Querida Cipotada Chula,
Acercándonos ya al final de estas bellas narraciones que la doctora Mireille Escalante Dimas hace acerca de su tía Consuelo, nuestra Condesa, narraciones que muy amablemente nos ha permitido que publiquemos aquí, en nuestra "Página Oficial Buchona", quiero aprovechar para agradecerle -nuevamente- a ella, a Mireille por darnos permiso para publicarlas pero más importantemente, por tan bellas y dedicadas anotaciones que a nosotros/as los/as bien nacidos/as buchones/as, nos sirven como elementos históricos-culturales para apreciar mas nuestra cultura, nuestros valores y el esfuerzo de los/as que se han destacado para poner a nuestra querida Armenia, en el pedestal que se merece...¡gracias, Mireille!
Y tambien, quiero agradecer a los/as cientos de queridos/as hermanos/as buchones/as que diaramente nos visitan en esta, nuestra "Página Oficial Buchona" principalmente para leer estas bellas memorias sobre nuestra Condesa, tal como me lo han expresado; gracias también a ustedes hermanitos/as chulos/as.
Aquí seguimos con estas bellas memorias...
Aquí seguimos con estas bellas memorias...
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Lo que ocurrió fue que como cada quién vivía su vida apuradamente, y en otros menesteres, no tenían ni el tiempo, ni la paciencia para escribirle a mi tía Consuelo, atribución que yo me había adjudicado- me di ese trabajo, porque además me encantaba escribirle cartas, y sobretodo, cuando recibía respuestas, me hacía inmensamente feliz. Le escribía a mi tía Consuelo, dándole “recados” que le mandaban mi madre Dolores, mi tía Amanda, y mi hermano Edgar.
Cuando mi tía Consuelo, en 1962 pisó tierra salvadoreña en el Aeropuerto Internacional de Ilopango de El Salvador, los miembros de mi familia la esperaban ansiosos, y con orgullo. Entonces, yo ya era toda una señorita de 18 años y como tal, ante la presencia de mi tía Consuelo, así me comportaba; no obstante que ella me trataba como una pequeña niña, contándome historias interesantes y ficticias.
Reconozco que disfrutaba extasiada de los momentos que nos encontrábamos a solas, en la sala inmensa, de paredes altas, balcones enrejados y elaborados de hierro forjado, adornando ventanas de madera, pisos pulidos y brillantes, como espejos, con una ventilación mezclada con aromas de flores diversas como geranio, júpiter, jazmín, lirios, sembrados en el jardín interior de la casa de Armenia, de esa casa conservada en el estado original, con la misma estructura del siglo pasado, no se había modernizado, a excepción de la instalación de la cañería para agua potable, y para aguas negras, de ahí continuaba siendo la misma casa donde nacieron CONSUELO, DOLORES y AMANDA.
Mi tía Amanda, jamás contrajo matrimonio, vivió en esa casa de Armenia, hasta los últimos días de su vida, Mi tía Amanda, al igual que mi tía Consuelo, no tuvieron hijos.
Mi hermano Edgar, en su carro negro Oldsmobile, año ´59, de placas diplomáticas, llevaba a mi tía Amanda, a mi madre Dolores, a mi padre, Dr. Alejandro Escalante Dimas, y a mí, por supuesto, a pasear a mi tía Consuelo, en esos 15 días de estadía del año 1962.
PISCINA DE ATECOZOL, FOTOGRAFIA DE JOSE BRENES - 1962
Visitábamos el Lago de Coatepeque, en el Departamento de Santa Ana, y nos alojábamos en las habitaciones del Hotel y Restaurante El Lago, a petición de mi tía Consuelo porque las aguas azufradas, eran para ella medicinales, además le gustaba admirar místicamente el atardecer en el lago - cuando el sol de color rosa ciclamen y anaranjado, se hundía detrás de las montañas que circundan las aguas verdes, desapareciendo juguetonamente- hasta el amanecer del siguiente día.
Recuerdo, otro lugar preferido por mi tía Consuelo, ATECOZOL, un balneario cuya piscina rústica estaba elaborada de piedra, situado a un kilómetro de distancia de Izalco.
Los izalqueños, caminaban a pie desde la población, al balneario de ATECOZOL, ambos lugares situados en el Departamento de Sonsonate, El Salvador. Lo visitábamos solo por las noches debido a que la señora Marianita Pérez regenteaba el restaurante permitiéndonos la estadía hasta el amanecer, para apreciar en todo su esplendor, en plena actividad al volcán. ATECOZOL, tiene varias vertientes, que se alimentan del río Atecozol, sus aguas nacen del Volcán de Izalco; en náhuatl ATECOZOL significa “Cuna del Señor de las Aguas”.
Ahora es un turicentro situado a 65 Kms. de San Salvador, y se compone de un extenso parque de 32 manzanas donde se encuentran además de la piscina principal, cinco piscinas pequeñas. Haciendo un poco de memoria, recuerdo, al final de la piscina, se bajaban unas gradas de piedra, las cuales conducían a unas paredes de material rocoso; arriba, aguas subterráneas salían por una canaleta, que se estrechaba, donde se deslizaban las aguas, cayendo como una cascada, y abajo las recibíamos, dándonos un baño refrescante en las horas más calurosas del mediodía, según el decir de mi tía Consuelo, que “recibir esa caída de agua, era el mejor masaje corporal.”
