Cipotada Buchona Chula,
Con gusto le traigo otra muestra de "inspiración artística-literaria" de la querida doctora Mireille Escalante-Dimas; se trata de este bonito cuento que ella nos regala, de título: "El Toro Pompeyo" que estoy seguro usted lo disfrutará, tal como lo he disfrutado yo, aquí está:
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"El Toro Pompeyo"
Por Dra. Mireille Escalante-Dimas
En la “Tierra Linda de Guaymoco” (1) en diciembre 1947, celebrándose las fiestas patronales en honor a SANTA TERESA DE AVILA, de la Orden de las Carmelitas, se escuchaba en los atardeceres de los días jueves y domingos, en el kiosko del parque la música de la Orquesta Municipal, -la Banda de Guerra-; y muy de vez en cuando surcaban por el aire las varas de cohetes, con estallidos estruendosos en el cielo.
Subiendo por la empinada calle, justo a media cuesta, para llegar a la población, se apreciaba como todo un espectáculo brindado por la madre naturaleza al Volcán de Izalco, conocido por los marineros navegantes del Oceano Pacífico como el “Faro de Centroamerica”, por su continua erupción de lava, visible en el día, como humareda gris saliendo del boquerón, y por la noche, una candente serpiente de fuego que terminaba en la falda del mismo volcán.
Las calles estrechas, algunas cubiertas por rocas pachas, pequeñas, y uniformes; y otras, polvorientas, tenían frente a las casas de bahareque, pintadas de cal, y a las orillas de sus aceras estaban plantados Maquilishuats, Cortez blancos y amarillos, árboles de fuego, y otros. Donde no habían árboles, se encontraban unos postes de madera sembrados; en ellos se amarraban las bestias de carga y caballar. Sus pobladores, hombres con trajes blancos de manta, usaban sombreros pálidos amarillos y desteñidos de palma; las mujeres de vestidos largos de seda multicolor, adornados con encajes blancos, transitaban por esas calles. Abundaban (2) las carretas haladas por la yunta bueyes, las mulas, los burros, caballos y yeguas.
En esa época del año, el clima era fresco, y muy de vez en cuando soplaban ráfagas de viento, se levantaban en medio de las calles, pequeños torbellinos de tierra. Decían que era cuando llegaba a bailar el diablo.
La diversión era muy limitada; se reducia a las tertulias del parque donde se llevaban a cabo transacciones comerciales, y era además un punto de recreo donde el tiempo transcurría sin novedad alguna; bajo las sombras de los arboles milenarios, y frondosos estaban las comodas bancas de cemento. Por sus rumbos cardinales se respiraba paz y tranquilidad, bueno ni siquiera habían defunciones, raramente moría la gente; se desconocía totalmente la delincuencia; no existía la violencia - ni siquiera la “intra-familiar”, y es más, ni siquiera se hablaba de los derechos humanos.
La Chabelita, pequeña de estatura, con ansias de vivir arrebatadamente, de blanca tez, cuerpo esbelto y andar cadencioso, entrada a veinte años, lucía el cabello ondulado, largo, negro y brillante, de ojos almendrados color café, sin padre conocido, coqueta de nacimiento, invitó ese día al joven Moncho, a una merienda vespertina que ella prepararía. Este, también joven, de la misma edad, pero fornido y más alto que ella, trigueño, de facciones pipiles, de ojos rasgados, vestía pantalón y camisa, impecablemente blancas, de manta planchados y almidonados, y sin faltar su sombrero de palma, ni corto ni perezoso acepto la invitación.
Temprano –en horas de la tarde, ambos enfilaron hacia la campiña. La Chabelita iba cargando la cesta de mimbre con elotes cocidos,(3) riguas tortas de elote, yuca salcochada con (4) chicharrones y pepescas saladas; Moncho, llevaba en una jarra de barro cocido, el refresco de (5) “agua dulce”.
Caminaron solo medio kilometro, pasando frente al cementerio del pueblo, pues se acortaba el trayecto para llegar al Cantón Tres Ceibas, lugar famoso por sus enormes haciendas, pobladas por árboles y montañas silvestres; efectivamente ahí estaba la propiedad de la niña Nena Sol llamada “Las Tres Ceibas”, la Hacienda “Puerto Arturo” de don Ernesto Guirola, la Hacienda Copapayo de la familia Regalado-Dueñas, la “Haciendita” del Abogado eminente, Dr. Mario Luis Velasco, y de menor extensión “La Finca Buenos Aires”, del Coronel Felix Suncín. En todos esos lugares, existía ganado vacuno y caballar; por supuesto, habían extensos cafetales donde existía como unica variedad, el café Borbón; habían sembrados árboles frutales como paternos, marañones, zapotes, mangos, jocotes de corona, mandarinas; especialmente, se había destinado un par de manzanas de tierra, donde se cultivaban naranjos de la especie Victoria -ésta, reconocida por ser la mas exquisita y dulce de las naranjas-.
