Querido/a armeniense,
En vista que hoy es día Domingo, se me ocurre poner no 2 sino que 4 capítulos de la obra de la doctora Escalante, para que usted disfrute de estos sabrosos recuentos sobre la vida de nuestra condesa, aquí están:
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La población de Armenia, se encuentra enclavada arriba de una cima, desde donde puede observarse el verde panorama de los cafetales y arboles variados, y enfrente, allá en la lejanía, lindando con el cielo está el majestuoso Volcán de Izalco, el más joven de Centroamérica, de color cenizo oscuro, casi negro, cuyos parajes permanecen sin vegetación, totalmente desolado, deshabitado y despoblado.
Dicen los aficionados al alpinismo, que escalar dicho volcán, es extremadamente peligroso: su piso no es firme, tiene grietas profundas cubiertas de negras arenillas sueltas, piedras menudas resbaladizas, cuya superficie es caliente; no se sabe a ciencia cierta, si es debido al sol trópical que recibe diariamente la arena, ó al horno interno del boquerón.
Al pie del Volcán de Izalco, estaba -y actualmente se encuentra una "virgencita", conocida entre la población índigena de Izalco, como la "Guardiana”, limitando el recorrido de la lava, impidiendo su paso al territorio protegido; de este modo la virgencita se convertía en la protectora de la ira del volcán.
El volcán luce impresionante, majestuoso, erguido, en completa calma; no siempre fue así de tranquilo, tuvo un tiempo de actividad constante, de furia indomable acompañada de rugidos estruendosos resoplando cenizas, echando fuera piedras derretidas que conformaban el líquido hirviente de la lava, nacida del boquerón, cuyos rebalses formaban caminos y veredas de color rojo sangre sobre sus faldas. Por las noches se apreciaba ese soberbio espectáculo de la naturaleza; durante el día, se veía el humo ascendiendo al cielo, como si estuviera fumando; debido a la luz del sol, no se apreciaba el rojo de la lava. Se activó en 1770, finalizando completamente en el año de 1967, cuando quedó totalmente dormido. Dentro de las ironías del destino, está la siguiente anécdota: Debido al atractivo turístico del Volcán de Izalco, se construyó el "Hotel de Montaña", en el Volcán Cerro Verde; inaugurándose dicho hotel, el Volcán de Izalco se apagaba para siempre. En mi memoria tengo grabada esa actividad volcánica, durante los años de 1949 a 1952; época en la que disfruté diariamente, de ella, porque viví en Armenia con doña Ercilia, madre de Consuelo,y sus hermanas Dolores y Amanda; desde la casa se divisada perfectamente el Volcán de Izalco. Recuerdo el contraste de las noches oscuras, con el cielo estrellado, y el fulgor del incendio perenne del volcán, fuego que ahora me atrevería a compararlo con las luces de la pólvora china en las celebraciones de Navidad y de Año Nuevo. Posteriormente supe que ese volcán orientaba a los marineros que navegaban barcos cerca del Puerto de Acajutla, y quienes lo denominaron " El Faro del Pacífico". Esta erupción volcánica, mi tía Consuelo, la exageraba. Ganándose el nombre, según la escritora Mexico-Francesa, Fabianne Bradu, de "Scherezada salvadoreña”.
Refrescando mi memoria, allá por el año de 1962, recuerdo la historia que me cautivó - por la imaginación creativa de mi tía Consuelo; decía que al nacer ella había un volcán en erupción constante, vomitando lava, escuchándose unos temidos rugidos provenientes del centro del globo terráqueo; las viviendas de la poblaciones de Izalco y Armenia,
giraban despaciosa e imperceptiblemente, poco a poco, en el sentido de las agujas de reloj. Yo, me limitaba a escucharla, y admiraba ese don, de crear “cuentos” mezclados con la realidad. Pero por supuesto que no le creía absolutamente nada, nada; yo era una señorita de 18 años, y distinguía la fantasía de la realidad. A mi tía Consuelo, se le había olvidado que cuando pequeña, viví en Armenia, y además había conocido la población y al Volcán de Izalco.
MI TIA CONSUELO EN ARMENIA, 1919
Mi tía Consuelo a la edad de 15 años, se tomó esta fotografía en el jardín interior de la casa de Armenia, donde existían matorrales, de verde maleza. Su cara inocente, sin maquillaje, delatan su edad. Era una escolar inquieta, con deseos enormes de vivir.
Debido a su enfermedad respiratoria, el coronel Felix Suncín Mónchez, no se atrevía a entregarla en matrimonio, contradiciéndose, porque según su propio criterio, la mujer no debería perder su tiempo, a temprana edad, debería estar procreando.
