Querida Cipotada Chula,
En vista que como no soy poeta, ni músico, ni tengo algo artístico que destacar pero, como quiero expresar mi respeto y admiración hacia las madrecitas; así como las gracias a la mía en particular (quien está ya allá en la eternidad, descansando en paz), traigo a esta nuestra "Página Oficial Buchona", esta "babosadita" alusiva que escribí hace algunos años con la idea que esta sirva para saludar efusivamente a las madrecitas que nos visitan. Ojalá esta "Babosadita" sea del agrado de ellas:
¡Feliz Día de La Madre!
En
el pueblo, todos sentíamos admiración, cariño y respeto por la niña Clarita, es
que ella, ¡se lo había ganado! (me contaba Pedro "Juash", -un
borrachito de mi pueblo-). De cuna humilde, bueno, muy pobre -diría yo-, (como
suele suceder en nuestro tan sufrido pueblo), pero con un fuerte deseo de
superación y gran esfuerzo suyo y de sus padres, trabajando en la manufactura
de ollas, picheles, comales, cántaros y otros utensilios de barro, lograron con
su sudor y dedicación, que la Clarita, fuera a la escuela. Era hija única y, el
fruto del sacrificio de sus padres, era dedicado exclusivamente a satisfacer
las necesidades (incluso, pequeños caprichos) de la niña.
Me contaba Pedro "Juash" (un borrachito de mi pueblo) que a partir de
los doce años, se denotaba que la Clarita sería una bella mujer, fíjese
Monsiour -me decía Pedro- que era morenita de la piel, con cabello negro que le
colgaba hasta la cintura, de ojos grandes color café/verde y de sonrisa
angelical, tenía en su mejilla izquierda (sobre el labio de arriba) un coqueto
lunar que le daba esa imagen de niña/diablilla que enloquecía a los hombres y
su cuerpo fue desarrollándose tan formidablemente que, al llegar a los 15 años,
daba la impresión de ser ya una hembra de más edad.
Don Tancho (el dueño de la joyería del pueblo) era un hombre mayor, casado con
una señora mucho mayor que él (es que se casó solo por interés -decían muchos-)
y tenía 4 hijos, aun así, no perdía oportunidad de asechar a la Clarita, cuando
esta iba a comprar el pan dulce por las tardes a la tienda de la niña Fide, o
cuando venía de misa o cuando paseaba con la Carmencita (su amiga desde la
infancia). Don Tancho, que siempre salía con su sombrero fino y bastón de madre
cacao con mango de carey, alardeaba en las reuniones, que tenía con sus amigos
para jugar póker, que se comería ese mango ¡me cueste lo que me cueste! (se
refería a la Clarita). Ella, nunca le hacía caso y siempre seguía caminando sin
prestarle ninguna atención. Es que, ¡no me cae bien ese señor! -repetía ella-,
entre otras cosas, le caía mal el "tufo" a cigarro que don Tancho
emitía (según la Carmencita), además, ella solo "tenía ojos" para
Sergio, un joven aprendiz de carpintero que, parecía honrado, humilde y
trabajador (además de tener esa bonita voz -agregaba la Carmencita-).
Una tarde, don Tancho, se animó a ir a platicar con don Jacinto (el papá de la
Clarita); llegó a la humilde pero limpia, aseada y honrada casita con paredes
blancas hechas de bahareque y tejas de barro; en esa ocasión, le pidió a don
Jacinto que...
- ¡le "diera" a la Clarita!, es que, como vos me debés un
pisto y como la Clarita ya es una mujer hecha y derecha, pues..... ya "necesita'
un hombre, además yo, ¡hasta le podría poner una casa!
- Mire, don Tancho -le respondía don Jacinto- fíjese que no creo que se pueda, es
que, en primer lugar, la Clarita está muy pequeña para andar en eso, en segundo
lugar, usted ya está casado y finalmente, a más tardar el mes entrante, yo le
voy a cancelar lo que le debo, asiesque, ¡no se va a poder señor! Don Tancho no
tuvo otra alternativa que, irse bien bravo, sin antes "jurar" que don
Jacinto se arrepentiría por haberse burlado de su honor.
