miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Armeniense: Consuelo Suncín, La Condesa de Saint Exupéry XV, XVI, XVII y XVIII

Cipotada chula armeniense,

Sigamos con las sabrosas narraciones de la doctora Mireille Escalante sobre la vida de su tía Consuelo, nuestra Condesa:

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Como mi madre, Dolores quedara viuda, con su pequeño retoño Edgar de 9 años de edad, y temerosa de contraer matrimonio por tercera vez, valoró al nuevo pretendiente, el Dr. Alejandro Escalante Dimas, Abogado y Notario de El Salvador, que no seguiría a “la parca”, ya que ciertas mujeres, viviendo en Armenia, celosas de su belleza, y envidiosas de la personalidad que irradiaba Dolores, mi madre, la apodaban “viuda negra”. Mi tía Consuelo, contrajo matrimonio tres veces. La diferencia, estribaba que una vivía en Armenia, un pueblo remoto, y la otra, en Paris, Francia, país civilizado.

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DOLORES, ERCILIA Y AMANDA, POSANDO PARA TÍA CONSUELO


El tercer esposo de Dolores, mi madre, desafió las leyes de la probabilidad, arriesgando su propia vida al contraer matrimonio con ella; de dicha unión, nací yo, también bajo el signo zodiacal de Aries, el primero de abril de 1945 en San Salvador, y mi tía Consuelo escogió el nombre de MIREILLE –este nombre, debido a que Antoine de Saint Exupéry, tuvo una hermana llamada así.

Mi padre, el Dr. Alejandro Escalante Dimas, distinguido abogado de la República de El Salvador, le encantaba entrar en choques con mi tía Amanda, y con Dolores, mi madre, razón por la que discrepaba en todo, “era el manual de la repugnancia” y por ello decidió asentarme, no en la fecha que había nacido, sino que pasado el mes, y no en la ciudad de San Salvador, sino que en la Alcaldía Municipal de Mejicanos, de El Salvador, el 3 de Mayo de 1945, poniéndome el nombre de MIREYA CONSUELO ERCILIA ESCALANTE DIMAS –obvio el nombre, por quedar bien con su cuñada Consuelo, y su suegra Ercilia, lo escogió tan largo; las mujeres de la familia, se indignaron y no le hicieron caso, acostumbrándome a llamarme con el nombre de MIREILLE. Triunfando nuevamente las reglas del Matriarcado, bajo las cuales nací, crecí y me eduqué.

Lo interesante de mi nacimiento fue que llevé alegría a la familia Suncín. Me convertí en ese ser querido, preciado y mimado por mi abuelita Ercilia, adorado por mi tía Amanda, y por mi madre Dolores, que me amaba ilimitadamente.

Mi lactancia e infancia la pasé rodeada de mi abuela Ercilia, y de sus hijas, Dolores y Amanda, y naturalmente de mi padre, el Dr. Alejandro Escalante Dimas.

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En 1948, (yo tenía tres años de edad), estamos atrás de la casa patronal,de la finca “Lutecia”, del Cantón Tres Ceibas, jurisdicción de Armenia, Departamento de Sonsonate, El Salvador; sentados sobre un cerco de piedra, mi madre Dolores distrayéndome con un muñeco, mientras Edgar, mi hermano juega con “Payaso”, el perrito. De pie estamos, mi abuela Ercilia y yo, Mireille.

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Por las madrugadas, a las cinco de la mañana, la madre de mi tía Consuelo - mi abuela Ercilia, conocida como la Niña Chilita- lista, y arreglada, se encontraba diariamente, esperando al corralero (6) con la leche de vaca, quien puntualmente montado en un caballo, llevaba los picheles lecheros y cántaros (7) de aluminio, colgando amarrados, a su montura .

La leche, provenía de las vacas que pastaban en los potreros de la finca “Lutecia”, situada a un kilómetro de distancia del Cantón Tres Ceibas, a la población de Armenia. Mi abuela Ercilia abría la puerta principal de la casa, dejando entrever sobre la mesa -de madera- el medidor de las botellas, y medias botellas de leche (8), utensilios indispensables para su negocio, el cual manejaba personalmente, no permitía que nadie se le acercara a ayudarla en tal tarea, para ella era todo un orgullo, ofrecer a su clientela, la buena calidad de su venta.

