Querida Cipotada Chula,
Hace unos días, me dirigía de Tijuana a la ciudad de Los Ángeles por cosas de trabajo; la mañana era placentera y de no haber sido por la tardanza que me había causado la larga línea de carros cruzando la frontera unas horas atrás, bien hubiera ido pensando en ese momento, ir a comerme un suculento "brunch" con todo y copa de champagne a alguno de los restaurantes alrededor del hotel, pero en cambio, iba pensando mejor en ir a saborear para el almuerzo, un rico platillo de pescado asado a un restaurante que se especializa en ese tipo de comida.
Conducía mi Jeep a buena velocidad y el ligero tráfico me permitía predecir que mejoraría el tiempo de llegada al hotel, que me marcaba el aparatito ese que le llaman "GPS"; libré rápidamente el puesto de chequeo o retén de San Clemente pues este no estaba en operación, es decir, no había agentes inspeccionando y, unas millas mas arriba, de repente escuché un extraño y fuerte ruido de mi carro, así como vi y olí un corto y relampagueante copo de humo que se deshizo con el viento del camino, enseguida, noté que mi carro perdía fuerza y cuando quise acelerar y después hacer algún cambio de velocidad, este no me respondió. No le entraba ninguna velocidad y el ruido se hacia mas fuerte. De manera inmediata se me ocurrió tirarme hacia la orilla o sea a las líneas de la derecha pues yo me conducía en la primera, es decir, a la izquierda -como siempre-; afortunadamente, -repito- no había mucho tráfico y logré librar todas las líneas hasta llegar, con el impulso que traía el carro, a la próxima salida que de manera favorable, es de bajada; unos pocos metros después llegué hasta el próximo semáforo el cual, de manera propicia se puso en verde con lo que logré cruzar hacia la izquierda pues seguir en línea recta no era bueno para mí porque esa es nuevamente entrada (hacia arriba) a la carretera (freeway), pasé debajo del puente y el siguiente semáforo estaba ya en verde, pasé sin dificultad y cuando me acercaba a la próxima calle, en la siguiente cuadra, noté que el semáforo también estaba en verde; ahí, opté por cruzar a la derecha (el carro aun traía suficiente impulso pues todo este pequeño trayecto está en bajada) porque después de esa calle, ya estaba la playa bien cerca y ahí, es difícil para estacionarse y pedir ayuda -pensé-.
Crucé y al usar los frenos en esta esquina, el impulso del carro disminuyó bastante, al grado que solamente logré recorrer unos metros y me quedé totalmente detenido a media calle y enfrente de una cadena de tiendas, restaurantes y bares de esa ciudad de San Clemente que a esta hora, lucía muy concurrida y alegre, con mucha gente en las aceras, caminando o comiendo alrededor de las mesas en los andenes de los restaurantes...¡era día domingo!
Al comprobar que ahí no era una buena ubicación ni había espacio para estacionar mi carro, se me ocurrió empujarlo hacia atrás para llevarlo a una parada de autobuses que estaba cerca y desde ahí, llamar a una agencia de grúas para que me arrastrara el carro; en eso de empujar mi Jeep estaba, ante la gran cantidad de gente -que ni se mosqueaba-, cuando pasó una señora en un carro Lexus preguntándome ¿necesitas los servicios de grúa?, le respondí que si rápidamente, asumiendo que ella era dueña o conocía al dueño de algún taller de mecánica o de servicio de grúas cercano.
¡Bien, respondió ella, regresaré en un momento, solamente iré a dar la vuelta a la cuadra!
¡Bien, respondió ella, regresaré en un momento, solamente iré a dar la vuelta a la cuadra!
