Cipotada chula,
Ya un poco mas "calmado", un día después del "ajetreo" legal al que asistí ayer, allá en California, ahora, sin darme cuenta y sin tener algún intento y mucho menos interés particular, hoy, este día y, mas precisamente, esta tarde/noche en esta "mentada", ajena y uraña ciudad mejicana en la que me encuentro en estos días, me llegó al espíritu (y me lo llenó), un sentimiento de tranquilidad, que se alivianó de otros sentimientos y estados mentales que incluso colaboraron a que mis "dolencias" corporales se amilanaran, es decir, me hicieron sentir, sano (o por lo menos, con menos dolores), alegre, optimista y con ganas de seguir en esto que se llama vida.
También, entre los sentimientos que inexorablemente se acompañan de pensamientos, me llegó al espirítu el sentimiento (estado mental) de tranquilidad que -casi siempre y de manera natural- genera buenos recuerdos, bellos recuerdos y recuentos memorables de cosas bonitas, de cosas buenas, de situaciones lindas que por esa misma razón, se quedan grabadas en la mente y recuerdo del ser humano y así, esta tarde, allá en mi oficina, se me vino el recuerdo de esta gente bella y querida que en su momento, me brindaron cariño, atención e importancia y de quienes, sobresale este recuerdo que ahora, me dispongo a contarle a usted, querido/a hermanito/a chulo/a, con la idea y esperanza que sea de su agrado y que con él, usted también traiga recuerdos similares a su memoria y mente y que así, comune conmigo en esta intención de brindarle un merecido reconocimiento a nuestra bella gente, la gente armeniense, gente buchona que hace que nosotros/as los/as biennacidos/as armenienses, nos sintamos orgullosos/as de nuestro origen.
Este es mi recuerdo:
En la acera de la casa de la familia Sandoval, a la par de la "sanidad" del pueblo, ahí debajo del palo de almendras, estábamos una mañana de Diciembre varios cheros de ese barrio, cuando con Carlos María Sandoval y Gil "Tarira" Moreira, decidimos ir a bañarnos a la "gigantesca piscina" de Tutunilco; Gil se atravezó la calle para ir por su "4 varas" (una hondilla de gancho, de 4 varas de hule, ya que para él, la "bañada" era cosa secundaria que en caso de decidir hacerlo, bien lo haría con sus pantalones puestos), mientras Carlos entraba a su casa a agarrar dos "calzonetas" (una para él y otra para mi) y en cuestión de minutos, estábamos listos... ¡y en camino!
Agarramos para abajo y media cuadra después, cruzamos el portal de entrada de la Finca Las Palmeras, caminamos unos metros, cruzamos a la izquierda, saliéndonos de la calle para irnos enmedio del cafetal e ir a salir allá por el terreno de don Miguel Alonso (QEPD), adonde tenía la ladrillera -cabal por aquellos bellos, frondosos y bondadosos palos de mango-; de ahí, cruzamos a la derecha y agarramos el callejón que pasa (¿o pasaba?) a la par de la finca de don Mincho Cienfuegos (QEPD) hasta llegar al río.
Pues justamente pasando el río íbamos cuando en una de las pozas mas grandecitas (ahí por aquel muro de piedras donde lindaba la finca de don Mincho), notamos que en el río estaba una señora con sus hijas quien se nos quedó viendo con mucha atención y cuando nos acercamos lo suficiente, exclamó: ¡hola compadrito!, ¿¡Qué anda haciendo por aquí!? Era una señora amiga de mi mamá quien, junto a sus hijas, nos decían "compadrito" a mí y a mi hermano Balmore (y "comadrita" a mi hermana Lupita) pues mi mamá era madrina de una hija de dicha señora (su segunda hija de nombre Samaria) y quien estaba lavando ropa.
Véngase para acá -me dijo-, a lo que yo, con gusto y alegría accedí despidiéndome de Carlos y Gil quienes no quisieron quedarse pues prefirieron seguir hasta Tutunilco. Después de ponerme la calzoneta que me había prestado Carlos, me metí al río a "nadar" con sus hijas, aquellas cipotas de las cuales, solamente la más grande (de nombre Vera) tenía blusa que le cubría la parte alta de su cuerpo, mientras las otras dos bichas, al estar solamente en calzón, obviamente tenían al aire libre sus pequeños pechos infantiles los cuales, debido a nuestra inocencia, no llamaban la atención ni significaban razón de vergüenza ni mucho menos de burla y así, nadábamos y nadábamos enmedio de nuestras largas y temerosas expediciones y aventuras temerarias que creamos por medio de nuestra extensa e infinita imaginación infantil, en las "temibles y salvajes" aguas de aquel inmenso, profundo e indomable río; hasta que mis "tripas me chillaron", indicándome que era hora de regresar a casa.
Me despedí de las "comadres" y me regresé a la casa a meterle a los "pipirines", contento sin sospechar de alguna repercusión sobre ese evento allá en el río pero, no sabía que unos días mas tarde, esa señora al ir en camino a visitar a su mamá (la señora de apellido Baires, quien vivía una calle abajo de la casa de mis abuelitos, mas precisamente enfrente del mesón de don Mincho Cienfuegos sobre la calle al cementerio), decidió detenerse en nuestra casa, para platicar con su comadre (mi mamá). Pues enmedio de la plática, la señora sin ningún propósito de causar daño, se acordó de mi "nadada" por el río, y le contó a mi mamá. Le dijo -bien contenta- que ella, cuando me vio pasar, me había invitado a nadar al río y que mientras me había "cuidado", yo la había "pasado" muy bien, bastante contento y feliz jugando con sus hijas, etc., etc. Mi mamá, no dijo nada en ese momento, solo se me quedó viendo y haciéndole mas preguntas a su comadre de mi "paseo" de ese día, allá por el río.
