lunes, 31 de diciembre de 2018

¡Gente Buena De Mi Pueblo!

Cipotada chula:

En el ocaso del 2018, quiero comentar sobre unos recuerdos ya muy viejos algunos (imagínese usted que de estos recuerdos algunos incluso ¡vienen desde mi niñez!) que se me han venido a la memoria desde hace algunos días y que, por cosas rutinarias se me ha hecho tardado relatarlos pues los he venido postergando hasta el punto que hoy, finalmente me dije que ya debía compartirlos y pues, aquí están:
Voy a empezar diciéndole que todo comenzó una vez que me sentía un poco enfermo y enmedio de ese estado, me acordé de lo mal que me había tratado un viejo malvado, precisamente director de una escuelita a la que yo asistía en primaria, y de las tristes consecuencias que este mal trato pudo haber causado en mi psique de niño pero, que gracias a la formación que en mí forjaron mis abuelos y demás familiares, afortunadamente, no pasó a mas ni hubieron -no hay- secuelas que lamentar, ahora de viejo. 
Recordando sobre lo que este "tipejo" le hizo a un niño (a mí), me dio escalofríos  pensar que aunque a mí, no me causó mayor desgracia, pero... ¿y si quizás hubo otros niños a los que este bruto haberle causado daños emocionales que lamentar?
Y entre esas tribulaciones, me decidí a encontrar la forma de tranquilizarme y en proveerme la certeza de que, solamente yo había sido maltratado por este "esparpajo" pues, no podía ser posible que no hubiése sido descubierto y posiblemente acusado formalmente (aunque en esos días, la justicia no era pareja para todos, en mi "Tierra Linda"), mas importante aún, me puse a pensar en que, la mayoría de "señores" del pueblo realmente no trataban mal a los niños y en eso, me puse a recordar algunas personas con quienes, tuve trato (ellos tuvieron trato conmigo) y así, llegué a la conclusión que la GRAN mayoría eran personas lindas, honradas, nobles, de gran corazón, buenas, como por ejemplo:
El señor don Angel Espinoza, un gran señor quien me brindó palabras de apoyo, consejos, trabajo y sobretodo... confianza. ¡Sí, confianza tal como si yo hubiese sido su hijo o nieto!, al grado que, un día me dio la llave de su caja fuerte del negocio que tenía de venta de arroz, maiz, frijol, además de un molino, para que yo le llevara la "contabilidad"; en otra ocasión, me dio 7,000 colones y me mandó con su chofer a Sonsonate, en su camión a comprar maíz, imagínese usted, y ¿sabe cuántos años tenía yo?... ¡15!  Sufrí mucho su muerte, que aun lamento ahora.
También recuerdo a las queridas profesoras "Las Teresitas" (como les decía mucha gente): la señora de Orantes, muy decente y abnegada madre y esposa quien me tenía mucho aprecio y me hacía sentir bien en su casa, y la señorita Medina, mi maestra de 5to. grado, muy delicada, amable, cariñosa y guía personal mía, ¿y que decir de otra gran maestra, doña Alicia Escalante? una gran mujer quien, para mi sorpresa y agrado, cuando cursé desde el 7to. hasta el 9no. grado, me brindó mucho cariño, mucha comprensión muchos consejos, muchas pláticas para aconsejarme e incluso, hasta para darme ayuda emocional durante mis "tormentas pasionales de jovencito".
Un señor a quien le voy a estar siempre agradecido es a don Santiago Jiménez porque siempre me trató bien, como si yo fuese de la misma altura de él, recuerdo que adonde fuera que me viera, me saludaba y me preguntaba si todo estaba bien; una vez, ya entrada la noche, estaba yo en Santa Tecla con una amiga sentados en el parque San Martín, cuando vimos que un pickup se detuvo enfrente de nosotros, del cual salió don Santiago, para preguntarme: ¿si necesitaba un "jalón" para Armenia?, al responderle que le agradecía mucho pero que me quedaría en Santa Tecla esa noche, el de manera muy amable me dijo: ¡ya sabe que cuando necesite, con mucho gusto! PUTA...me amiga se me quedó viendo al preguntarme: ¿y usted quién es para que lo traten así?