Logré llevar el Jeep a mejor lugar, y después agarré el teléfono e hice un par de llamadas a dos amigos para pedirles ayuda en el sentido que me dijeran si conocían de algún taller adonde podría llevar mi carro en el área de Los Ángeles después de pedir la grúa; lastimosamente ninguno de mis dos amigos respondió el teléfono y ya me aprestaba a caminar rumbo a una tienda cercana para pedir prestada una guía telefónica y buscar el número de teléfono de algún servicio de grúas local, cuando llegó la señora del Lexus.
- Ya viene la grúa -me dijo, desde una distancia de unos 15 metros-;
- ¿perdón?
- Si, ya llamé a la "Triple A" es que, tengo 4 "arrastradas" disponibles y quiero darte una a ti.
- Ah, muchas gracias, de verdad le agradezco mucho, ¿y cuanto le voy a deber?
- ¡Nada!, considéralo una obra de Dios. Te ves que eres un buen hombre, necesitas ayuda y yo tengo, repito, esas 4 arrastradas de grúas y si no las uso, las pierdo pues la compañía se queda con ellas pero no quiero que la compañía se quede con ellas porque la compañía es millonaria y tu y yo, no lo somos...
- Pues, créame que le estoy muy agradecido, señora...
- ¡Briggs!, respondió ella, al momento que sonara su teléfono. ¡Si!, -escuché decir-, soy la señora Briggs y yo llamé por la grúa, ¿adonde está?, ah si no hay problema, son 100 millas, ¿dice?, permítame un segundo...
- Oye, ¿adonde vas a llevar tu carro? (me preguntó)
- Pues, supongo que al estacionamiento de mi oficina, porque no logro comunicarme con alguien que sepa de algún taller de mecánica -le respondí-,
- Está bien dijo ella, ¿y en que ciudad es eso?, lo que sucede es que debe estar dentro de una distancia de 100 millas...
- Si, le respondí, creo que queda dentro de 100 millas pero si no, yo puedo pagar la diferencia -le dije-; ella agarró nuevamente su teléfono y dijo: ¡¡¡"ustedes llévenlo adonde sea y si se pasa de las 100 millas, me lo cargan a mi cuenta, ustedes la tienen ya en sus archivos"!!!
- Disculpe señora Briggs, por favor no haga eso -le dije-,
- No te preocupes, ¡no me cargarán nada, te lo aseguro, soy una vieja cliente de ellos, dijo sonriendo...! Además, tu tienes necesidad; fijate que estaba tomándome un café con una amiga cuando te vi empujando tu carro y le dije a mi amiga que te veías como un hombre decente y bueno y que te ayudaría, es cosa de Dios -me volvió a decir-, ¡es que así trabaja él!, -apuntó-
- Si, tiene usted razón, respondí...
Después de unos cuantos minutos de plática con la señora Briggs, llegó la grúa, el chofer subió mi carro (era un camión de cama plana) y me despedí de la señora Briggs, no sin antes pedirle su número de teléfono, a lo cual ella accedió.
En el camino, me llamó uno de los dos amigos y compañero de trabajo a quien le había marcado anteriormente para decirme que no había logrado encontrar un taller que estuviera abierto o que me permitieran dejar el carro en su estacionamiento para que lo reparan al día siguiente (lunes) pero que seguiría tratando de encontrar uno; por lo que, seguimos rumbo al estacionamiento de la compañía en la que yo trabajo. Exactamente subiendo al norte íbamos por la carretera 57, acercándonos al cruce de la carretera 60, cuando nuevamente me llamó este amigo para darme la dirección de un taller bien cercano a mi oficina adonde -por suerte, estaban trabajando unos mecánicos ese día-, y adonde podría llevar mi Jeep, para ser reparado después ...¿que le parece, querido/a hermanito/a que ha leído hasta aquí?
