Eso decía la Chayito, algunos años después, lo corroboré, ahora... muchos años después, ..... espero no tener la necesidad de comprobarlo, más aún quisiera tener la oportunidad de verla y contarle cuanto le agradezco lo que por mí hizo y lo que sus bellas palabras y hechos, han significado para mí, a través del tiempo.

Si la ven, si la conocen, si saben de ella, por favor díganle que El Monsiour, le desea mucha felicidad y que desea darle las gracias...

Chepito hermano, algunas veces, tenemos que hablar de cosas como estas, ¡sé que me comprendés!

Salú y no te olvidés de responderme, 
El Monsiour.

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Capítulo XXXIV

Hola Cheperico;


Fijate que me escribió Letty Gómez para contarme que ya le arreglaron su "compu' por lo que de una sola vez leyó las últimas 4 cartas que te he mandado en las que te cuento acerca de este mi chero, el mentado Tigre y su Mito; cosa que me agrada mucho y que me empuja a seguir en esto de la escribidera; ojalá que esta carta que hoy te mando también sea del agrado de mis queridos/as hermanitos/as chulos/as que se toman la molestia de leer mis "Babosaditas". Aquí está, mi carta número 34: 

¡Que me alegró tu llamada el otro día!, sinceramente me dio mucha satisfacción que la Dinorita se haya expresado así, acerca de su estadía aquí con nosotros, ya sabés hermanito que esta es tu casa y que serás bienvenido el día y la hora que fuera.

Si hombre, eso de la Ana “Canastos”, pasó hace muchos años y -quizás- por lo decepcionante de ello, todavía me molesta y siento un dejo de amargura en mi ser. La historia continuó con unos espectáculos bochornosos y degradantes de parte de ella quién, al sumirse más y más en el vicio del licor, se fue convirtiendo en víctima de vividores y maleantes quienes, considerando el bonito cuerpo de la Ana, bien macizo, de piel morena clara, de piernas de corte rollizo, de su cara con mirada inocente y sobre todo de su edad casi de niña, la fueron sometiendo a “tratamientos” de sumisión sistemáticos que, con el correr del tiempo fueron suficientes para hacer de ella, una mujerzuela sin el más mínimo respeto sobre su propia persona. Bien presente tengo, otra ocasión que me la encontré un día que junto al Tigre, y Quique “Gallo”, íbamos a la casa de Noé Portillo a las afueras del pueblo, a jugar póker y que, al pasar por la casa de la “culehierro” vimos a través de la ventana, que se habían reunido varias “personalidades” del mundo de ellos, es decir, de la gente de la Menchita, del Comandante y sus secuaces, la Ana salió al encuentro de nosotros, preguntándonos adonde nos encaminábamos y si, ¿podría acompañarnos?, el “Gallo” le dijo que me preguntara a mí y ella, se me acercó y con gestos coquetos y ademanes sugestivos, me dijo que si la dejaba ir con nosotros, ella estaba dispuesta a lo que fuera y que, yo sería el primero..., ¡que solamente tendríamos que comprarle una “pachita” de 3-Puentes!, me dio tanta lástima y me molestó tanto que, tan solo le vi a los ojos y me alejé sin darle respuesta, el “Gallo” le dio el pisto para que se comprara la “pachita” y al aparearse conmigo me preguntó:

-     ¿Por qué putas me portaba así con ella?,

-   mirá Gallo (le respondí), fijate que la Ana era, hasta hace unos 2 meses, mi compañera de estudios, ella, a pesar de no ser una muchacha brillante, si tiene lo que se requiere para seguir estudiando y convertirse en una profesional, yo sé que ella tiene problemas en su casa -debido a los continuos pleitos entre sus papás- pero, eso no creo que sea motivo para que opte por ese camino de menosprecio hacia su persona, hacia su prestigio, hacia su autoestima, hacia su valor; a mí, me da mucho dolor el saber que ella ha escogido el camino más fácil y yo, renuncio totalmente al hecho de contribuir a su desgracia y su destrucción total, por ello, ¡me comporto así!

-  Mirá Monsiour -interrumpió el “Gallo”- yo creo que vos estás exagerando, ella solamente quiere divertirse un rato, como ella sabe que nosotros somos bien “chéveres” y miembros del “Jet-Set” del pueblo y, como le gustamos, quiere estar junto a nosotros y gozar de la vida, además, ¿y nosotros que perdemos?,

-   ¿como que qué perdemos? (le acosé), ¿no te parece demasiado que esta pobre cipotía hermana nuestra, se tire al vicio y a la perdición?, ¿no te importa que un ser humano lindo y ufano -como ella- sea usado y pisoteado por infames, corruptos y malvivientes que, solo buscan su propio provecho?, ¡ponete a pensar que ella fuera tu hermana Gallo!, ¿te gustaría eso? (le invoqué), ¿que harías entonces? (asesté); mi amigo, solo atinó a quedarse viendo a mis ojos que de seguro brillaban de determinación y casi entre dientes dijo:

-    “este...tenés razón Monsiour, la ca.....ntié”.