Sin embargo, tenía su novio formal, el que fue más tarde un notable Abogado salvadoreño, el Dr. Lisandro Villalobos, quien vivió eternamente enamorado de ella. A ella, le aguardaban otros planes, el de viajar al extranjero y curarse del asma. Ese era el principal objetivo.
En 1920, mi tía Consuelo tocó tierra Norteaméricana, en San Francisco, California, y se vió en la necesidad de ingresarse en un “sanatorio” (hospital), donde estuvo recluida por varios días, recibiendo la terapia diaria, un tratamiento especial respiratorio, con aplicaciones medicinal que contenían inhalaciones de Ventolín (1) de lo contrario, se asfixiaba casi a morir, no podía respirar el aire, el cual nosotros normalmente hacemos libremente; en Armenia, el padre de mi tía Consuelo, le preparaba “aspiraciones de vapor” de una pomada diluida en agua hirviendo llamada Vick Vaporub”.
Cuando mejoró de salud, se inscribió en una escuela para estudiar el idioma inglés, el cual llegó a dominar casi a la perfección, lo llegó a escribir, y a hablarlo -con cierto “acento extranjero” que, en ella lucía muy mono, en otras personas hubiera sido un defecto; también, en esa misma época, se inició en las Artes Plásticas, recibiendo clases de dibujo y pintura.
MI TIA CONSUELO EN SAN FRANCISCO, CALIFORNIA
Frecuentaba el prestigioso almacén “William Fuller”, donde vendían pinturas de óleo, pinturas para exteriores e interiores de casas; enamorándose, del asistente de dicho almacén, don Ricardo Cárdenas, Mejicano, su primer esposo, el primer amor de mi tía Consuelo, contrayendo matrimonio, el 15 de mayo de 1922, en San Francisco, California. Satisfecho el padre de mi tía Consuelo, que su hija al fin había encontrado su misión en la tierra, se dedicó con orgullo a guardar celosamente ese Certificado de Matrimonio en el seno de la familia Suncín-Sandoval; hasta que yo, un día, se lo entregué en el año de 1982, al Dr. Francisco Mena Guerrero, amigo personal de mi tía Consuelo, y mío.
Posteriormente obtuve, otro Certificado de Matrimonio en el City Hall de San Francisco, California, el cual entregué al Licenciado Edgardo Quintanilla, Abogado de Inmigración de la ciudad de Sherman Oaks, del Estado de California, en los Estados Unidos, quien a su vez es un reconocido escritor, atribuyéndole a él, el distintivo hacia mi tía Consuelo, de “la Diáspora Salvadoreña”, en http://www.contrapunto.com.sv/.
De donde obtuve el título de la presente obra, porque ella es realmente la “Sacerdotisa de la Diáspora”.
9
Mi abuelo, el coronel Suncín Mónchez, falleció complacido el 8 de Junio de 1923, a sabiendas que su hija mayor, había formado su hogar.
Pero, no fue así, mi tía Consuelo, al tener conocimiento de la defunción de su padre, se divorciaba, en Mérida, Yucatán, México -según dato proporcionado por el escritor guatemalteco Edelberto Torres Espinoza, en el libro titulado ENRIQUE GOMEZ CARRILLO, EL CRONISTA ERRANTE.
El señor Ricardo Cárdenas, en Julio del año de 1923, regresaba triste a su antiguo trabajo y a su antigua vida en San Francisco, California, de los Estados Unidos, mientras que mi tía Consuelo, se trasladaba al D.F. , dispuesta a disfrutar de su plena libertad, de su despertar amoroso, de su sed de superación, y de su vida azarosa.
MI TIA CONSUELO EN EL LAGO DE CHAPULTEPEC, MEXICO, D. F.
Mi tía Consuelo, a la edad de 22 años, sentada, pensativa, vestida de blanco, con gracioso escote, en el cayuco de remos No. 25, en el Lago de Chapultepec. Mexico D.F.
En los momentos de descanso, cuando no estaba leyendo o estudiando, se iba a tomar esos tranquilos y saludables paseos.
Su esbeltez y juventud, ocultaban su recién fracaso matrimonial con don Ricardo Cárdenas. Tenía un carácter nervioso y explosivo que la acompañó hasta el final del trayecto de su vida. Conservaba su sencillez; no gustaba maquillarse; el pelo, lo usaba suelto, anteponiendo a la malicia, el estudio. Ya había entablado su relación amorosa con el Maestro de América, don José Vasconcelos. Ella sabía que nadie la frenaría en sus aventuras amorosas; sacó provecho de su belleza física natural, y de su inteligencia sagaz. Desde siempre supo que su aliada en la vida, sería la intriga de una mujer encantadora, capaz de cautivar a políticos y escritores famosos. Con su dolencia del asma, aprendió a vivir, a comprender, y a utilizar su enfermedad, en beneficio de si misma, como un arma.
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