Tomamos la ruta del 60 pues el taller está en esa dirección y... ¡usted no lo va a creer, querido/a hermanito/a!; en ese rumbo íbamos cuando se le reventó una de las 4 llantas de atrás del camioncito que llevaba mi Jeep; el chofer hizo orillar el vehículo y se comunicó con su despachador para informarle del incidente. Yo pensé que tendríamos que esperar a otro camión grúa pero, afortunadamente, en ese momento el chofer puso la dirección del taller en su "GPS" y notó que estábamos bien cerca, a solamente unas 3 millas de distancia, pues precisamente la siguiente salida de la carretera era la mas cercana a la dirección de ese taller, por lo que, optó por continuar así, solamente con una llanta de un lado pues ya estoy cerca y, de regreso ya no llevaré mucho peso encima -dijo, aquel-.
En cuestión de minutos llegamos al taller, el chofer del camión de asistencia bajó mi Jeep, nos despedimos y él, se retiró de regreso hacia San Clemente. Yo, me quedé en el taller, saqué mis cosas del Jeep y, antes que siquiera yo dijera algo, uno de los mecánicos me preguntó ¿si necesitaba un taxi?; le respondí que si, y el mismo llamó en su teléfono pidiendo uno.
El taxi llegó y me llevó al hotel; ya una vez en mi habitación, me puse a pensar en la odisea que me acabada de ocurrir y a recorrer mentalmente todo lo sucedido; es que, aun me parecía increíble lo que me había pasado y mas aún, como se me había resuelto todo, es decir, como se dieron las cosas, de manera, una detrás de la otra, la precisión en el tiempo y en los lugares en fin, que cada una cayera en su lugar como en una película, como en una historieta de un libro, como en un sueño, o como en un... milagro, ¿ quizás?
Le llamé a la señora Briggs para contarle que ya había llegado y por supuesto, para volver a agradecerle.
Aunque un poco preocupado por el gasto que me esperaba para reparar mi Jeep, realmente estaba contento de estar sano y salvo, tranquilo y seguro en el hotel, sin haber gastado en la transportación de mi carro hacia el taller y sin haber perdido mucho tiempo pues todo se dio bastante rápido ante las adversidades que se me presentaron, pensaba; y agradecía a Dios por haberme resuelto esa situación de esa manera, por haberme revertido el problema que se me presentó y darme a cambio, una muestra que aun existe buenas personas en el mundo y así, llenar mi espíritu de esperanza y alegría.
En eso estaba cuando me acordé de algo similar que yo había hecho unas semanas atrás; resulta que regresaba a la oficina, después de almorzar en un restaurante; en la oficina me esperaban para una reunión de trabajo importante y ya se acercaba la hora de dicha reunión. En la radio de mi carro, se escuchaba la música de la emisora KEARTH 101, cuando noté que unos metros adelante, antes de un semáforo estaba un carro de modelo reciente, color rojo con las luces de emergencia prendidas y con el capó del motor levantado; al emparejarme, vi que el conductor era un señor de edad muy avanzada quien lucía, preocupado, desubicado y sin saber que hacer. En ese momento, sentí que algo en mi interior me dijo que tenía que ayudarle a ese señor y aunque sabía que tenía esa importante reunión en la oficina a la cual ya estaba un poco tarde, estacioné mi Jeep adelante del carro de ese señor y al bajarme y preguntarle si podía ayudarle en algo, me respondió...
- ¿Que quizás podría prestarle mi teléfono para hablarle a su hija para pedirle ayuda? ¡Es que, yo no tengo teléfono! -me dijo-;
- Claro que sí, le respondí, ¿y adonde está ella?
- Trabajando, en la ciudad de Long Beach...
- ¡Ah, eso es muy lejos!, si viene a ayudarle se va a tardar mucho tiempo, ¿y que le pasa a su carro?
- Pues, tiene flojo un pernito en esa caja eléctrica, me dijo, al tiempo de señalarme dicha caja y si tuviera una llave o tenaza, trataría de apretar ese pernito, acentuó...
Confieso que cuando vi dicha caja, no pensé que ese fuera el problema; me acordé que tenía una tenaza en mi carro y le dije al señor que iría por ella, para tratar de apretar el famoso pernito. Así lo hice, agarré la tenaza, me acerqué al carro y pidiéndole a Dios que si fuera esa la solución (es que seguía creyendo que no ese no era el problema), apreté dicho perno y le pedí al señor que tratara de encender el carro; cosa que hizo y aquel... respondió de inmediato, prendiendo presto y fuerte. ¡Encendió, el mentado carro! El señor me hizo señal de OK, con su mano derecha; bajé y cerré el capó de su carro, me acerqué para preguntar si estaba todo bien y con su respuesta positiva, también me dijo que me agradecía mucho porque ya tenía mas de media hora ahí y que nadie se había aprestado a ayudarle; hasta que viniste tu -me dijo-; ¿y cuanto te debo? (me preguntó), le respondí que nada y me despedí de él; me metí a mi Jeep, llegué a la oficina y al entrar a la sala de reuniones; me informaron que la reunión se había pospuesto para mas tarde porque el jefe estaba ocupado...
Al comentar estas dos cosas a mis compañeros de trabajo al día siguiente; uno dijo que era cosa de Dios, otro dijo que era karma.
¿Y usted que cree, hermanito/ chulo/a?
Yo, independientemente de todo, lo que saco de conclusión es que, cuando uno obra y hace bien, tarde o temprano tiene su recompensa y tal vez esta recompensa puede ser en cosas pequeñas como estas que ahora le cuento, pero lo importante no es el tamaño de esta recompensa o de los favores dado o recibidos sino el sentimiento de bondad, de fraternidad, de unidad, de solidaridad que entre todo ser humano debe existir y eso...¡es cosa de Dios que se lleva dentro del alma!
Gracias por haberme acompañado leyendo hasta aquí este relato.
Un abrazo para usted.
Tomamos la ruta del 60 pues el taller está en esa dirección y... ¡usted no lo va a creer, querido/a hermanito/a!; en ese rumbo íbamos cuando se le reventó una de las 4 llantas de atrás del camioncito que llevaba mi Jeep; el chofer hizo orillar el vehículo y se comunicó con su despachador para informarle del incidente. Yo pensé que tendríamos que esperar a otro camión grúa pero, afortunadamente, en ese momento el chofer puso la dirección del taller en su "GPS" y notó que estábamos bien cerca, a solamente unas 3 millas de distancia, pues precisamente la siguiente salida de la carretera era la mas cercana a la dirección de ese taller, por lo que, optó por continuar así, solamente con una llanta de un lado pues ya estoy cerca y, de regreso ya no llevaré mucho peso encima -dijo, aquel-.
En cuestión de minutos llegamos al taller, el chofer del camión de asistencia bajó mi Jeep, nos despedimos y él, se retiró de regreso hacia San Clemente. Yo, me quedé en el taller, saqué mis cosas del Jeep y, antes que siquiera yo dijera algo, uno de los mecánicos me preguntó ¿si necesitaba un taxi?; le respondí que si, y el mismo llamó en su teléfono pidiendo uno.
El taxi llegó y me llevó al hotel; ya una vez en mi habitación, me puse a pensar en la odisea que me acabada de ocurrir y a recorrer mentalmente todo lo sucedido; es que, aun me parecía increíble lo que me había pasado y mas aún, como se me había resuelto todo, es decir, como se dieron las cosas, de manera, una detrás de la otra, la precisión en el tiempo y en los lugares en fin, que cada una cayera en su lugar como en una película, como en una historieta de un libro, como en un sueño, o como en un... milagro, ¿ quizás?
Le llamé a la señora Briggs para contarle que ya había llegado y por supuesto, para volver a agradecerle.