Procedimos a la partida de póker y allá, bajo la sombra de aquel frondoso y bello palo de mango en el patio de la casa de Noé, se nos fueron los minutos y horas de aquella hermosa tarde guanaca, entre amigos/hermanos que, acomunábamos las mismas creencias, los mismos conceptos y los mismos anhelos. Al irnos de regreso, les pedí que nos desviáramos para no pasar por el “antro” en que la casa de la “culehierro” se había convertido, así lo hicimos y procedimos sin ningún acontecimiento que resaltar.

Lo que no supimos fue que, el Comandante al ver a la Ana bien borracha, se la había llevado para un cuarto que alquilaba a escondidas de la Menchita, allá en un mesón en la calle saliendo del pueblo rumbo al Cantón El Rosario y ahí, pues, dicen que él se aprovecho de la situación y… ¡de la Ana! Esto hubiera quedado oculto y nadie lo recordaría, si no fuera por que, durante unos días, la Ana no llegó a su casa y sus familiares le buscaban por todas partes y no aparecía. Fue hasta que algunos inquilinos del mismo mesón se acercaron a la comandancia para reportarle al Comandante acerca de un mal olor que del cuarto del Comandante emanaba que, este tipejo se recordó de la Ana y sin demostrar preocupación ni emoción alguna, dicen que les respondió a los quejantes que el tufo era por unos conejos que había matado hacía unas noches atrás y que se le había olvidado prepararlos para que no apestaran, pero que pronto iría a sacarlos de su cuarto.

Unos días después, se regó por todo el pueblo la bulla de que unos cipotes habían encontrado el cadáver de una muchacha, adentro de un saco de nylon, tirado en un zanjón allá por una quebrada del cantón Los Lagartos, muchas personas que lograron ver el cuerpo, contaron que estaba desnudo y que tenía muestras de agresión física y sexual; se le notaban en su cuello y sus pechos unos dedazos bien marcados y en otras partes tenía muchos moretones decían. Este trágico hecho fue muy comentado en el pueblo y, después de algunas averiguaciones y reconocimientos de parte de los familiares, resultó lo que temíamos: ¡el cuerpo encontrado era el de la pobre Ana “Canastos”! En todo el pueblo se comentaba sobre esto y la indignación era total, incluso muchas personas fueron a la alcaldía a pedirle a la Menchita que ordenara una investigación rápida y eficaz, aquella, les respondió que no se preocuparan pues, en ese mismo momento le pediría al Comandante que se hiciera cargo de eso y que no descansaría hasta que se descubriera al o los culpables del crimen. Otras personas fueron al puesto de la “benemérita” guardia nacional, al juzgado de paz, a la policía municipal y hasta a la gobernación departamental a pedir que se investigara este lamentable y atroz hecho.

En esos días estalló la bomba que originó Chus “Gato Seco” quien, al estar bien borracho en una cantina del pueblo, dicen que contó que él, junto a Chente “Cara de Pato” y Adán “Petaca” había visto una de esas noches (cuando se estaban “metiendo unos talagüaishtazos” con boca de mango tierno), al Comandante sacar un bulto -bastante grande- de su cuarto y echarlo a la parte de atrás de su pick up, agregó que el comandante no les vio pues ellos estaban detrás de un tapial y que, les pareció muy sospechosa la actitud del Comandante pues, volteaba a ver muy nerviosamente para todos lados y que solo al asegurarse que nadie lo veía, se aprestó a entrar a su cuarto y salir al ratito, arrastrando el bulto, rápidamente lo tiró al pickup y se fue con rumbo al monte; por último, dijo que hasta las luces del pickup llevaba apagadas. Esto se regó por todo el pueblo y el reclamo se fue haciendo más y más grande, a tal punto que, un día, un gran gentío se congregó enfrente de la alcaldía y, lanzando gritos reclamando justicia, exigían que saliera la Menchita y que ordenara el arresto de su marinovio.