Para acabar de joder, una noche que Sergio regresaba de la nocturna, junto a
Alfredo "Cumacuta", se le ocurrió irse por la casa de la Clarita
quien al verle venir, salió a sentarse al andén alto enfrente de su casa.
Sergio se detuvo, despidiéndose de Alfredo con un "¡Ahí nos vemos
Cuma!" y saludando muy amablemente a la Clarita; después de verse y
coquetearse por unos instantes, se pusieron a platicar. Era obvio que el lenguaje
corporal y el comportamiento de ambos, se habían confabulado para que estos, se
identificaran, que se descubrieran y que, se dejaran llevar por los designios
del dios Eros. Con el paso de los minutos (y sabiendo que don Jacinto estaba ya
¡hasta roncando!), se acurrucaron en una de las gradas del andén y con mucho
cuidado y atención -al principio-, dejaron que las pasiones encerradas en sus
seres se desbordaran en caricias sensuales, tibias y provocadoras, las que, en
complicidad con las sombras de la noche, la ausencia de almas por las calles y
lo tenue de la luz que los foquitos que pendían de los postes ofrecían, se
fueron haciendo cada vez mas emotivas y directas ; justo en eso estaban, cuando
se apareció don Tancho, quién agarró a Sergio del pelo y dándole unas manadas
en la espalda, lo tiró al suelo, hacia donde le apuntó con su pequeña
"Smith & Wesson", amenazándole que la próxima vez que le viera
cerca de la Clarita, le mataría sin aviso. La Clarita salió huyendo y se
internó a su casa, de la que, no salió por varios días (por miedo al viejo
Tancho). Al día siguiente y con unas copas de más, don Tancho se dirigió al
puesto de la policía municipal, adonde llegó para hablar con el cabo Gámez, al
que le "ordenó" que fuera a capturar a la Clarita y que se la llevara
a su finca que tenía en el cantón El Socorro, ¡yo te voy a recompensar bien!
además de recomendarte con el coronel García que es mi amigo (le dijo).
El cabo Gámez accedió y junto con otros 3 policías, secuestraron a la Clarita
pero, no se la llevaron a la finca de don Tancho, sino que en cambio, se la
llevaron para un cuarto de un mesón en Jayaque, adonde la tuvieron encerrada
por varios días, en los cuales, el cabito Gámez, abusó repetidamente de ella,
pisoteando su dignidad y burlando su virginidad, haciendo que, con su cuerpo
apestoso a sudor y a falta de aseo, junto al ofensivo lenguaje vulgar y lumpen,
hicieran de la Clarita, un ser totalmente desarmado y desvalido, destruyéndole
así, el porvenir, estrujando el autoestima de un ser inocente y puro, que
pagaba con la mancha de su honor, el simple hecho de ser una bella y hermosa
mujer, inocente y ufana, blanca y sencilla, tímida y tierna... en fin, un ser
humano extraño y ajeno, a los instintos bestiales y criminales de estos
obscuros personajes que han sangrado y pisoteado al pueblo, en nuestra sufrida
historia.
Estos esbirros, la llevaron finalmente a la finca en el cantón El Progreso. Al
presentarse don Tancho al lugar y preguntar el porqué de su maltrecha
apariencia, la Clarita le relató lo ocurrido, expresándole que sabía -por parte
del cabito Gámez- que todo había sido tramado por él, además de decirle a
gritos que no le extrañaba tanta bajeza de su parte pues, sabía que era peor
que un animal y que, antes de tener sexo con él, prefería que la matara. Don
Tancho se puso bien furioso y dándole unos trompones en la cara (que le
cortaron la ceja del ojo derecho e hicieron que le sangrara su nariz), también
de romperle a rasgadas brutas y bestiales, el vestido rosadito que ella usaba,
se alejó del lugar.
A puros jalones en unos "pickups" que llevaban gente a otros lugares,
la Clarita pudo llegar a su casa en el pueblo, adonde se refugió por algunas
semanas, hasta que se convenció que..... el mentado cabito Gámez, ¡¡¡la había
embarazado!!!
