¡Gracias a Dios!

Querida cipotada chula,





Con el corazón rebosante de alegría y de agradecimiento hacia usted que sintiendo mi dolor de padre, expresó sus sentimientos de solidaridad y ofreció sus oraciones al Todopoderoso para que mi hija Margie saliera con bien de la reciente prueba a la que se sometió, quiero contarle muy feliz y agradecido con Dios, que los resultados recién obtenidos hace unos 10 minutos por parte del laboratorio médico, dicen que Margie no tiene ningún tumor canceroso sino solamente una masa de compuestos no peligrosos los cuales serán extirpados en próxima ocasión.


Para mí, esta experiencia que he pasado durante estos interminables y largos días –en espera de los resultados- ha sido realmente impactante e inolvidable pues, creo que ha sido una prueba de Dios. Créanme que el temor es grande y aterrador y es algo que no se lo deseo a ningún padre, a veces incluso ese mismo temor le puede llegar a hacer pensar a uno que tal vez no se esté obrando bien ante el prójimo o que la conducta de uno no sea la adecuada ante los ojos de Dios y que por eso, es que uno sufre esas instancias. Y si a eso le agregamos los problemas diarios, las circunstancias en las que uno se envuelve o le envuelven pues, es casi para volverse loco pero, afortunadamente para esta prueba, Dios mismo me ha proporcionado la amistad de usted, querido/a hermanito/a chulo/a que me ha manifestado con sus palabras y sus oraciones su cariño hacia mí y mis hijos (mi hija Margie, en este caso), por lo que yo, le estoy ETERNAMENTE AGRADECIDO y enteramente a su disposición.

Gracias querido/a hermanito/a, gracias a cada uno/a de ustedes (aunque no le he agradecido individualmente, como es mi costumbre, si he tomado nota de usted) y mil disculpas si mi comportamiento no ha sido el más acorde con lo que usted realmente significa para mí: ¡MI HERMANO/A!




¡Que Dios le bendiga!