Como la Menchita mandó a cerrar el portón de hierro de la entrada, la gente se encaminó de manera ruidosa y muy airadamente hacia la comandancia local pues, las sospechas caían inevitablemente sobre el Comandante y el clamor general era ya el de imponer justicia ante este brutal y despiadado acto criminal; al llegar cerca a ese lugar, estas personas se encontraron con que, en las esquinas, atrás de los postes de la luz, se habían apostado algunos cuilios de la “descalza” con garrotes y machetes pero, estos, al ver el gran gentío, se hicieron los majes y dejaron que la gente siguiera su camino. La gente llegó al lugar y, al encontrar la puerta cerrada, empezaron a golpearla con tanta fuerza que la abrieron de un porrazo, al entrar, se dieron cuenta que el Comandante se había escapado de ahí y quizás hasta del pueblo al saltarse unos tapiales y huir en medio de los ladridos y mordidas que los chuchos de la casa de Martín “Yuquita” le daban; aquellos, encontraron -eso sí- unos zapatos y ropa íntima de mujer, tirados (debajo de una cama de lona toda chuca y maloliente), que algunos alegaron eran de la Ana “Canastos”. Con esto, se corroboró que el comandante era el responsable de haber cegado y terminado con la existencia de la ufana y pobre Ana “Canastos” la que, ahora de seguro está ¡descansando en paz!

Esto hizo que algunas personas se sintieran frustradas en su afán de ajusticiar a este criminal pero, la mayoría sintió un alivio al saber que el pueblo se había “desprendido” de un malviviente y corrupto personaje que solo daño y dolor había acarreado a la población y, ¡esperaban no verlo nunca más!

La Menchita se ocultó por unos días; en la alcaldía había un letrero que decía que la “honorable alcaldesa se encontraba fuera de la localidad, llevando a cabo unas diligencias junto a otros gobernantes y que su oficina estaría cerrada hasta nuevo aviso”, conociendo la clase de “alimaña” que esta mujer era, todos en el pueblo sospechaban que andaba visitando a su marinovio, de seguro, dándole pisto y otras cosas que aquel le había mandado a pedir.

Una mañana, la Chayo “La Catracha” llegó a mi casa a invitarme a ir con ella a San Salvador, es que quiero ir a visitar a una amiga que se va a ir para los “Estamos Sumidos” fijate, me dijo, y pues, me voy a despedir, ¿vamos? Acepté y nos encaminamos hacia el punto de camionetas, adonde nos encontramos con... El Tigre y su nueva novia:… ¡la profesora! quienes, también iban para San Salvador, de esto, te contaré otro día ¿oíste, Chepistonio?

Bueno, me tengo que poner a juntar el fuego para dorar unas chengas.

Por favor saludame a la Dinorita y dámele un fuerte abrazo a tus crías, especialmente al “little Monsiour”.


Salú brother, 
El Monsiour.

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PARA LEER LOS CAPÍTULOS SIGUIENTES, POR 

FAVOR VISITE LA SECCIÓN TITULADA: EL MITO 

DEL TIGRE -2



GRACIAS,

EL MONSIOUR.



14 comentarios:

  1. Gracias hermano por todos estos viajes al pasado, fabulosas memorias, Somos afortunados de tenerte. Orgulloso de ser tu paisano! Un abrazo de buchon!

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  2. Hey Edgardo: Te felicito por muy entretenidas narraciones y a la vez traer al presente algunos de los vocablos qué mucha de nuestra gente ya ha dejado de hablar, quizás por encontrarse rodeados de personas de otros países ó por obligaciones contraídas con terceros ó por qué realmente se están olvidando de nuestro Folklore. Me gusta también la mención de los lugares de nuestro depto. Sonsonate y los personajes y lugarse de nuestro pueblo "ARMENIA" qué van apareciendo según la secuencia del relato. Te saluda tú amigo: LUCAS.

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  3. Gladys Ayala-Soriano8 de marzo de 2012, 14:30

    Hola Edgar, la verdad estoy impresionada, he leido desde el primer capitulo hasta este ultimo, me siento nostalgica, melancolica y he disfrutado mucho la historia del mito del tigre, espero la continuacion, y desde ahora te deseo mucho exito con el libro, esta buenisimo.

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  4. Gladys Ayala-Soriano16 de marzo de 2012, 11:42

    Hola Edgar.. Como siempre pendiente de tu libro y leyendo cada capitulo.. Que manera de terminar este capitulo, un final lleno de sentimiento, con una gran ensenanza en cuanto a sentimientos re refiere, Estubo buenisimo, gracias por entretenernos mientras seguimos aprendiendo.

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  5. No acostumbro leer pero prometo seguir esta Publicación viniendo de usted mi estimado siempre hay mucho que Aprender bendiciones.

