Al contarme recientemente una amiga sobre su orgullo
de ver a su pequeñín ganar el primer lugar en una competencia académica, se me
vinieron a la mente algunos sucesos sobre una persona que conocí, hace
muuuuuchos años allá en la “Tierra Linda”.Se trata de la Matías, una joven campesina que ¿a
saber de adonde salió?
Recuerdo que una mañana de un sábado, mi abuelita llegó
a despertarme a mi cuarto:
¡Levantate hijo y recogé la ropa sucia para que te la
laven! A regañadientes me desperté y senté en la orilla de mi cama, segundos
después, empecé a agarrar calzoncillos, camisas, pantalones, pañuelos y
calcetines, para que me los lavaran. Los puse en una bolsa de lona y me
encaminé hacia afuera. En el lavadero estaba una muchacha morena (casi negrita),
de pelo negro largo, de boca grande con dientes ralos y amarillos, con ojos
"bailarines" (uno de sus ojos, el derecho, se movía bien raro). Su
cuerpo -característico de nuestras hembras- era más bien... flaco (a causa del
hambre al que nos someten, el gobierno y los ricos), sus piernas, un poco
"corvas" (hacia fuera) que, al caminar, denotaban el estilo que
algunos en el pueblo llamaban: "Caminado de Guardia". A pesar de
tener unos 16 años, aparentaba mayor edad y no denotaba la "chispa"
que las cipotas de su edad en el pueblo, mostraban.
Al poner la ropa al pie de la pila, quise comenzar
conversación pero ella, no me respondía, ni siquiera me volteaba a ver, por lo
que opté por dejar allí la ropa y me alejé, rumbo a la vagancia. Ella continuó
llegando a lavarnos la ropa, incluso una vez, hasta llevó a su mamá (la niña
María), para que le ayudara a tender y a doblar, después de la planchada. Con
el tiempo, se quedaban a comer en la casa y a hacer otros menesteres que mi
abuelita o mi tía les pedían, es decir, se convirtieron casi en familia, pues
pasaban mucho rato en la casa; aunque la Matías, casi no abría la boca para
hablar (mucho menos conmigo o con mis hermanos).
Algunos de mis cheros, me jodían por ella (diciéndome
que era mi prima o babosadas así), incluso, -solo por joder- me llamaban
"cuñado" de manera sarcástica pues, ella era considerada (de acuerdo
a los estándares que regían en la "suciedad" de mi pueblo), fea y
casi "indeseable". Al principio, ¡me valía, ver...daderamente nada!
lo que me decían pero, al paso de los días, se fue haciendo casi insoportable
la situación para mí, tanto que, hasta le pedí a mi abuelita que ya no le diera
a la Matías, a lavar nuestra ropa.
- Mirá hijo -decía mi abuelita- fijate que ella es muy
buena para lavar, me cobra bien barato,
además, no tiene trabajo y yo quiero ayudarle por que está muy pobrecita.
- ¡No me importa! -repuntaba yo-, ella me cae mal por
que a causa de ella, mucho me molestan mis
amigos en la escuela, ¡quiero que se vaya!
- Bueno pues, te vas a tener que "aguantar"
(decía mi abuelita), por que, mientras ella haga un buen
trabajo, y yo lo quiera así, ¡se quedará!
Así, fueron pasando los días y mi aversión con la
Matías se fue acrecentando más. De vez en cuando, durante la temporada de
verano, llegaba al pueblo un chapín en un camión Chevrolet rojo, todo viejo, a
vender guineos y melones. Se posteaba cerca del mercado, tendía un toldo de
lona verde y se ponía a vender. Con algunos amigos llegábamos a comprar, fue
así como le conocimos. Se llamaba Víctor. Era gordo y chele, de modales rudos
(casi vulgares), por lo general, andaba en camiseta (que le llegaba a la mitad
de la barriga), con pantalones que se le bajaban hasta mostrar parte de sus
posaderas, su boca estaba llena de dientes de oro -unos- y negros -la mayoría-,
siempre fumaba y de su aliento, podía descifrarse que la pasta de dientes era
su enemiga.
Resulta que en el pueblo, se llevaban a cabo unos
bailes populares -cada domingo-, en un predio baldío cerca del mercado, que
eran conocidos como "los cinquiados".
Allí, llegaban los personajes más "extraños"
de mi pueblo.
Un domingo, veníamos de la finca de uno de los cheros
y al pasar por ese lugar, vimos que a la Matías, la tenía bien
"atrincoñada" el mentado chapín. ¡Buena Monsiour - ya tenés un cuñado
"extranjero"! (fue la primera reacción de mis amigos) y empezaron
-otra vez- a joderme. Al llegar a casa, fui directamente a contarle a mi
abuelita quien me respondió que, la Matías tenía todo el derecho de divertirse
como ella quisiera. Hasta yo le di pisto para que se comprar un vestidito (me
replicó). No me quedó más alternativa que seguir soportando los comentarios de
mis amigos. Un día, llegó muy apresurada la niña María, a pedirle prestado unos
"centavos" a mi abuelita, resulta que la Matías está bien mal
-decía-, fíjese que toda la noche se la pasó "arrojando" y hoy dice
que le duele la panza y la cabeza, yo creo que tiene "curso"
(continúo). Bueno, andá adonde el doctor Berríos y decile que te dé una
medicina, que yo se la voy a pagar después (le dijo mi abuelita).