En el jardín de dicho balneario se encuentran 2 esculturas rusticas de piedra, UN SAPO Y UNA RANA, fieros vigilantes de la “poza”, donde según mi tía Consuelo, nadaban a la medianoche en las aguas frescas y cristalinas, convirtiéndose en príncipe y princesa, indígenas.
Durante el día, llevábamos a mi tía Consuelo, a la PUERTA DEL DIABLO, el cual es un mirador natural, compuesto de 3 peñas, y riscos de Un mil ciento treinta y un metros de altura sobre el nivel del mar, y en la cima de una de ellas, existe una cueva en cuyas entrañas se aloja una de las peñas. Cuentan que fue un lugar donde los indígenas de Mesoamérica estudiaban astrología. Yo, me sentía orgullosa de mi tía Consuelo, más que todo, porque había escalado una posición social –desconocida en El Salvador- de alta alcurnia, y de la nobleza francesa: CONDESA. En ese entonces, no lograba concebir que mi tía Consuelo, fuera escultora, pintora y escritora –solo presentía que era una mujer excepcional, triunfadora, y especialmente, conmigo muy cariñosa.
Hasta ese día, no había testigos de tal encantamiento, pero ella lo sabía desde tiempo inmemorial. Durante su niñez, allá por 1912, el Coronel Felix Suncín Mónchez, su padre, las llevaba a ella y a sus hermanas, Dolores y Amanda, a la hacienda Atecozol, cuyo propietario era su amigo. El viaje lo hacían a caballo, desde Armenia, a galope tendido, iban a pasear todo el día, regresando hasta horas de la tarde, justo antes que el sol se ocultara.
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Sin ningún temor, desde pequeña me gustó subirme a jugar con esas esculturas de piedra. Ahora, es totalmente prohibido, solamente pueden apreciarse, y tomar fotografías.
No existía esa hermosa piscina, pero había posas de agua natural con vertientes de agua de “Vichy”, en ese entonces, yo desconocía ese significado, posteriormente cuando viaje, a Mexico D.F., me enteré que se refería al agua mineral embotellada “sin gas”.
Entendidos en batracios, me dicen que esta imagen pertenece a la rana empuñando entre sus manos un reptil. Por su aspecto juguetón, es la “hembra”.
Dolores, mi madre, posando con el SAPO
Es la escultura rústica de piedra del SAPO, al extremo opuesto de la RANA, se encuentra en el jardín, frente a las gradas de la piscina principal. El balneario tomo su nombre del río Atecozol, el cual corre paralelo, al lado derecho de la piscina, atrás de los arbustos.
Esta fotografía la tomé yo, en el año de 1973; aún estaba con vida mi tía Amanda, quien nos acompañaba a ese paseo, íbamos además mi padre y yo.
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Con toda la confianza del mundo, llevábamos almuerzo, y hacíamos “picnic”; luego, poníamos una hamacas bajo unos frondosos árboles donde solíamos hacer la siesta; y así tranquilamente pasábamos el día; yo hubiera deseado quedarme incluso a dormir.
Me encantaba el ruido del arroyo; el canto de los pájaros, el aire puro. El lugar que escogíamos –apartado del bullicio, de la piscina principal, era un lugar acogedor, estaba localizado enfrente de la escultura del Indio Atonatl, divisando el horizonte.
Después que mi tía Amanda falleciera, el 13 de junio de 1974, no volvimos a llegar a ATECOZOL, porque nos hubiéramos entristecido, al reconocer que ya no estaba presente entre nosotros.
Ahora, que me recuerdo de ese lugar, lo veo como si hubiera sido un paraíso, donde disfrute tantas ocasiones con mi familia. Además desde Armenia, estaba a “un paso de Perico”- muy cerca; y tardando para llegar en vehículo, unos quince minutos.
Otro paseo, preferido por mi tía Consuelo –donde también Edgar, mi hermano, nos llevó en el año de 1962 ,fue al Parque Balboa y la Puerta del Diablo, ambos situados en jurisdicción de Los Planes de Renderos, pertenecientes al municipio de Panchimalco, Departamento de San Salvador, El Salvador, ubicados a 9.5 kilómetros al sureste de San Salvador.
En dichos paseos, se respira el aire puro, sin contaminación,-muy adecuado para ella, que sufría de asma-. La vista panorámica de la ciudad de San Salvador, la apreciaba mi tía Consuelo, desde el Restaurante “Buena Vista”, donde cenábamos, viendo a la ciudad, que se parecía a una lejana estampa, con luces de neón titilantes.
El Parque Balboa fue construido en 1949, y tiene 35 manzanas de extensión, encontrándose plantados árboles como nogales, manzanas rosas, mangos, pinos, cipreses, variedad de aves, y ardillas. Ahí tuvo estuvo la “Quinta Montserrat”, hogar de don Salvador Salazar Arrué, conocido por Salarrué y de su esposa, doña Celié Lardé, amigos personales de mi tía Consuelo y también míos.
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