En la misma línea de señores "cachimbones" conmigo, está también don Víctor Esquivel; un "señorazo" quien al igual que don Santiago, también me saludaba adonde fuera que me viera. Cuando yo empezaba con mi negocio de la ladrillera, una vez se me acercó don Víctor para "comprarme la quema de ladrillos" pues el sabía que no me había salido bien y que eso me causaría problemas económicos para pagarle a los trabajadores (a mí, me sorprendió mucho pues él también tenía ladrillera y yo, venía a ser su "competencia", pero a él, eso no le importó y le dio mas preferencia a la amistad y agradecimiento hacia mi abuelita, según me contó después). También tengo presente una tarde/noche que estábamos varios de Armenia en la salida de Santa Tecla, esperando "jalón", cuando pasó él en su pickup. Se detuvo enfrente del grupo y al bajarse de su pickup, fue para decirme: ¡Posadita, usted véngase en la cabina conmigo!, mientras todos los demás se acomodaban en la cama.
La niña Juana Burgos también tiene un lugar en mi alma. Lo que recuerdo de ella, es que nunca me descriminó, siempre me trató bien e igual que a los demás, incluyendo a sus propios nietos cuando yo visitaba su casa, ella siempre reía, siempre emanaba esa contagiosa alegría y que inspiraba entusiasmo y esperanza. Don Víctor Escobar es otro gran personaje de mi realto (no, no me equivoqué, quise decir relato real o real relato es decir: REALTO). A él le agradezco el haberme dado consejos de moda y costumbre, de vestirse bien y de cómo vestirse, de cómo lucir la ropa que uno se pone, de los elementos principales de la vestimenta de acuerdo a las ocasiones, de la importancia de la corbata, y sus colores, así como de los calcetines, cuando usar sombrero o boina, etc. Recuerdo en algunas ocasiones acercárseme en los bailes y darme "tips"...
Ahí está también don Angel Flores quien un día que junto al "chino" Soriano y otro, íbamos a Sonsonate a ver el partido de futbol entre nuestro Tercer Ciclo contra el del Jefferson a pelear por el primer lugar, quizás teníamos unos 15 minutos ahí por el desvío cuando bajó don Angel en su carro, al vernos se detuvo enfrente y nos preguntó adonde íbamos, le respondí que queríamos ir a ver el partido de futbol y él, de manera casi inmediata, nos invitó a entrar a su carro. Yo me fui adelante, a la par de él; allá al llegar por la parte donde queda el puente que lleva a la Colonia 14, le pedí que nos dejara ahí y él, detuvo el carro, nos dejó bajar y cuando me despedía con agradecimientos, él sacó de su cartera un billete de 5 colones, el cual me extendió con un: "para que paguen la entrada, que tengan para comer algo y para regresar a Armenia sin ningún inconveniente".
A la mamá Laura Molina, le agradezco mucho su cariño, su confianza, igualmente a la Chayito Peralta y a los señores de la familia Orellana; ellos todos eran muy unidos y con alguna frecuencia organizaban actividades como salidas y excursiones, para todos los que vivían en esa "esquina" pero, a mí también me incluían y una de las cosas que mas recuerdo era como me trataba de bien y con preferencia la mamá Laura en esos viajes.
Al señor "Chico" Belloso (como le decían cariñosamente sus amigos) lo recuerdo por haberme metido al estadio de Armenia, a ver los partidos del C.D. Salvadoreño como si fuese su nieto, cuando yo estaba enfrente de la entrada. Lo realmente digno de mencionar es que, eso no fue solamente una vez sino que se dio en varias ocasiones, el me veía parado ahí por la entrada y con un gesto y movimiento de mano, me invitaba a que me alineara antes de él para entrar de choto. La niña Santos, mamá de Carlos, Vicente, Oscar, Douglas, Mirian Sandoval es otra señora que siempre la voy a llevar en mi recuerdo por haberme tratado muy bien, al igual que la niña Tinita, mamá de Armando y Carlos Recinos, otra señora muy amable, muy humilde y sonriente conmigo. 