Aunque un poco preocupado por el gasto que me esperaba para reparar mi Jeep, realmente estaba contento de estar sano y salvo, tranquilo y seguro en el hotel, sin haber gastado en la transportación de mi carro hacia el taller y sin haber perdido mucho tiempo pues todo se dio bastante rápido ante las adversidades que se me presentaron, pensaba; y agradecía a Dios por haberme resuelto esa situación de esa manera, por haberme revertido el problema que se me presentó y darme a cambio, una muestra que aun existe buenas personas en el mundo y así, llenar mi espíritu de esperanza y alegría.
En eso estaba cuando me acordé de algo similar que yo había hecho unas semanas atrás; resulta que regresaba a la oficina, después de almorzar en un restaurante; en la oficina me esperaban para una reunión de trabajo importante y ya se acercaba la hora de dicha reunión. En la radio de mi carro, se escuchaba la música de la emisora KEARTH 101, cuando noté que unos metros adelante, antes de un semáforo estaba un carro de modelo reciente, color rojo con las luces de emergencia prendidas y con el capó del motor levantado; al emparejarme, vi que el conductor era un señor de edad muy avanzada quien lucía, preocupado, desubicado y sin saber que hacer. En ese momento, sentí que algo en mi interior me dijo que tenía que ayudarle a ese señor y aunque sabía que tenía esa importante reunión en la oficina a la cual ya estaba un poco tarde, estacioné mi Jeep adelante del carro de ese señor y al bajarme y preguntarle si podía ayudarle en algo, me respondió...
- ¿Que quizás podría prestarle mi teléfono para hablarle a su hija para pedirle ayuda? ¡Es que, yo no tengo teléfono! -me dijo-;
- Claro que sí, le respondí, ¿y adonde está ella?
- Trabajando, en la ciudad de Long Beach...
- ¡Ah, eso es muy lejos!, si viene a ayudarle se va a tardar mucho tiempo, ¿y que le pasa a su carro?
- Pues, tiene flojo un pernito en esa caja eléctrica, me dijo, al tiempo de señalarme dicha caja y si tuviera una llave o tenaza, trataría de apretar ese pernito, acentuó...
Confieso que cuando vi dicha caja, no pensé que ese fuera el problema; me acordé que tenía una tenaza en mi carro y le dije al señor que iría por ella, para tratar de apretar el famoso pernito. Así lo hice, agarré la tenaza, me acerqué al carro y pidiéndole a Dios que si fuera esa la solución (es que seguía creyendo que no ese no era el problema), apreté dicho perno y le pedí al señor que tratara de encender el carro; cosa que hizo y aquel... respondió de inmediato, prendiendo presto y fuerte. ¡Encendió, el mentado carro! El señor me hizo señal de OK, con su mano derecha; bajé y cerré el capó de su carro, me acerqué para preguntar si estaba todo bien y con su respuesta positiva, también me dijo que me agradecía mucho porque ya tenía mas de media hora ahí y que nadie se había aprestado a ayudarle; hasta que viniste tu -me dijo-; ¿y cuanto te debo? (me preguntó), le respondí que nada y me despedí de él; me metí a mi Jeep, llegué a la oficina y al entrar a la sala de reuniones; me informaron que la reunión se había pospuesto para mas tarde porque el jefe estaba ocupado...
Al comentar estas dos cosas a mis compañeros de trabajo al día siguiente; uno dijo que era cosa de Dios, otro dijo que era karma.
¿Y usted que cree, hermanito/ chulo/a?
Yo, independientemente de todo, lo que saco de conclusión es que, cuando uno obra y hace bien, tarde o temprano tiene su recompensa y tal vez esta recompensa puede ser en cosas pequeñas como estas que ahora le cuento, pero lo importante no es el tamaño de esta recompensa o de los favores dado o recibidos sino el sentimiento de bondad, de fraternidad, de unidad, de solidaridad que entre todo ser humano debe existir y eso...¡es cosa de Dios que se lleva dentro del alma!
Gracias por haberme acompañado leyendo hasta aquí este relato.
Un abrazo para usted.
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