A
pesar de las críticas punzantes y comentarios ofensivos, de parte de la
"suciedad" de mi pueblo, la Clarita dio a luz, tuvo un varoncito, un
poco -¡feyito el jodido!-, de pelo bien negro y liso, muy sonriente y con
camanances, al que le puso Oscar Arnulfo (en honor a San Romero de América
-decía ella-). Sergio se fue para Belice y -según cuentan- se acompañó de una
negrita del lugar. La Clarita, ya no se casó ni tuvo novio, se dedicó
totalmente a su hijo; con los años, se murió don Jacinto, años después, le
siguió la niña Mercedes (su mamá); así las cosas, la Clarita dispuso continuar
con el negocio de la alfarería, para permitir que Oscar Arnulfo fuera a la
escuela; el cipote salió inteligente y estudioso. Fíjese Monsiour (decía
Pedro), que cambió el baboso, ya no se veía tan feyito, era bueno para jugar
basketball y a no ser por las piernas un poco cascorbas que tenía, ¡hasta
podría decirse que era bien parecido! Justo cuando aquel tenía 16 años, andaba
la bulla en el pueblo que la guardia lo andaba buscando, lo acusaban de
revoltoso, guerrillero y comunista (es que, por ser un buen joven, ayudaba al
cura del pueblo en las clases de catequismo y eso -era considerado un crimen-,
por el gobierno y los cuerpos represivos); esto llegó a los oídos de don Tancho
quien -ni lerdo ni perezoso- y conciente que la Clarita tenía (con sus 35 ó 36
años) casi intactas las características físicas que la hacían lucir como una
bella y hermosa reina Pipil, intentó -nuevamente, después de más de 17 años-
conseguir las bondades de ella, ofreciéndole sus servicios para que la guardia
¡dejara de joder al cipote!, junto a la promesa de una casa en Ilobasco, adonde
se irían a vivir todos pues él, había enviudado unos meses atrás...hasta ¡me
voy a casar con vos! (le decía, casi en tono de súplica). Ella (un poco menos
impulsiva y lógicamente- mas madura que antes), tranquilamente le respondía que
no pues, ella sabía que su hijo no estaría a salvo en la “Tierra Linda”, ya
que, el gobierno era capaz de buscar y encontrar a su querido hijo y
asesinarlo, como era práctica en esos días. Mirá Clarita -irrumpía él- yo te lo
arreglo todo, si fijate que soy amigo de varios coroneles que me deben
"favores", yo puedo hablar con ellos y... ¡NO, Gracias, don Tancho!
replicó ella, al mismo tiempo de "encaminarlo" hacia la puerta de la
casa. El salió mas encolerizado que nunca (herido en su amor propio),
dirigiéndose directamente a la guardia, a dar orden de captura para Oscar
Arnulfo. Esa misma noche, el "Escuadrón de la Muerte" cateó la casa
de la Clarita quién sospechando del mentado Tanchito, había decidido no dormir
ahí e irse para Santa Tecla (a la casa de la Carmencita). Al día siguiente,
solo con unas cuantas mudadas de ropa, con unos cuantos colones, con mucho
miedo, huyendo a la represión que el gobierno llevaba a cabo contra el pueblo
pero, llenos de esperanza y fe en Dios, salieron rumbo a los “Estamos Sumidos”.
Después de varios días, de muchos abusos de parte de las
"autoridades" chapinas y mejicanas pero, guiados por la luz
Celestial, lograron llegar a Tijuana, adonde contactaron un "piloto"
quien les ofreció pasarles sin problema.
- Usted pasará por la línea con la “mica”
de una señora que se le parece (le dijo a la Clarita) y a su hijo lo pasaremos
por las cloacas de aguas negras, ¿ok?, inmediatamente ella respondió
- que si su
hijo pasaría por las cloacas, que ella también lo haría;
- el coyo... perdón el
piloto, trataba de explicarle que, era muy duro para una mujer hacer ese
recorrido,
- ella replicaba que, no le importaba cuan duro fuera, que por estar
junto -siempre- a su hijo, ella haría cualquier cosa y que, si no iban a pasar
juntos, preferirían no pasar; ante esta posición tan decidida de la Clarita,
- el
piloto ofreció la alternativa de hacer la travesía a través de la playa del
mar.