A don Ruben Letona, le agradezco que me llevara a ver los partidos del CD Salvadoreño en su camión color azul y que me cuidara en los lugares que visitábamos como si yo fuése su hijo o nieto.
De don Adrian Figueroa recuerdo haberme ayudado escondiéndome de la patrulla, una vez que andaban reclutando, y también por ser, al igual que don Toño Chipiona, hombres que adonde fuera que me vieran, por los montes del pueblo, siempre me sonreían y me "regañaban" por andar vagando muy lejos de la casa.
¿Y qué decir de Angela Linares? Una señora que me trataba como si fuese su hijo, muy directa, seria, casi "regañona" pero, de gran y tierno corazón, ella era capaz de pelearse con quien fuera, para defenderme o defender a mis hermanos; la llevo en el alma.
A Juancito de Dios Galán no tengo mucho mas que agregar a lo que todos en el pueblo sabemos de su humildad, de su amabilidad y respeto hacia todos, le guardo cariño por expresarme que le gustaba como bailaba y que le parecía que no había otro joven en el pueblo que bailara tan bien como yo. De la niña Sarita Narvaez puedo decir que el cariño y atención que me brindaba cada vez que visitaba a su hijo "Chavita" es algo que jamás olvidaré, la última vez que la vi, yo estaba en el pueblo en un viaje que había hecho desde los "Estamos Sumidos" a dejar a mi abuelita, doña Sarita venía del mercado y me la encontré enfrente del edificio donde antes estaba ANTEL, me sorprendió muy gratamente cuando me reconoció y al hablarnos, me preguntó si iría a visitarles a su casa; lástimosamente, yo salía de regreso ese día y no me atreví a decírselo... le dije que talvez iría mas tarde o al día siguiente (ya nunca la volví a ver, ahora, sé que está en mejor vida y yo, la llevo en mi recuerdo con mucho agradecimiento).
De don Julio Sánchez no recuerdo algún detalle en particular recibido de su parte pero, no puedo dejarlo de mencionar porque estoy consciente de lo que para muchos otros más hizo y con lo cual, se le recuerda como uno de los grandes hombres de nuestro pueblo.
La niña Glorita Gil, muy sonriente y amable, siempre dispuesta a escuchar las locuras que uno contaba. Don Juan Burgos, un señor que cuando nos encontrábamos, dirigía su mirada derecha a mis ojos y me respondía al saludo como si yo era un hombre de su estatura, yo me sentía como si me tratara con respeto y eso, me agradaba mucho.
No podría dejar de mencionar a la tía Clarita Alfaro (mamá de Roberto y Mauricio), a la tía Lina Arévalo, a la tía Anaís Arévalo, a la tía Yita Arévalo y sus hijas Tita y Madre Margarita Espinoza, así como a la señora Alicia Arévalo pero, por estar aparentadas con mi querida abuelita Paquita Arévalo, uno de cipote asume que es por eso que le guardan cariño a uno y pues lo da por asentado pero la verdad es que, el cariño que me brindaron no era porque yo me lo merecía sino porque ellas eran personas de gran corazón, personas humildes con sentido de solidaridad, de unión, de fraternidad, de cariño, de amor al prójimo; si en definitiva, la mayoría de señores y señoras de mi pueblo eran personas buenas y lo bueno de esto, es que, nosotros/as somos descendientes de ellos por lo que de seguro, llebamos en nuestra sangre, en nuestros genes, esas bellas y buenas características que en honor a ellos/as, debemos sacar a relucir y mostrarlas siempre en cualquier y todo lugar que andemos durante nuestra existencia y así, dignificarles y agradecerles por los buenos ejemplos y consejos.
Al llegar a este punto, debo decir que en este relato, de seguro se me escaparon algunas personas que merecen ser incluidas, por lo que pido disculpas por estas involuntarias omisiones y le insisto a usted: 
¡Sea una persona buena con el prójimo... este año 2019 es una buena ocasión para hacerlo!
¡Feliz Año Nuevo!


Datos personales

Salí de la "Tierra Linda" en 1979 y siempre soñé y añoré con regresar y ver a la gente querida y a los lugares que me vieron hacer muchas cosas allá hace muchos abriles ya...