Con los días, nos dimos cuenta que la Matías estaba
embarazada y que el responsable era Víctor (el chapín), mi tía fue un día a
querer platicar con este pero, lo negó todo y dijo que la Matías era ¡una
Pu.....eblerina que de seguro ni ella misma sabía quién iba a ser el papá! Al
escuchar esto, nos alejamos del camión Chevrolert rojo, el que nunca más se vio
más en el pueblo, pues mi tía le dijo al bato chapín que, ella se iba a
asegurar que él se hiciera cargo de la Matías por que si no, lo iba a meter
preso.
Después de algunos "consejos" sobre
"botar" al cipote, de personas que se hacían llamar
"amigas" de la Matías, que le decían que no lo iba a poder mantener;
de sugerencias de ir a hacerse una "cura" y de recomendaciones sobre
como cuidarse (de parte de verdaderas amigas), la Matías dio luz a Manuel; un
cipotío chele (igual que su tata), viviracho y hartón (se tomaba hasta el café
de mi abuelito). A este le vi gatear y jugar, le oí llorar, reír y hasta
recuerdo cuando empezó a dar sus primeros "pininos", es decir, -sin
querer- aprendí a quererle. Cuando ya tenía unos 3 ó 4 años, escuchaba como
algunas "viejas fufurufas" de mi pueblo, le ofrecían comprárselo a la
Matías pues ella (le decían), ya no lo iba a poder mantener. Ella -siempre- les
respondía que no (yo hasta pensaba que era muy tonta, al no aceptar las
ofertas), "pues, Manuelito era de ella y que ella le quería mucho y que
estaba dispuesta hasta a dar la vida por él", yo -de verdad que-
no entendía esa actitud "necia" y "caprichosa".
De manera casi heroica, la Matías logró que Manuelito
terminara la primaria y con la ayuda de mi tía, le inscribió en el tercer
ciclo. Ella siempre dedicada, estoica, arduamente y de manera honrada,
conseguía lo que él necesitara en sus estudios. A ella, jamás le vi ya en los
bailes mucho menos en otros "menesteres"; es que, siempre andaba
trabajando para sacar adelante a Manuelito y a la niña María. Una tarde, nos
llegaron a contar que la Matías, estaba mala. Mi abuelita me pidió que fuera
con ella. Llegamos a la casa, que no era nada más que una "cueva"
reclamada a un paredón de tierra blanca, con la pared exterior hecha a pura
madera de bambú y cartón. Adentro, una mesita arrecostada contra la
"pared" (por falta de una pata) tenía en su centro una velita del
"Rosario" cuya llama, caprichosamente, se arremolinaba al compás de
las ráfagas de viento que a través de las falsas paredes se colaban.
En el rincón más obscuro, se distinguía una figura
humana muy demacrada, era la Matías quien había sufrido un ataque de epilepsia
(por enésima vez) y al caerse, se había golpeado la cara (en el ojo derecho,
que se le había salido de su cavidad) contra la piedra de moler. Con esto, ella
presentía que era el último ataque que podría soportar. Le pidió a mi abuelita
que se le acercara y a mí (por primera y última vez, me hablaba), que me
saliera del cuarto. Al ir de regreso a nuestra casa, mi abuelita me confió que
la Matías se moriría muy pronto -tal vez esa misma noche-, es que, ¡está bien
enferma la pobrecita! Tenemos que ver como hacemos -continuó-, llegamos a la
casa, adonde le dijo a mi abuelito que fuera a comprar una caja de muerto y
que, consiguiera unas sillas. Efectivamente, la Matías murió esa noche. El
velorio ha sido uno de los mas tristes (¿habrá acaso velorios alegres?) que yo
recuerde.
La niña María no quiso irse a vivir con nosotros, dijo
que ella trabajaría para sacar adelante a Manuelito, mi tía le prometió
encargarse de los gastos de educación de él y otros vecinos, ofrecieron ayudar.
Con muchas dificultades, Manuelito siguió estudiando y aprendió un oficio.
Por las represiones que los ricos y el gobierno nos
impusieron, empezó la cosa a ponerse dura y tuve que salir de la “Tierra Linda”
y dejar, lo que mas apreciaba en la vida allá atrás…
Unos 16 años después, cuando finalmente tuve la
oportunidad de regresar, me sirvieron para comprobar lo que siempre he
presentido: "Nuestra gente es SUPERCACHIMBONA pues, a pesar de las
dificultades, siempre logra salir adelante. Visité mi pueblo, vi gente que
alguna vez pensé (con mucho miedo) ya no volver a ver, saludé a amigos y
personas que admiré (y que antes no tuve, la intención ni valor de agradecer
por ser tan lindos) y..... ¡SUPE DE MANUELITO! (convertido ahora en...tremendo
Tenedor de Libros), cosa que me enorgulleció muchisisísimo, pues me hizo ver
que, lo que yo alguna vez había visto como actitud: "necia" y
"caprichosa" de la Matías, había sido -en realidad- un esfuerzo
supremo de su parte, que había valido mucho la pena pues, ahora teníamos a un
hombre de bien, ¡gracias al firme propósito, dedicación y amor de parte de
ella!
Con esto, pretendo ahora, redimirme a la Matías (quien
está allá, adelante de nosotros), por haber sido tan soberbio, tan necio, tan
absurdo; y decirle que, -aunque un poco tarde- admiro el maravilloso esfuerzo
que hizo, para sacar a su Manuelito adelante, también por haberme dado una
muestra de valor, de honradez, de verdadero amor, es decir, por haber sido una
verdadera madre "salvaguanatrucha", también, deseo a través de esta
mi "babosadita" decirles a todas aquellas madrecitas que se les
agradece -de todo corazón- sus esfuerzos, sus dedicaciones, sus atenciones, su
amor por sus hijos.
Descansá en Paz, Matías y perdoname por lo mal que de
vos pensé.
¡Sinceramente!
El Monsiour.
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