Las parroquianas esperaban pacientemente, con sus respectivos picheles, la llegada del corralero; mi abuela Chilita despachaba a las clientes conforme la fila que hacían sobre la acera; sobre la calle empedrada y de tierra, majestuosamente lucía un árbol de Maquilishuat, el cual se vestía de flores rosadas, en verano, alfombrando la calle.

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En ese árbol, el corralero amarraba las riendas del caballo, mientras descargaba los recipientes llenos de leche. De la leche sobrante, hacían queso fresco.

Las costumbres de mi abuela Ercilia, se mantenían como si viviera aún el coronel Felix Suncín Mónchez.


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FOTOGRAFIA DE CASA SITUADA EN CIUDAD DE ARMENIA - AÑO 2000


Los padres de mi tía Consuelo -mis abuelos- ambos originarios de la ciudad de Santa Ana, formaron su hogar en Armenia. La casa que yo conocí, era color gris cemento. Así lucía, días antes de los terremotos del 13 de Enero y del 13 de Febrero del año 2001, fechas en que se derrumbó; quedando solamente un solar baldío.

La casa de Armenia, situada en el lugar donde habían nacido Consuelo, Dolores y Amanda había sido reconstruida en 1917, a raíz de un terremoto que afectó todo el país, y posteriormente remodelada por mi madre, Dolores, en 1975. Recuerdo que antiguamente, las puertas de madera eran de dos hojas.

La puerta de la entrada principal, en la hoja izquierda a la mitad, tenía incrustada en bronce una pequeña cara de un león, más o menos del tamaño de un puño cerrado, cuya mandíbula inferior, estaba pegada a la hoja de la puerta de madera, levantándose la cara con la mandíbula superior, teniendo soldada una bola, que al hacer contacto entre sí, se escuchaba en el interior de la casa, un golpe recio –era especia de un antiguo timbre.

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Las puertas se asemejaban a las de una iglesia, altas y anchas, con el tiempo, estas fueron sustituidas por unas puertas de una sola hoja, pequeñas, de metal, y pintadas de color verde aqua.


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DOLORES, MI MADRE Y EL DR.ALEJANDRO ESCALANTE DIMAS


En el interior de la casa, existía un hermoso jardín, lleno de vegetación, de árboles de naranjos, palmeras, arbustos de cafeto, y flores variadas. Vivían ahí, pajaritos, mariposas, y ardillas.

El Dr. Alejandro Escalante Dimas, mi padre, sostiene en sus manos, un coco y encima una ardilla silvestre, la cual había hecho su nido en ese jardín.

La fotografía que presento, la tomé yo, porque me pareció gracioso ver a mi padre, un jurisconsulto, persona seria, de muy pocas palabras, jugando. Además, jamás creí, que esa ardillita ni siquiera se dejaría ver.

A la orilla del jardín, se encontraba un amplio comedor estilo italiano, que sin ser una habitación cerrada, tenía el techo de teja, sostenido por pilares romanos elaborados de madera de laurel. Existía un chinero barnizado color madera natural, con una puerta de vidrio, donde la vajilla, vasos, copas champanera, y picheles se exhibían.

En el centro de la mesa del comedor, permanecía una campana pequeña, que se tocaba para que la familia se reuniera al mismo tiempo a sentarse a comer; dicha campanilla, se utilizaba también para anunciarle a la Tancho, la empleada índigena, vestida de refajo colorido, que podría comenzar a servir los alimentos.Yo quería mucho a la Tancho, ella me enseñaba palabras indígenas, a grado tal que me enseño “Tushca tatushca, la matu she”, y una vez, conversando con el Cacique Adrián Esquino Lisco, cuando fue el Presidente de ANIS, de la Asociación de Indígenas (de Izalco) Salvadoreños, le pregunté el significado de esa frase, negándose rotundamente a expresármelo.






























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Salí de la "Tierra Linda" en 1979 y siempre soñé y añoré con regresar y ver a la gente querida y a los lugares que me vieron hacer muchas cosas allá hace muchos abriles ya...