La Chabelita y Moncho, asi como todo mundo, sabían que en el naranjal,reinaba la tranquilidad, y lo mejor que era un lugar plácido y solitario, donde el aroma de la flor de azahar impregnaba el ambiente.
Nadie, pero nadie, se atrevía a llegar ahí, el único que se asomaba diariamente, y éso que a las seis de la tarde, era solo el campisto montado en su caballo andador peruano, de color café rojizo, precisamente para llevarse a dormir al toro que cuidaba los naranjales.
Se trataba del toro Pompeyo -un toro negro de regular tamaño, fornido y bravo, como un toro de lidia, que muy oriundo como si fuera todo un gitano señorón, se pavoneaba de un lugar a otro vigilando el naranjal. Su fama inmensa había alcanzado hasta la población de Armenia, -el Toro Pompeyo, tenía sus cuernos admirables porque además de ser enormes y afilados estaban revestidas sus puntas con acero. Unos decían que era para protegerle al toro, sus cuernos, y pero otros, expresaban que los cuernos del toro Pompeyo, tenían el picudo acero en los (6) “cachos”, para infundir respeto, temor y así alejar a los roba-naranjales. Sin embargo, el toro Pompeyo, sin el artefacto cónico de acero, estaba capacitado para matar únicamente con sus cuernos naturales.
Pero la Chabelita y Moncho, anhelando estar a solas, para conversar, disfrutar de la merienda, de la exquisita bebida, y sin estar escondiéndose para amarse, se abalanzaron al otro lado del alambre de púas, justo en el territorio del toro Pompeyo; buscaron una sombra refrescante para acomodarse bajo un árbol frondoso de naranja.
Despues de la deliciosa merienda, Moncho se le acercó a la Chabelita, primero acariciándole el pelo azabache, y dándole besos en la mejilla y en las manos… Ella no opuso resistencia, le encantaban los mimos. Se recostaron tendidos sobre la tierra cubierta de hojas secas, y pasados unos minutos, la Chabelita se encontraba suspirando y gimiendo de satisfacción, y Moncho, muy viril, pero exhausto. Me viene a la memoria, para describir la escena de amor, la estrofa de Lorca,(7) que dice: “…….corri el mejor de los caminos, montado en potra de nacar sin bridas y sin estribos “.
Descansando y recostados en el suelo,escucharon en medio del silencio, un (2) galope en la tierra; rápidamente se incorporaron, y vieron a lo lejos, al toro Pompeyo a todo tropel, corriendo hacia la dirección donde ellos estaban descansando. Sin pensarlo, tuvieron que correr para salvar sus vidas. La Chabelita dejó olvidada la cesta vacía, y Moncho, la jarra de barro; saltaron sobre el cerco de púas, para ponerse a salvo del fiero animal. Huyeron asustados por el toro Pompeyo, pero como éste estaba amaestrado, no saltó el cerco, sabía que el limite de vigilancia de su territorio llegaba hasta lo cercado. Nada más, el toro Pompeyo, muy ufano, rascó la tierra varias veces, para demostrar que había triunfado sobre los intrusos del naranjal, y se dió la media vuelta para continuar patrullando el natanjal, dirigiéndose hacia el rumbo opuesto.
LLAMADAS:
(1) Título dado a la ciudad de Armenia, Departamento de Sonsonate, El Salvador, por Sr. Edgardo Posada de AURA
(2) Transporte común de carga elaborado por un cajón de madera, inclusive hasta las llantas, tirado por un par de bueyes, y guiado al frente por el boyero que los dirigía con una vara rolliza de madera, que terminaba en punta.
(3) Platillos típicos del campo. Las riguas y tortas de elote, son elaboradas por el maíz tierno- llamado elote.
(4) Chicharrones y pepescas- gordura del cerdo, y pescaditos tostados en comal
(5) Bebida de origen pipil, elaborada de la piña y unos granos de maíz, dulce de panela y agua en abundancia; la fruta debidamente fermentada, de origen pipil.
(6) También asi le llaman a los cuernos del toro
(7) Estrofa del poema LA CASADA INFIEL, de Federico García Lorca
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