- Ella accedió y acordaron la hora para pasar, el día siguiente.
Como a eso de las 7 de la mañana, estaban ya en la playa. En una champa de
palmas, sentados en unas cajas de cervezas, esperaban al "Manis"
-quien era el guía-. Este apareció unos minutos después, luciendo un gorrito
"Navarone" color azul profundo, diciéndoles que lo siguieran rápidamente
sin voltear a ver para ningún lado, para no levantar sospechas. Entraron al mar
y por unos minutos, hicieron como que se estaban bañando y gozando de las
frescas (heladísimas) aguas del Pacífico, al llegar mas gente, emprendieron el
recorrido hacia el norte, por unos 6 ó 7 kilómetros sorteando aguas violentas y
mareas que -en algún momento- llegaban hasta el cuello de la Clarita, Oscar
Arnulfo le ayudaba en lo que podía pero ella, siempre le decía que se apurara
en seguir adelante, ¡que no se preocupara por ella! En uno de esos instantes,
los violentos oleajes lanzaron contra unos bancos de arena a la Clarita,
causándole fuertes golpes en toda su anatomía, ella quedó inconsciente por unos
minutos pero, con la asistencia del "Manis" y el calor (y palabras)
de Oscar Arnulfo, logró recuperarse.
Finalmente, después de casi 5 horas de recorrido, lograron poner pie en tierras
de estos “laredos”, llegaron a un lugar despejado e inhóspito, donde un camión
de carga color blanco, les esperaba con las puertas traseras abiertas. Unas 2
horas mas tarde, estaban en Los Ángeles, ahí le hablaron a unos amigos para que
pagaran el "pasaje"; arreglado todo, se fueron a vivir a un
apartamento bien pequeño de una amiga de la Clarita, ella se consiguió un
trabajo en una fabrica de adornos de cerámica, Oscar Arnulfo se inscribió a una
escuela de adultos para aprender Inglés y por las noches, trabajaba como
lavaplatos en un restaurante en Santa Mónica.
Por varios años, no se supo de ellos, finalmente, un día que se celebraba la
Independencia de El Salvador, los descubrió Miguel Pichente, cuando el
participaba en el desfile de ese día. ¡Uta Monsiour! -me contó- fijate que
Oscar Arnulfo estudió en la UCLA, ahora tiene un "AA Degree" en
Ciencias Políticas, la niña Clarita (quien está muy hermosa -como siempre-) ya
no trabaja, si no que es consejera voluntaria en un Centro de Asistencia para
¡¡¡¡¡JÓVENES ABUSADAS SEXUALMENTE!!!!!
Púchica, yo que conocí de la historia de esta GRAN SEÑORA, al escuchar las
palabras de Miguel, sentí una profunda y gran emoción en mi alma que me dictó,
que no debería quedarme callado, es decir, me dije a mi mismo que esto, lo
tendría que contar, para que lo supieran todos mis hermanitos
"salvaguanatruchas" (adonde sea que se encuentren) y para que
sirviera de aliciente para las madres solteras y como reconocimiento a la
extraordinaria labor que las madrecitas salvaguanatruchas hacen y que, casi
siempre pasa des-apercibida.
¡SI!, en el pueblo, todos sentíamos admiración, cariño y respeto por la niña
Clarita, (según me contaba Pedro "Juash" un borrachito de mi pueblo),
varios años después, -aquí y ahora-, esa admiración, ese cariño, ese respeto,
sigue vigente y mas fuerte aún...es mas, esos mismos sentimientos se redoblan y
van -también- para todas aquellas madrecitas lindas que -al igual que la niña
Clarita- dedican hasta su vida, por el amor hacia sus hijos.... ¡QUE DIOS LES
BENDIGA, MADRECITAS BELLAS! Y muy humildemente, deseo muchas felicidades para
ustedes ahora y SIEMPRE diciéndoles: ¡Tengan un Feliz Día, Madrecitas!
Salú,
El Monsiour.
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