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  6. Hola Ed. Ya deberías ir pensando en publicar formalmente "EL MITO DEL TIGRE". Digo, publicarlo en papel y darte a conocer como escritor porque realmente tenés madera de ello. Podría de esa manera llegar a otras personas que no tienen acceso a páginas virtuales. Incluso, ser digno este libro, de estudio y análisis en los centros escolares de Armenia y posteriormente a otras ciudades. Realmente no tenés nada que envidiar a escritores famosos. Espero el décimo segundo capítulo.
    Tu amigo, VÍCTOR MUNDO

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  7. Gladys Ayala-Soriano20 de marzo de 2012, 10:12

    Hola Edgar.. Acabo de terminar de leer el capitulo XI, no quiero sonar repetitiva, pero cada vez que leeo un capitulo mas, me sorprende como este tu relato acapara mi atencion, conforme sigo leyendo me encuentro a mi misma en algunos de los pasajes, me vi a mi misma, parada en la puerta de mi casa viendo un grupo de ninos de mi misma edad jugando chivola, es gracioso y grandioso retroceder el tiempo y volverlo a vivir de esa manera. Me pregunto, a cuantos de los que leen este cuento les pasara lo mismo???. Simplemente.. Gracias.

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  8. Me da tanto gusto que finalmente nuestra gente reconoce el grand talento que hay en lo que escribes; Como dice Gladis, nos das la oportunidad de regresar al pasado y vivir el momento, Gracias de nuevo Edgar!

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  9. Gladys Ayala-Soriano27 de marzo de 2012, 18:57

    Hola Edgar..como siempre a la espectativa de el Mito del Tigre,. Lei los ultimos dos capitulos XII y XIII, como siempre buenisimos, terminando de leer un capitulo y ya esperando el proximo, me pregunto que habra pasado con Mirian, se quedo plantada en el baile, y ya no volvimos a escuchar de ella en el cuento...Sabremos de ella en el proximo capitulo????.

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  10. Hola hermano, me quedé esperando que llevaran el equipo a la casa de mi mamá. Bueno, a lo que vamos, siempre leo tus "babosadas/itas" y me gusta!!!!! Esa ida al lago es un "revivir" de nuestras propias "idas",salvo que yo te gané en mi primera experiencia porque yo pesqué !10!, la sopa estuvo deliciosa, siempre estaba. Nosotros ibamos con Rogelio Gil ("Chojoles" con mucho cariño), y con otros ilustres personajes amigos y de la misma generación de Don Rogelio, realmente se la pasaba uno bien, los "tapis" con la sopa eran "obligatorios", A tiempos esos mi hermano, jamás los olvidaremos, porque sería querer borrar episodios felices en un pueblo lleno de amigos, amigos que con el tiempo seguimos y queremos seguir conservando. Espero el XXII

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  11. Estimado Edgardo, cada capítulo es una esencia, de inmortales acontecimientos que como usted menciona, vivió en su juventud y ahora nos deleita con tan exquisitas memorias y detalles propios de nuestro pueblo.Gracias por compartirnos tan bellas, intensas, interesantes, jocosas y emocionantes memorias de EL MITO DEL TIGRE

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  12. Hola Edgar, acabo de terminar de leer el ultimo capitulo (XXVI), de tu libro, he leido todos los capitulos y como te he dicho antes,no quiero parecer repetitiva, pero la verdad esta estupendo, tiene de todo, es emocionante, alegre y triste a la vez, a veces me da nostalgia, pues siento que yo vuelvo a vivir esa epoca, y lo mejor de este capitulo, fue haber visto tu foto en esa edad tal como te recordamos todos los que te conocemos desde esa epoca o antes. espero el siguiente capitulo, al igual que todos los demas, y te animo a que nos sigas deleitando con tu libro. Gracias por compartirlo con todos nosotros...

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  13. Hola mi hermano, siempre atento, leyendo despacito cada uno de tus capítulos, recordandome de la playa de "La Perla", ah que cantidad de días han pasado y los recuerdos siguen vivos en nuestras mentes. Esas romerías en las que nuestros nos padres nos iniciaron, mas tarde las motivaciones de los cheros, la persecución de mas de alguna cipota, o la terminación de una "beba", cualquiera que haya sido la motivación, por allá ibamos a parar, si te acordás o fuiste, al otro lado del puente había otra pequeña playa "la tortolita", creo que se llamaba, bueno en fin, gracias por tomarte la tarea de revivir esos recuerdos. No se te olvide Metalío ni Tecolote por favor. Un abraz.......Alex Burgos

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  14. GladysAyala-Soriano11 de julio de 2012, 9:27

    Hola Edgard.. terminando de leer el ultimo capitulo de tu libro, y esperando el proximo y asi los he leido todos, cada uno de ellos me ha parecido buenisimo, un viaje al pasado. un pasado que nunca volvera, y que tenemos el palcer de volver a vivir atravez de tus narraciones, como ya te dijo antes alguno de tus seguidores, ya es tiempo que consideres la idea de publicar tu libro creo que muchos nos gustaria tenerlo.. Gladys.

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Datos personales

Salí de la "Tierra Linda" en 1979 y siempre soñé y añoré con regresar y ver a la gente querida y a los lugares que me vieron hacer muchas cosas allá hace muchos abriles ya...