Al irse la comadre, mi mamá me dedicó toda su atención a las respuestas que me pidió le diera en respuesta a mi "vagancia" intolerable e injustificable y, al no tener respuesta que la tranquilizara, lógicamente, ¡se aprestó a darme mi bien merecido castigo!
Después, algunos días mas tarde, me encontré con Samaria ahí por la Sastrería Laínez y le conté de la "tunda" que me había dado mi mamá después que la mamá de ella le había contado sobre nuestra experiencia "nadadora", ella me respondió con pena y tristeza y casi llorando, me pidió "perdón", a lo que yo le respondí que no había necesidad pues no era la primera y seguramente no sería la última que mi mamá me pegara, que no se preocupara; ella sonrió y se alejó con su portabiandas color blanco, rumbo a su casa, que estaba allá en la calle que daba a la segunda entrada al estadio del pueblo, en la "colonia Alicia".
De seguro ella le contó a su mamá y hermanas pues cada vez que nos encontrábamos con alguna de ellas, el tema venía a cuento pero, lo que se me quedó grabado, fue la ocasión aquella en la que Vera, la hija mayor de la "comadre" y yo, nos encontramos en la acera del colegio mas famoso y prestigioso de nuestra bella ciudad, el internacionalmente reconocido Colegio Santa Teresita, en una tarde de día sábado, como a eso de la 1 y media. Yo iba a comprar un plato de sopa de gallina al comedor de doña María "La Tecleña" ya que a mi abuelito (QEPD), se le había antojado tomar sopa y pues, como les digo, ahí me encontré con Vera.
- Hola Compadre, ¿cómo está?
- Bien comadre ¿y usted?
- Ah, muy bien gracias,
- ¡Que bueno...
- y ¿adonde va, con esa olla?
- Ah, este... voy a comprar un plato de sopa de gallina, para mi abuelito...
- Ay que rico, oiga compadre, no se me olvida el castigo que le dio la comadre Aída, a causa de mi mamá...
- No, no se preocupe, comadre, a mí ya se me olvidó,
- ¿De verdad?
- Si...
- Oiga compadrito, ¿va a ir al baile ahora?
- ¿Cual baile, comadre?
- ¡el que va a haber en la alcaldía!
- pues, la verdad es que ni sabía que iba a haber baile hoy, y ¿cuenta va a costar la entrada?
- pues 25 centavos pero usted no se preocupe, si quiere ir, yo lo invito, ¿oiga?
- esteeee... ¿y usted quiere ir?
- Si, tengo muchas ganas, si se anima, ahí me espera enfrente de la entrada de la alcaldía como a las 3, ¿oyó?
- Si, está bien.
Y pues, como desde que era un cipote, al mentado Monsiour, le gustaba mucho bailar, mucho antes de las 3, ahí estaba ya esperando a su amiga quien llegó un poco tarde pasadas las 3; al verme, se sonrío, me hizo señas para que me encaminara a la puerta de entrada a la alcaldía y al llegar a ese lugar, ella sacó 50 centavos y pagó por la entrada de los dos; ya una vez adentro me dijo: mire compadre, ¡voy a buscar a mi novio, ahí nos vemos! (su novio era Paiza, quien después se convertiría en su esposo). Y me dio libertad para que yo bailara con alguna bicha de mi edad (mi "comadre" Vera es unos años mayor que yo).
Por unos instantes me puse a buscar una pareja de baile y cuando la encontré, la saqué y nos pusimos a danzar al mejor estilo de la época, mientras pasaba una y otra canción; en eso, llegó la comadre Vera quien lucía un poco contrariada o ¿quizás triste?, diciéndome que quería bailar conmigo. Me despedí de mi "parejita" y acerqué a la comadre en eso, empezó a sonar una bella canción, una bella canción que en esa época, estaba de moda en inglés y español, en realidad, estaba pegando golpe, enmedio de la "época de oro" de nuestra historia musical.
Nos pusimos a bailar y Vera, en pleno momento de bailar y enmedio de dicha canción (la cual ella cantaba a coro), me dijo: compadrito, esta canción me gusta mucho, mucho y quiero pedirle que cada vez que usted la escuche, ¡por favor de acuerde de mi!
Le prometí que si, y ella, no se si me creyó o no pero, se quedó tranquila; tranquila y sin imaginarse que yo, ¡si la había tomado en serio! y que le cumpliría mi promesa porque, desde cipote, me gustó ser una persona de palabra, tal es así que hoy, a bien -por lo menos- unos 45 años de distancia, sigo recordándole; sigo trayendo a mi mente ese recuerdo de esa ocasión así como mi promesa que se engalana y engrandece con mi cariño y agradecimiento por haber sido ellas todas (pero, Vera, con mas preponderancia) unas lindas y amables personas conmigo (en realidad con todos nosotros) y por eso ahora, tengo el gusto de brindarles este pequeño regalo cargado de cariño, agradecimiento y mis mejores deseos, adonde sea que se encuentren.
Y esta, es la canción a la que me refiero (¿se recuerda de ella?):
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