Me diste de vivir en tu apartamento por un par de meses, tiempo el cual fue más que suficiente no solo para desarrollar mi agradecimiento hacia vos por todo lo que estabas haciendo por mí, para ayudarme, sino que para conocerte más y para aumentar el aprecio y respeto a tu manera de conducirte en la vida, en esa gran urbe, llamada Los Ángeles, a pesar de que eras apenas un jovencito originario de un pueblecito allá en la “Tierra Linda”. Recuerdo que eras bien metódico, llevabas cuenta de todo lo que gastabas por medio de tus notas en la chequera que revisabas a diario. Nunca te atrasabas en pagar el alquiler del apartamento ni en ningún otro gasto o pago como el teléfono, la luz, etc. Te mostrabas maduro, sensato y seguro; eso me ayudaba a sentirme bien y me entusiasmaba la idea de superarte en esas cosas pues yo también quería vivir tranquilo y seguro, aunque fuera lejos de la “Tierra Linda”, que era adonde ambos queríamos estar.
Me acuerdo que cuando
nos acostábamos y no podíamos reconciliar el sueño, nos poníamos a contar
chistes, chambres, a platicar de todo lo que se nos diera la gana: del pueblo,
de la gente de allá, de deportes, de juegos, de las bichas más bonitas, de las
que habían sido nuestras novias, de películas que habíamos visto, de música e
incluso algunas veces, vos te ponías a tocar tu guitarra y yo ¡a dar alaridos!
Recuerdo que en esos días tu canción preferida era “Alone Again, Naturally” de Gilbert
O ‘Sullivan, ¿no sé si sigue siendo
tu preferida esta canción o si tenés otra/s?, cuando te preguntaba el por qué
te gustaba tanto esa canción y compararla con las que a mí me gustaban
entonces, siempre respondías: “¡es que vos no sos romántico, Edgardo!”
En esos días te
compraste un carro, un Toyota Corolla color rojo con vivos negros, ¿se lo
compraste a Moris Rivas, te acordás? Cuidabas mucho a tu carrito y no lo
llevabas al trabajo pues trabajabas bien cerca y no necesitabas llevártelo por
lo que para “estrenarlo”, planeaste un viaje a San Francisco entre nosotros
dos. Salimos de Los Ángeles una tarde como a eso de las 3:30 y recuerdo que
allá por Paso Robles me pediste que te ayudara manejando pero: ¡que hiciera
bien los cambios!, je, je, je… es que eras bien exagerado en el cuidado de tu
carrito. Una vez allá en San Francisco visitamos a varias personas amigas y
recuerdo que vimos a doña Miriam Gómez y a dos de sus hijas (Blanca y Ursula), a Elber Magaña y su esposa, a Mario Escobar,
a Mauricio Alfaro, a Checho Criollo y otras peronas, ¿de quienes más te acordás
vos?
¿Te acordás que cuando nació Frank, mi primer hijo, trajiste
tu cámara a mi apartamento y le tomaste las primeras fotos a mi pequeñín?,
fotos que aún conservo y guardo con aprecio, agradecimiento y cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario